miércoles, 1 de diciembre de 2010

ESA META LLAMADA MADUREZ

ESA META LLAMADA MADUREZ
por Mª José González

Al hablar de evolución humana se suele hacer una división en cuatro periodos: infancia, adolescencia, madurez y senectud. Pero esta división no se produce en todas las culturas, puesto que en algunas de ellas, como puedan ser las más primitivas, no se contempla la adolescencia, pasándose directamente de la niñez a la edad adulta. Tampoco se da en ellas un criterio fijo para determinar el momento, sino que suele ser el hechicero o curandero de la tribu el que se encarga de enjuiciar la madurez física y psicológica de los candidatos varones, así cómo de establecer el momento en el que se procederá a celebrar el tránsito. Si tomamos por ejemplo una de las tribus amazónicas, vemos como los muchachos son amarrados a un tronco de árbol durante dos días y se dejan devorar por termitas sin dejar ir un lamento. Es la prueba que tienen que pasar para demostrar que el niño que hay en él ha muerto definitivamente y que, a partir de su liberación de las ataduras, todos le aceptarán como adulto. Pero este no es el único ejemplo, porque si cambiamos de continente vemos cómo entre los masai africanos hay una transición similar en cuanto a rapidez. Tras varios años de mostrar su valor con juegos de guerra y cacerías de leones, el joven masai es circuncidado y la sangre vertida se echa sobre su cabeza. Después pasa cuatro días aislado y vestido de mujer y, por último se le afeita la cabeza. Una vez superado esto ya es considerado un adulto, se le cambia de nombre y puede formar parte de los guerreros de la tribu.

Con las chicas el determinar el momento de transito es mucho más fácil, puesto que viene marcado por la aparición de la primera menstruación. A partir de ahí se le explican los secretos de la vida y, en algunas tribus como pueda ser la masai, son sometidas a algún rito cruento, como por ejemplo el cortarles o perforarles sus órganos sexuales.

Así de rápido y dramático es el proceso de maduración en muchos pueblos primitivos: para los varones de los indígenas amazónicos bastarán dos días y para los masai algo más, y el niño se habrá convertido en un hombre con todos los derechos y las obligaciones del adulto. Sin embargo, en los países civilizados el tránsito de la infancia a la edad adulta no es tan claro. No hay una ceremonia que marque el paso de una a otra, sino que transcurre un largo periodo al que denominamos adolescencia o juventud.

En nuestra cultura se concibe la adolescencia como un periodo marcado por los rápidos y drásticos cambios y transformaciones tanto en el aspecto físico, psíquico cómo comportamental del adolescente. El detonante de la evolución fisiológica es el hipotálamo, el cual ordena a la hipófisis que produzca hormonas y las envíe a través de la circulación sanguínea para que estimulen la segregación de hormonas sexuales, lo cual producirá el desarrollo de los rasgos sexuales. En las chicas, el crecimiento alcanzará su punto álgido aproximadamente cuando tenga unos 14 años, mientras que en el caso de los chicos se producirá cuando tenga unos 18 años aproximadamente. En este punto el proceso de maduración física se cierra porque está completo, pero el paso a la edad adulta también implica una evolución psicológica.

El adolescente una vez convertido en un hombre o mujer sexualmente hablando aún vive en muchos aspectos en el estado de ánimo de la niñez. Delante de él hay un largo camino hacia el mundo de los adultos y el llegar a la meta es muy duro y trabajoso, pero sólo entonces se habrá convertido anímica y corporalmente en un adulto. Los pasos que se siguen en este camino suelen ser seguidos de una manera ordenada y armoniosa por la mayoría de los jóvenes, aunque la velocidad en el tránsito será muy diferente según el área de la que se trate.

El punto primordial del transito hacia la edad adulta será la consolidación de la autoestima, en el cual se expresa una actitud positiva o negativa hacia un objeto particular, el sí mismo. Pero el desarrollo del concepto de sí mismo y su aceptación es algo muy difícil debido a que existen algunos importantes factores asociados, entre ellos el nivel de autoestima (a mayor nivel un concepto más estable de sí mismo), la imagen del propio cuerpo (si es satisfactoria se hallará correlacionada con actitudes positivas hacia sí mismo) y el ambiente social (será satisfactorio si está integrado y en un ambiente no hostil).

En el desarrollo de la identidad y de la autoestima del adolescente también influirán poderosamente las personas cercanas al entorno del adolescente, los cuales ejercen más influencia sobre sus sentimientos de autoestima que el prestigio que puedan tener en la sociedad. También influyen el estatus socioeconómico y la religión y aunque considerados independientemente no muestran una relación muy estrecha con la autoestima, su impacto acumulativo es considerable. Además, también influirán las características étnicas y raciales, aunque las diferencias se notan más cuando se analizan y comparan entre sí a diferentes subculturas.

También es un periodo en el que comenzarán a aparecer unos nuevos intereses, actitudes y valores, que pasaran a ocupar un primer plano y que implicarán que deba empezar a tomar importantes elecciones a nivel ocupacional y sentimental y que, en gran parte, influirán y/o marcarán su futuro. La necesidad de establecer una identidad coherente y la necesidad de adoptar decisiones pueden provocar en el adolescente una “crisis de identidad”, las cuales no son ni mucho menos necesarias, tal y como postulaban Erik Erikson o Marcia, para solucionar la cuestión de la identidad. Tampoco podemos decir que exista una “crisis normativa”, puesto que sólo el 25 - 30 % de la población la sufre y puede darse a cualquier edad, aunque eso sí, la probabilidad es mayor en la pubertad. La actitud más corriente del adolescente es la de evitar las crisis de identidad súbita y lo logra adaptándose muy gradualmente a los cambios que experimenta en su identidad.

En la adolescencia está muy unido al tema de la auto-imagen el de la identidad del papel sexual, el cual se habrá ido desarrollando en las etapas avanzadas de la niñez. Se entiende por “identidad sexual” el grado en el que el individuo cree haberse ajustado al papel sexual prescrito. Implica la adopción de los diferentes y característicos comportamientos de su sexo, aunque esto no siempre se hará de una forma explícita, e irán asumiéndolos como aspectos generales de su cultura. La importancia sobre su identidad sexual puede deberse a la reducción del margen de acción en el comportamiento adecuado para su sexo por parte de los adultos y del grupo de pares que rodean al adolescente. También se verá condicionado por las expectativas, intereses y actitudes vinculados a su sexo, así como por la fuerte influencia que tienen en la actualidad los medios educativos y los de comunicación.

Cuando el individuo cumple 16 - 17 años, las diferentes facetas del sí mismo ya se habrán unido de forma desordenada y por partes formando una sola estructura, la cual se centra en la percepción de sí mismo como individuo. Esto provoca la aparición de efectos sobre la adaptación general, la aparición de una nueva concepción del mundo y la priorización e interpretación de las diversas experiencias.

Otro de los temas importantes en la adolescencia es el logro de la independencia, entendida como libertad familiar, personal y emocional. Ésta se ve propiciada por la maduración, tanto física como intelectual, y por las fuerzas psicológicas tanto internas como externas. Esta búsqueda y logro de la independencia no se produce en línea recta, de ahí el comportamiento contradictorio de los adolescentes, que se pueden mostrar dependientes o independientes dependiendo del problema al que se enfrenten. Esto hace que la situación, además de ser incomoda para el propio adolescente lo sea también para los padres, que aún no saben como tratarlo sin herir su sensibilidad.

Desde el nacimiento, la familia constituye para el niño el agente psíquico de la sociedad, le transmite las normas, las costumbres y los valores dominantes de dicha sociedad, así como la interpretación de los modelos en función de la clase social y moral de la cultura a la que pertenecen. En la adolescencia, el papel desempeñado por los adultos más próximos será un factor muy importante, ya que una actitud conflictiva de estos, debida generalmente a problemas personales, resultará realmente frustrante para el adolescente, pudiendo llegar a producir el llamado "vacío intergeneracional".

El término "vacío intergeneracional" implicaría que en la adolescencia se produciría un conflicto entre las generaciones, a partir de la rebelión del adolescente contra la autoridad parental. Muchos autores dudan que, en general, se produzca esta rebelión y opinan que los adolescentes suelen tener una relación familiar satisfactoria, estable y de mutua colaboración y que, además, sus relaciones se van haciendo más fáciles y hay una mayor confianza conforme el adolescente crece. No obstante, durante la adolescencia el joven reorienta sus actitudes hacia la autoridad y se muestra menos conformista con la autoridad en su hogar y más conformista en situaciones de grupo.

En las diferentes maneras de entender la independencia hay variables culturales, de edad, de clase social y de sexo del adolescente. Todo esto no significa que no existan conflictos, al menos de forma provisional, ya que el adolescente aspira a ser independiente y los padres tienden a ser más restrictivos en esta etapa, aunque este proceso parece plantear más problemas a los padres que al adolescente. Algunos progenitores irán reduciendo voluntariamente su control, y en buena hora, para impedir que se produzcan luchas intensas, y también habrá jóvenes que serán menos exigentes que otros. Una excesiva libertad puede ser tan amenazadora para los jóvenes que no se hallan enteramente listos para manejarla, como una pérdida excesiva de control puede serlo para los progenitores que no estén seguros sobre el modo de garantizar el bienestar de su hijo. Por consiguiente, se debe crear una base que permita establecer una serie de conciliaciones mutuamente satisfactoria para ambas partes puesto que, aunque puedan discrepar en determinadas cosas, pueden admitir las respectivas opiniones y vivir en relativa armonía.

Por último, apuntar que el adolescente no deja de serlo automáticamente y pasa a convertirse en adulto en un momento determinado de ese periodo denominado adolescencia, sino que más bien lo que sugiere lo anteriormente apuntado es que el desarrollo se producirá a lo largo de toda la vida. Esto explica el hecho de que es fácil ver a hombres y mujeres de 40, 60 o 70 años con rasgos infantiles e, incluso, hay personas que no llegarán nunca a esa meta llamada madurez.



Mª José González
Licenciada en Psicología
mjgonzalez@psicocentro.com


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