sábado, 26 de marzo de 2011

Victimización infantil en la escuela

Victimización infantil en la escuela
por Mª José González

Los niños sufren de ciertos tipos de violencia que quedan excluidos de trato legal, por ejemplo los asaltos de manos de otros niños, incluso si son repetitivos y crónicos. Esta falta de sensibilidad puede deberse a que existe la tendencia a considerar este tipo de violencia como lucha y no como victimización. En esto difiere de la agresión de los adultos, ya que si un adulto es agredido en una pelea será considerado "víctima" y tendrá carácter de malos tratos. Pero para los niños ¿es menos violento o traumático que le pegue otro niño que un adulto?.
La vulnerabilidad infantil se pone de manifiesto en los episodios de violencia familiar en los que el niño no es agredido pero es un observador aterrado de situaciones de malos tratos, generalmente del padre a la madre. Los hijos pueden aprender que la violencia es una conducta aceptable, que forma parte de la intimidad y que esa violencia y miedo se puede usar para extender el control sobre el resto de la familia. Aunque en un principio compadecen a la madre, conforme crecen esta solidaridad se transforma en hostilidad. En la adolescencia las chicas pueden desarrollar una extrema aversión hacia los hombres y los chicos, con frecuencia, se ponen del lado de sus padres e incluso llegan a agredir a sus madres. La repercusión a nivel escolar es que las chicas muestran trastornos somáticos, introversión y pasividad, mientras que los chicos suelen ser más disruptivos y agresivos hacia las cosas y las personas.
En la escuela, la conducta agresiva parece estar relacionada con las variables afectivas y de relación familiar, como puedan ser el rechazo de los padres, el castigo agresivo y la carencia de identificación con los padres. Algunas víctimas crecen en la convicción de que el empleo de la agresividad es el mejor camino para conseguir lo que quieren. El haber sido víctima en la infancia propicia que de adulto se victimice a otros.
En los procesos de interacción en el aula debemos tener en cuenta los factores motivacionales, el autoconcepto académico, el ánimo con que se afronta la tarea y los factores afectivos. Cuando un individuo se incorpora a un grupo social se dan dos tendencias: el deseo de dominio y el de afiliación. El fenómeno de agresión entre iguales podría deberse a la desintegración que sufre el niño cuando ingresa por primera vez en el medio escolar. Su mundo, el familiar, queda relegado y aparece su deseo de ser y hacer acrecentado por la novedad y el ambiente. Pero su deseo y actividad se encuentran con los de otros y provocan un conflicto que se resolverá en función de su temperamento e historia personal. Así, optará por esforzarse en prevalecer sobre el otro, se someterá a él, o bien se aislará. De cualquier manera, le permitirá encontrar a aquel o aquellos que lo acepten y descubrirá el placer de pertenencia.
En las relaciones entre iguales en el aula, el comportamiento del grupo estará determinado en gran medida por la estructura que se forma como resultado de la interacción y por sus normas de comunicación. El estudio de la dinámica del aula pone de manifiesto que el propio grupo de alumnos genera y mantiene unas estructuras relacionales que no están bajo el control del profesor y confieren una especial estructura al grupo. Para prevenir, solucionar y cambiar los problemas de conducta del grupo las líneas de comunicación de la clase deberán estar abiertas. Si la comunicación se suprime no se favorece la enseñanza y aparecen sentimientos de hostilidad y resentimiento a nivel individual y grupal.
El camino que suele seguir un niño violento en la escuela consta de 3 fases: a) el niño muestra conductas claramente antisociales, b) lo cual le lleva a ser excluido del grupo de iguales, c) y acaba fracasando en la escuela. Cuando el niño pasa por una de estas fases, aumenta la probabilidad de pasar a la siguiente.
Cuando se estudia la vida emotiva en las aulas, se observa una estructura informal basada en la popularidad que tienen sus miembros dentro del grupo. Esta estructura está basada en las elecciones o rechazos que los demás hacen de uno de sus miembros, diferenciándose tres tipos sociométricos diferentes: a) el alumno popular, es el líder indiscutible (por prestigio exterior o destrezas), b) el aislado (el que nadie o casi nadie elige) y c) el rechazado o impopular (presenta frecuentes manifestaciones agresivas y de desacuerdo, demandas de atención sobre sí mismo y ausencia de refuerzos hacia los demás).
Algunos tratan de reforzar su autoestima tratando de adquirir prestigio a través de actividades compensatorias. Otros acrecientan su agresividad, fanfarronean, mienten, buscan una notoriedad para compensar su frustración. Otros, simplemente se aíslan y así se acrecienta su sentimiento de inferioridad.
Muchas conductas indeseables que se producen en el aula, se adquieren y mantienen en gran parte por el refuerzo de los compañeros. En la interacción dinámica entre escolares hay tres grupos bien diferenciados: el grupo mayoritario de bien adaptados y dos grupos mucho menores, uno de agresores y otro de alumnos víctimas. El grupo refuerza las conductas agresivas, ya que se valora más positivamente a los agresores que a las víctimas, lo cual se traduce por un lado en un mayor sentimiento de afiliación en los agresores y por otro en que las víctimas se sientan más apartadas y solitarias.
El ambiente generado por la institución escolar a través de sus preceptos, currículos, normas, etc. orientan al grupo hacia una determinada forma de interacción profesor - alumno y también de los alumnos entre sí. Por tanto, para que se cree un buen clima de grupo y evitar de algún modo la agresividad, sería de gran ayuda que las instituciones escolares se basaran y fomentaran más la cooperación en lugar de la competitividad.


Mª José González
Licenciada en Psicología
mjgonzalez@psicocentro.com

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