TRASTORNOS DE ANSIEDAD
por Marilyn Dickey. Washington, DC
Todas las personas sabemos lo que es sentir ansiedad: los hormigueos en el estómago antes de la primera cita, la tensión que se siente cuando el jefe está enojado, la forma en que el corazón late cuando se está en peligro, ... La ansiedad nos incita a actuar. Nos anima a enfrentarnos a una situación amenazadora. Nos hace estudiar más para un examen y nos mantiene alerta cuando estamos dando un discurso. En general, nos ayuda a enfrentarnos a las situaciones.
Pero si usted sufre de trastorno de ansiedad, esta emoción normalmente útil puede dar precisamente el resultado contrario: evitará que se enfrente a una situación y trastornará su vida diaria. Los trastornos de ansiedad no son sólo un caso de "nervios". Son enfermedades frecuentemente relacionadas con la estructura biológica y las experiencias de la vida de cada individuo y con frecuencia son hereditarias. Existen varios tipos de trastornos de ansiedad, cada uno con sus características propias.
Un trastorno de ansiedad puede hacer que usted se sienta ansioso casi todo el tiempo y sin ninguna causa aparente. O bien que las sensaciones de ansiedad puedan llegar a ser tan incómodas que, para evitarlas, hasta suspenda algunas de sus actividades cotidianas. O bien usted puede sufrir ataques ocasionales de ansiedad tan intensos que le aterroricen e inmovilicen.
Muchas personas confunden estos trastornos y piensan que los individuos deberían sobreponerse a los síntomas usando tan sólo la fuerza de voluntad. El querer que los síntomas desaparezcan no da resultado, pero hay tratamientos que sí pueden ayudarle. Es por ello que éste artículo pretende servirle de ayuda para comprender estas situaciones y, describir los tratamientos a seguir.
Cómo recibir ayuda en los casos de trastornos de ansiedad
Si usted o alguna persona que usted conoce presenta síntomas de ansiedad, lo mejor que puede hacer inicialmente es visitar al médico de familia. Un médico puede ayudarle a determinar si los síntomas son debidos a un trastorno de ansiedad, a alguna otra condición médica o a ambos. Generalmente, el siguiente paso para recibir tratamiento en un trastorno de ansiedad es acudir a un profesional de salud mental.
Entre los profesionales que pueden ayudarle están los psiquiatras, los psicólogos, los trabajadores sociales y los consejeros. Sin embargo, lo mejor es buscar un profesional especializado en terapia cognitivo-conductual o en terapia de conductual y que esté dispuesto a usar medicamentos en caso de que sean necesarios.
Condiciones Coexistentes
Muchas personas padecen un sólo tipo de trastorno de ansiedad, pero no es raro que venga acompañado de otra enfermedad como por ejemplo depresión, problemas alimentarios, alcoholismo, abuso de substancias químicas u otro trastorno de ansiedad.
Frecuentemente, quienes padecen un trastorno de pánico o fobia social, por ejemplo, también experimentan la intensa tristeza y el desaliento asociado con la depresión, o se hacen adictos al alcohol. En esos casos, estos problemas también necesitarán atenderse.
A veces, los psicólogos, los trabajadores sociales y los consejeros trabajan unidos con un psiquiatra u otro médico, que será quien recete los medicamentos cuando éstos sean precisos. Para algunas personas la terapia de grupo o los grupos de auto-ayuda son una parte útil del tratamiento. A muchas personas les es más útil una combinación de estas terapias.
Cuando usted busque a un profesional de la salud es importante que pregunte qué tipos de terapia usa generalmente o si tiene medicamentos disponibles. Es importante que usted se sienta cómodo con la terapia. De no ser éste el caso, busque ayuda en otro profesional. Sin embargo, si usted ha estado tomando medicamentos, es importante no cortar abruptamente el uso de algunos de ellos, sino irlos rebajando bajo la supervisión de su médico. Asegúrese de preguntar a su médico cómo dejar de tomar un medicamento.
Recuerde, sin embargo, que cuando usted encuentre a un profesional de la salud con el cual se sienta satisfecho, ustedes dos estarán trabajando en equipo. Entre los dos podrán desarrollar el plan para el tratamiento de su trastorno de ansiedad (que podrá incluir medicamentos, terapia conductual o cognitivo-conductual), que consideren más apropiado. Sin embargo, los tratamientos para trastornos de ansiedad no necesariamente ofrecen un resultado inmediato. Su médico o terapeuta puede pedirle que siga un plan específico de tratamiento durante varias semanas para determinar si está ofreciendo resultados.
A continuación se ofrece información sobre los distintos trastornos de ansiedad: Trastorno de ansiedad generalizada, Trastorno por pánico (que a veces se presenta acompañado de agorafobia), Fobias específicas, Fobia social, Trastorno obsesivo-compulsivo y Trastorno de estrés postraumático.
Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG)
“Yo siempre pensé que era aprensivo. Me sentía inquieto y no podía descansar. A veces estas sensaciones iban y venían. Otras veces eran constantes. Podían durar días. Me preocupaba por la cena que iba a preparar para la fiesta o por cuál sería un buen regalo para alguien. Simplemente no podía dejar nada de lado”.
“Tenía serios problemas para dormir. Había ocasiones en las que me despertaba ansioso por la mañana o durante la noche. Me costaba trabajo concentrarme incluso mientras leía el periódico o una novela. A veces me sentía un poco mareado. Mi corazón latía apresuradamente o sentía que me golpeaba en el pecho. Esto me preocupaba aún más”.
El Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) es mucho más que lo que una persona normal con ansiedad experimenta en su vida diaria. Sienten una preocupación y tensión crónicas aún cuando nada parezca provocarlas. Sin embargo, a veces, la raíz de la preocupación es difícil de identificar. El simple hecho de pensar en pasar el día ya provoca ansiedad.
Las personas que padecen este trastorno parecen no poder deshacerse de sus inquietudes, aún cuando generalmente comprenden que su ansiedad es más intensa de lo que la situación requiere. Quienes lo padecen también parecen ser incapaces de relajarse. Frecuentemente les cuesta trabajo conciliar el sueño o permanecer dormidos. Sus preocupaciones van acompañadas de síntomas físicos, especialmente temblores, contracciones nerviosas, tensión muscular, dolores de cabeza, irritabilidad, transpiración o accesos de calor. Pueden sentirse mareadas o que les falta el aire. Pueden sentir náuseas o que tienen que ir al baño frecuentemente. O pueden sentir como si tuvieran un nudo en la garganta.
Muchos individuos con TAG se sobresaltan con mayor facilidad que otras personas. Tienden a sentirse cansados, les cuesta trabajo concentrarse y, a veces, también sufren depresión.
La depresión frecuentemente acompaña a los trastornos de ansiedad y, cuando esto sucede, también debe atenderse. Los sentimientos de tristeza, apatía o desesperanza, los cambios en el apetito o en el sueño así como la dificultad en concentrarse, que frecuentemente caracterizan a la depresión, pueden ser tratados con efectividad con medicamentos antidepresivos o, dependiendo de la severidad del mal, con psicoterapia. Algunas personas responden mejor a una combinación de medicamentos y psicoterapia. El tratamiento puede ayudar a la mayoría de las personas que sufren de depresión.
Por lo general, el daño asociado con el Trastorno de Ansiedad generalizada es ligero y las personas que lo padecen no se sienten restringidas dentro del medio social o en el trabajo. A diferencia de muchos otros trastornos de ansiedad, las personas con TAG no evitan necesariamente algunas situaciones como resultado de su trastorno. Sin embargo, si éste trastorno es severo, puede ser muy debilitante, provocando dificultades para llevar a cabo hasta las actividades diarias más simples.
El Trastorno de ansiedad generalizada se presenta gradualmente y afecta con mayor frecuencia a personas en su niñez o adolescencia, pero también puede comenzar en la edad adulta. Es más común en las mujeres que en los hombres y con frecuencia se puede observar en algún otro familiar de la persona afectada. Se diagnostica este trastorno cuando la persona pasa cada día, durante al menos 6 meses, preocupándose excesivamente por varios problemas.
El padecer este trastorno implica anticipar siempre desastres, sentirse frecuentemente preocupado en exceso por la salud, el dinero, la familia o el trabajo. Las preocupaciones frecuentemente se presentan acompañadas de síntomas físicos tales como temblores, tensión muscular y náuseas. En general, los síntomas de TAG tienden a disminuir con la edad.
Un tratamiento acertado para el Trastorno de ansiedad generalizada puede incluir un medicamento llamado buspirone. Se están llevando a cabo investigaciones para confirmar la efectividad de medicamentos como las benzodiazepinas y los antidepresivos. También se han mostrado útiles para este trastorno las técnicas de terapia cognitivo-conductual, las técnicas de relajación y las de biofeedback (retroalimentación) de control de la tensión muscular.
Trastorno de Pánico
“Comenzó hace 10 años. Estaba sentada en la sala de un hotel durante un seminario y esa sensación salió de la nada. Sentí que me estaba muriendo”.
“Para mí, un ataque de pánico es casi una experiencia violenta. Siento que me estoy volviendo loca. Me hace sentir que estoy perdiendo el control en forma extrema. Mi corazón late con fuerza, todo parece irreal y hay una fuerte sensación de desastre inminente”.
“Entre un ataque y otro existe el temor y la ansiedad de que van a regresar. El tratar de escapar de esas sensaciones de pánico puede ser agotador”.
Los síntomas habituales de un ataque de pánico son:
·Palpitaciones
·Dolores en el pecho
·Mareos o vértigos
·Náuseas o problemas estomacales
·Sofocos o escalofríos
·Falta de aire o sensación de asfixia
·Hormigueo o entumecimiento
·Estremecimiento o temblores
·Sensación de irrealidad
·Terror
·Sensación de falta de control o de estar volviéndose loco
·Temor a morir
·Transpiración
Quienes padecen de trastornos de pánico experimentan sensaciones de terror que les llegan repentina y repetidamente sin previo aviso. No pueden anticipar cuando les va a ocurrir un ataque y muchas personas pueden manifestar ansiedad intensa entre ellos al preocuparse por el dónde y cuando pueden sufrir el siguiente. Entre tanto, existe la continua preocupación de que en cualquier momento se va a presentar otro ataque.
Cuando llega un ataque de pánico, lo más probable es que usted sufra palpitaciones y se sienta sudoroso, débil o mareado. Puede sentir cosquilleo en las manos o sentirlas entumecidas y posiblemente se sienta sofocado o con escalofríos. Puede experimentar dolor en el pecho o sensaciones de ahogo, sensaciones de irrealidad, miedo a que ocurra una desgracia o a perder el control. Realmente, usted puede creer que está sufriendo un ataque al corazón o una apoplejía, que está perdiendo la razón o que está al borde de la muerte.
Los ataques pueden ocurrir a cualquier hora, incluso durante la noche al estar dormido y aunque no se esté soñando. Generalmente, los ataques duran dos minutos aproximadamente, aunque en ocasiones pueden llegar a durar hasta 10 minutos. En casos extremos pueden durar una hora o más.
El trastorno de pánico ataca al menos al 1.6 por ciento de la población y es el doble de frecuente en las mujeres que en los hombres. Puede presentarse a cualquier edad, incluso en niños o en ancianos, aunque casi siempre suele comenzar cuando se es un adulto jóven.
No todos los que sufren ataques de pánico terminan teniendo trastornos de pánico; por ejemplo, muchas personas sufren un ataque y nunca más les vuelve a repetir. Sin embargo, es importante que aquellos que padezcan trastornos de pánico obtengan un tratamiento adecuado. Un trastorno así, si no se atiende, puede provocar invalidez.
El trastorno de pánico frecuentemente va acompañado de otros problemas tales como depresión o alcoholismo y puede engendrar fobias relacionadas con lugares o situaciones donde los ataques de pánico han ocurrido. Por ejemplo, si usted experimenta un ataque de pánico mientras usa un ascensor, es posible que llegue a sentir miedo de subir en ellos y, posiblemente, empezará a evitar su uso.
Las vidas de algunas personas han llegado a hacerse muy restringidas porque evitan actividades diarias normales como ir al mercado, conducir un vehículo o, en algunos casos, hasta salir de casa. O bien, pueden llegar a enfrentarse a alguna de estas situaciones que les causan miedo siempre y cuando vayan acompañadas de su cónyuge o de otra persona que les merezca confianza. Básicamente, evitan cualquier situación que temen que pueda hacerles sentir indefensas si les sobreviene un ataque de pánico. Cuando, como resultado de este trastorno, las vidas de las personas llegan a ser tan restringidas como sucede en casi una tercera parte de las personas que lo padecen, se le llama agorafobia. La tendencia a padecer trastornos de pánico y agorafobia suele ser hereditaria. Sin embargo, un tratamiento oportuno del trastorno de pánico puede frecuentemente detener el progreso hacia la agorafobia.
Se han hecho estudios que demuestran que un tratamiento adecuado, a través de un tipo de psicoterapia llamada terapia cognitivo-conductual, de ciertos medicamentos o posiblemente una combinación de ambos, ayuda del 70 al 90 por ciento de las personas con trastornos de pánico. Se puede apreciar una mejoría significativa entre 6 y 8 semanas después de iniciarse el tratamiento.
Uno de los métodos empleados en la terapia cognitivo-conductual consiste en enseñar al paciente a ver las situaciones de pánico de manera diferente y enseñarle varios modos de reducir la ansiedad, por ejemplo haciendo ejercicios de respiración o recurriendo a técnicas de focalización de la atención. Otra técnica que se usa en la terapia cognitivo-conductual es la llamada terapia de exposición y, frecuentemente, puede mitigar las fobias resultantes de un trastorno de pánico. En la terapia de exposición, se expone poco a poco a la persona a la situación temida hasta que llegan a hacerse insensibles a ella.
Algunas personas encuentran un mayor alivio de los síntomas del trastorno de pánico cuando toman ciertos medicamentos recetados por el médico. Esos medicamentos, al igual que la terapia cognitivo-conductual, pueden ayudar a prevenir ataques de pánico o a reducir su frecuencia y severidad. Los dos tipos de medicamentos que se ha comprobado que son seguros y efectivos en el tratamiento del trastorno de pánico son los antidepresivos y las benzodiazepinas.
Las Fobias
Las fobias suceden en distintas formas. Una fobia específica significa un miedo a algún objeto o situación determinada. Una fobia social es el miedo a colocarse en una situación sumamente vergonzosa en un medio social. Por último, la agorafobia, que frecuentemente acompaña al trastorno de pánico es el miedo que siente la persona de encontrarse en cualquier situación que pueda provocar un ataque de pánico o de la cual le sea difícil escapar si éste llegara a ocurrir.
Fobias específicas
“Tengo miedo a viajar en avión y, por lo tanto, ya no lo hago. Es una sensación horrible la que siento cuando se cierra la puerta del avión y me siento metido como en una trampa. Mi corazón late fuertemente y sudo la gota gorda. Si alguien comienza a hablarme me pongo tenso y me preocupo. Cuando el avión comienza a ascender no hace otra cosa que reforzar el miedo de no poder salir de ahí. Me imagino que estoy perdiendo el control, que mi mente danza como loca, que subo por las paredes pero, por supuesto, nunca lo hago. No me da miedo que el avión se estrelle o que nos toque un clima turbulento, es únicamente esa sensación de estar atrapado. Siempre que quiero cambiar de trabajo tengo que pensar ¿va a ser necesario viajar en avión?. Por el momento solamente voy a lugares a los que pueda ir conduciendo o en tren. Mis amigos siempre me dicen que, de todas maneras, no podría bajarme de un tren que va circulando a altas velocidades así que ¿por qué los trenes no me dan miedo?. Yo les contesto que éste no es un miedo racional”.
Muchas personas experimentan fobias específicas, miedos intensos e irracionales a ciertas cosas o situaciones; algunas de las fobias más comunes son las que se presentan hacia: perros, espacios cerrados, alturas, escaleras eléctricas, túneles, conducir por carretera, agua, volar y heridas que produzcan sangre.
Las fobias no son únicamente un miedo extremo, sino un miedo irracional. Usted puede esquiar en las montañas más altas con toda facilidad, pero siente pánico a subir a un 10º piso de un edificio de oficinas. Los adultos que padecen una fobia comprenden que sus miedos son irracionales pero, frecuentemente, el enfrentarse a los objetos o a las situaciones que las ocasionan o siquiera pensar en enfrentarse a ellos, ocasiona un ataque de pánico o una ansiedad severa.
Las fobias específicas atacan a más de una de cada diez personas. Nadie sabe exactamente qué las ocasiona aunque parece ser que son hereditarias y que son más comunes en las mujeres. Generalmente, las fobias aparecen por primera vez en la adolescencia o en la edad adulta. Comienzan repentinamente y tienden a ser más persistentes que las que se inician en la niñez; de las fobias de los adultos únicamente más o menos el 20 por ciento desaparecen solas. Cuando los niños presentan fobias específicas, por ejemplo, miedo a los animales, esos miedos por lo general desaparecen con el tiempo, aunque pueden extenderse a la edad adulta. Nadie sabe por qué persisten en algunas personas y desaparecen en otras.
Las personas con fobias no sienten la necesidad de recibir tratamiento, si les es fácil evitar lo que les causa miedo. Sin embargo, en ocasiones tendrán que tomar decisiones importantes en su carrera o en lo personal para evitar una situación que les produzca fobia.
Cuando las fobias interfieren con la vida de una persona, el tratamiento puede servir de ayuda. Un tratamiento efectivo generalmente implica un tipo de terapia de conocimiento cognoscitivo llamada desensibilización o terapia de exposición, en la cual los pacientes se han de exponer gradualmente a aquello que les asusta hasta que el miedo comienza a desaparecer. Tres cuartas partes de pacientes se benefician enormemente con este tratamiento. Los ejercicios de relajación y de respiración también contribuyen a reducir los síntomas de ansiedad.
Para las fobias específicas no existe hasta el momento un tratamiento comprobado a base de medicamentos, aunque en algunas ocasiones se puede recetar algún fármaco para ayudar a reducir los síntomas de ansiedad antes de que la persona se enfrente a una situación de fobia.
Fobia Social
“Yo no podía aceptar invitaciones ni ir a fiestas. Hubo una época en que ni siquiera podía ir a mis clases. En mi segundo año de facultad tuve que quedarme en casa durante todo un semestre.”
“Mi miedo podía presentarse en cualquier situación social. Sentía ansiedad aún antes de salir de casa e iba aumentando conforme me iba aproximando a mi clase, a la fiesta o adonde quisiera que fuera. Sentía el estómago descompuesto y casi creía tener gripe. Mi corazón latía fuertemente, las palmas de las manos se me llenaban de sudor y tenía la sensación de estar separada de mí misma y de todos los demás.”
“Cuando entraba a una sala llena de gente me ruborizaba y sentía que todos los ojos estaban puestos en mí. Me daba vergüenza quedarme en un rincón yo sola, pero no podía pensar en lo qué podría decirle a alguien. Me sentía tan torpe que me quería ir inmediatamente.”
La fobia social es un miedo intenso de llegar a sentirse humillado en situaciones sociales, especialmente de actuar de tal modo que se coloque uno en una situación vergonzosa frente a las demás personas. Frecuentemente es hereditaria y puede estar acompañada de depresión o de alcoholismo. La fobia social frecuentemente comienza alrededor del principio de la adolescencia o incluso antes.
Si usted sufre de fobia social seguramente tiene la idea de que las otras personas son muy competentes en público y que usted no lo es. Pequeños errores que usted cometa pueden parecerle mucho más exagerados de lo que en realidad son. Puede parecerle muy vergonzoso ruborizarse y siente que todas las personas le están mirando. Puede tener miedo de estar con personas que no sean las más allegadas a usted. O su miedo puede ser más específico, como el sentir ansiedad si tiene que dar un discurso, hablar con un jefe o alguna otra persona con autoridad, o bien aceptar una invitación. La fobia social más común es el miedo a hablar en público. En ocasiones, la fobia social implica un miedo general a situaciones sociales tales como fiestas. Menos frecuente es el miedo de usar un baño público, comer fuera de casa, hablar por teléfono o escribir en presencia de otras personas.
Tratamiento para Trastornos de Ansiedad
Muchas personas con trastornos de ansiedad pueden ayudarse con un tratamiento. La terapia para trastornos de ansiedad frecuentemente incluye medicamentos o formas específicas de psicoterapia.
Los medicamentos, aunque no los curan, pueden ser muy efectivos para mitigar los síntomas de ansiedad. En la actualidad, gracias a las investigaciones, existen más medicamentos disponibles que antes para el tratamiento de los trastornos de ansiedad. De tal manera que si un medicamento no da el resultado buscado, generalmente hay otros que se pueden probar. Además, se están descubriendo nuevos medicamentos para el tratamiento de los síntomas de ansiedad.
En casi todos los medicamentos que se recetan para el tratamiento de ansiedad, el médico generalmente inicia al paciente con una dosis baja y gradualmente se la aumenta hasta llegar a la dosis adecuada. Cada medicamento tiene unos efectos secundarios, pero éstos por lo general se llegan a tolerar o disminuirán con el tiempo. Si los efectos secundarios llegan a ser un problema, el doctor puede aconsejar al paciente que deje de tomar el medicamento y que espere una semana, o más tiempo en el caso de ciertas drogas, antes de probar uno nuevo. Cuando el tratamiento está próximo a finalizar, el doctor puede ir disminuyendo las dosis gradualmente.
Las investigaciones también han demostrado que la terapia conductual y la terapia cognitivo-conductual pueden ser efectivas para el tratamiento de varios trastornos de ansiedad.
La terapia conductual se centra en el cambio de acciones específicas y usa varias técnicas para disminuir o detener un comportamiento indeseable. Por ejemplo, una de las técnicas consiste en entrenar al paciente en respiración diafragmática, un ejercicio especial de respiración que consiste en efectuar respiraciones lentas y profundas con la finalidad de reducir la ansiedad. Esto es necesario porque las personas que padecen ansiedad frecuentemente sufren de hiperventilación, es decir, respiran muy rápidamente cortas cantidades de aire, lo cual puede provocar latidos rápidos del corazón, mareos y otros síntomas desagradables. Otra de las técnicas es la terapia de exposición, la cual consiste en la exposición gradual del paciente a aquello que le asusta, lo cual le ayudará a vencer sus miedos.
Al igual que la terapia conductual, la terapia cognitivo-conductual enseña a los pacientes a reaccionar de forma diferente ante las situaciones y las sensaciones corporales que desatan los ataques de pánico y otros síntomas de ansiedad. Además, los pacientes también aprenden a comprender la forma en que su manera de pensar contribuye a sus síntomas y cómo cambiar sus pensamientos para disminuir la posibilidad de que los síntomas ocurran. Este entendimiento de los patrones de pensamiento se combina con la técnica de exposición y con otras terapias de comportamiento para ayudar a las personas a enfrentarse a las situaciones que les causan miedo. Por ejemplo, alguien que se siente mareado durante un ataque de pánico y teme que se va a morir puede recibir ayuda con la siguiente técnica que se usa en la terapia cognitivo-conductual: el terapeuta le pide al paciente que dé vueltas en un mismo lugar hasta que se maree. Cuando el paciente se alarme y comience a pensar: "me voy a morir", aprenderá a reemplazar ese pensamiento por otro más apropiado como "no es más que un pequeño mareo; yo puedo controlarlo".
Aunque este trastorno se confunde frecuentemente con la timidez, no es lo mismo. Las personas tímidas pueden sentirse muy incómodas cuando están con otras personas, pero no experimentan una extrema ansiedad al anticipar una situación social y no necesariamente evitan circunstancias que las haga sentirse cohibidas. En cambio, las personas con una fobia social no necesariamente son tímidas. Pueden sentirse totalmente cómodas con otras personas la mayor parte del tiempo pero en situaciones especiales, como caminar por un pasillo con personas a los lados o al dar un discurso, pueden sentir una ansiedad muy intensa.
La fobia social trastorna la vida normal, interfiriendo con los estudios, el trabajo o con una relación social. Por ejemplo: un trabajador puede dejar de aceptar un ascenso en su trabajo por no poder hacer presentaciones en público.
Los fóbicos sociales comprenden que sus sensaciones son irracionales. Sin embargo, experimentan una gran aprensión antes de enfrentarse a la situación que temen y harán todo lo posible para evitarla. Aún cuando puedan enfrentarse a lo que temen, generalmente sienten una gran ansiedad anticipatoria y se muestran muy incómodas durante ese tiempo. El miedo a un evento social puede comenzar semanas antes y los síntomas pueden ser muy agotadores. Posteriormente, las sensaciones desagradables pueden continuar con la preocupación de haber sido juzgados o con lo que los demás hayan pensado u observado respecto a ellos.
Aproximadamente el 80 por ciento de las personas que sufren de fobia social encuentran alivio en sus síntomas cuando reciben un tratamiento de terapia cognitivo-conductual, un tratamiento farmacológico, o una combinación de ambos. Esta terapia puede hacer que el sujeto aprenda a ver los eventos sociales de forma diferente; esto se logra haciendo que se exponga a una situación social aparentemente amenazadora de tal manera que le sea más fácil enfrentarse a ella; además, se le enseñan habilidades sociales, así como técnicas para reducir la ansiedad y técnicas de relajación.
Entre los medicamentos que se han mostrado efectivos están los antidepresivos llamados IMAO. De forma más específica, para las personas que padecen de una forma específica de fobia social llamada fobia de actuación les resulta muy útil la ayuda de unos fármacos denominados beta-bloqueantes, los cuales serán de utilidad para momentos puntuales. Por ejemplo, se le pueden recetar a músicos y artistas con éste tipo de ansiedad para que los tomen el día de la actuación.
Trastorno obsesivo-compulsivo
“No podía hacer nada sin un ritual. Estos rituales trascendían a todos los aspectos de mi vida. Para mí, era muy importante contar. Por la noche, cuando me ponía el despertador, tenía que hacerlo en un número que no sumara un "mal" número. Si mi hermana tenía 33 años y yo 24, no podía dejar la televisión en el canal 33 o en el 24. Me echaba champú tres veces en lugar de una porque tres era un número de suerte y uno no lo era. Me demoraba mucho al leer porque contaba las líneas de cada párrafo. Si estaba escribiendo una tarea para mi examen en la escuela no podía tener cierto número de palabras en una línea si sumaban un mal número. Siempre estaba preocupada pensando que si no hacía cierta cosa mis padres iban a morir. O me afligía hacer algo que causara daño a mis padres lo cual era totalmente irracional. No podía usar nada que dijera Boston porque mis padres eran de ahí. No podía escribir la palabra "muerte" porque me preocupaba que algo malo sucediera”.
“Vestirme por las mañanas era muy complicado, porque yo tenía una rutina y si me desviaba de ella, tenía que comenzar de nuevo a vestirme. Yo sabía que esos rituales no tenían sentido pero no parecía que pudiera superarlos hasta que me sometí a terapia”.
El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es un trastorno caracterizado por la presencia de pensamientos o rituales de ansiedad que la persona siente que no puede controlar. Si usted padece de TOC puede estar plagado de pensamientos o imágenes persistentes indeseables o por la necesidad urgente de efectuar ciertos rituales.
Usted puede estar obsesionado con los gérmenes o la suciedad y en ese caso se lava las manos una y otra vez. Puede estar lleno de dudas y sentir la necesidad de reconfirmar las cosas repetidamente. Puede estar preocupado por pensamientos de violencia y teme hacer daño a las personas que están cerca de usted. Puede pasar largos períodos de tiempo tocando las cosas o contando; puede estar preocupado por el orden y la simetría; puede tener pensamientos persistentes de llevar a cabo actos sexuales que le son repugnantes; o puede afligirle tener pensamientos que van contra su religión.
Los pensamientos o las imágenes preocupantes se llaman obsesiones y los rituales que se celebran para tratar de prevenirlas o disiparlas se llaman compulsiones. No es agradable efectuar estos ritos que se siente obligado a hacer; únicamente siente un descanso temporal de la incomodidad causada por la obsesión.
Muchas personas pueden admitir que tienen algunos de estos síntomas de TOC, tales como revisar la estufa varias veces antes de salir de la casa. Sin embargo, se diagnostica el trastorno únicamente cuando dichas actividades consumen cuando menos una hora al día, son muy angustiosas o interfieren con la vida diaria.
Muchos adultos con este problema de salud reconocen que lo que están haciendo no tiene sentido pero no pueden evitarlo. Sin embargo, muchas personas, especialmente niños con TOC, pueden no comprender que su comportamiento esté fuera de lo normal.
El trastorno obsesivo-compulsivo afecta a hombres y a mujeres aproximadamente en igual número y lo padecen más o menos 1 de cada 50 personas. Puede aparecer en la niñez, en la adolescencia o en la edad madura pero como promedio se detecta en los jóvenes o en los adultos jóvenes. Un tercio de los adultos con TOC experimentaron sus primeros síntomas en la niñez. El curso que sigue la enfermedad es variable; los síntomas pueden ir y venir, mitigarse por un tiempo o empeorar progresivamente. La evidencia de que se dispone sugiere que el TOC puede ser hereditario.
La depresión u otros trastornos de ansiedad pueden acompañar al TOC. Además, algunas personas con TOC sufren también trastornos alimentarios. También pueden evitar las situaciones en las cuales tengan que enfrentarse a sus obsesiones. O pueden tratar, sin éxito, de usar alcohol o drogas para calmarse. Si el TOC se agrava seriamente puede interponerse entre una persona y su empleo o evitar que esa persona asuma responsabilidades normales en su casa, pero por lo general no llega a esos extremos.
La investigación de los científicos ha dado como resultado la obtención de medicamentos y tratamientos conductuales que pueden beneficiar a las personas con TOC. Una combinación de los dos tratamientos casi siempre ayuda a la mayoría de los pacientes. Dos medicamentos que han probado ser efectivos en el tratamiento del TOC son la clomipramina y el fluoxetin. Además, hay algunos otros en proceso de pruebas que parecen ser prometedores y que podrán obtenerse en un futuro cercano.
La terapia conductual y, específicamente una de sus técnicas llamada exposición con prevención de respuesta, ha demostrado buenos resultados en el tratamiento del TOC. Esta técnica consiste en exponer a la persona a lo que le causa el problema y luego ayudarle a dejar a un lado el ritual acostumbrado; por ejemplo, hacer que el paciente toque algo sucio y después no se lave las manos. Esta terapia frecuentemente tiene éxito en pacientes que completan un programa de terapia conductual, aunque los resultados han sido menos favorables en algunas personas que padecen TOC y depresión al mismo tiempo.
Trastorno de estrés postraumático (TPT)
“Fui violada cuando tenía 25 años. Durante mucho tiempo hablé de esa violación a un nivel intelectual, como si fuera algo que le hubiera pasado a otra persona. Yo sabía muy bien que me había pasado a mí, pero sencillamente no me producía ninguna sensación. Por un tiempo me quité el bulto de encima”.
“Empecé a tener recuerdos retrospectivos. Me llegaban como un golpe de agua. Estaba aterrorizada. Repentinamente comencé a revivir la violación. Cada momento era sobrecogedor. Sentía que mi cabeza se movía un poco, sacudiéndose, pero no era verdad. Me sofocaba o se me secaba la boca y mi respiración cambiaba. Me notaba como flotando. No sentía el cojín sobre el cual estaba sentada ni mi mano sobre el brazo del sillón. Parecía estar dentro de una burbuja, como si flotara. Sentía mucho miedo. Tener esos recuerdos retrospectivos me causaba opresión. Me dejaban agotada.
“La violación tuvo lugar una semana antes de Navidad. Cuando se acercan esas fechas siento me siento como un hombre lobo. Se produce en mí un cambio hacia la ansiedad y el miedo que siento es increíble“.
El trastorno de estrés postraumático (TPT) es un estado debilitante que sucede tras un suceso traumático, de terror. Frecuentemente, las personas que lo padecen tienen persistentemente recuerdos y pensamientos espantosos de esa experiencia y se sienten emocionalmente paralizadas, especialmente hacia aquellas personas que hasta entonces habían estado cerca de ella. El TPT, conocido antes como sobresalto por proyectil o fatiga de batalla, puesto que fue observada y estudiada por primera vez en los veteranos de guerra, aunque puede ser el resultado de otros muchos incidentes traumáticos. Entre ellos se incluyen el rapto, los accidentes graves como choques de automóviles o de trenes, desastres naturales como inundaciones o temblores, ataques violentos tales como asaltos, violaciones o tortura, o ser plagiado. El evento que desata este trastorno puede ser algo que amenace la vida de esa persona o la de alguien cercano a ella. Incluso puede ser algo que vio, como por ejemplo la destrucción provocada tras la caída de un avión.
Cualquiera que sea la razón del problema, algunas personas con TPT repetidamente vuelven a vivir el trauma en forma de pesadillas y recuerdos inquietantes durante el día. Pueden también experimentar problemas de sueño, depresión, sensación de indiferencia o de entumecimiento o se sobresaltan fácilmente. Pueden perder el interés en cosas que antes les causaban alegría y les cuesta trabajo sentir afecto. Es posible que se sientan irritables, más agresivas que antes o incluso violentas.
El ver cosas que les recuerden el incidente puede ser muy molesto para ellos, lo cual lo que podría hacerles evitar ciertos lugares o situaciones que les traigan a la mente esos recuerdos. Los aniversarios del hecho traumático suelen ser días muy difíciles de superar.
El TPT puede presentarse a cualquier edad, incluyendo la niñez. El trastorno puede venir acompañado de depresión, de abuso de substancias químicas o de ansiedad. Los síntomas pueden ser ligeros o graves; las personas pueden irritarse fácilmente o tener violentos arranques de cólera o de mal humor. En casos severos, los afectados pueden tener dificultad para trabajar o para llevar una vida social. En general, los síntomas pueden ser peores si el evento que los ocasionó fue obra de una persona (p. ej.: una violación), en lugar de ser un desastre natural (p. ej.: una inundación.).
Los eventos ordinarios pueden traer el trauma a la mente e iniciar recuerdos retrospectivos o imágenes intrusas. Un recuerdo retrospectivo puede hacer que la persona pierda contacto con la realidad y vuelva a vivir el evento durante un período de unos segundos, unas horas o, muy raramente, unos días. Los recuerdos retrospectivos se pueden presentar en forma de imágenes, sonidos, olores o sensaciones y esto hará que, generalmente, la persona crea que el evento traumático está volviendo a repetirse.
No todas las personas traumatizadas sufren un verdadero caso de TPT y otras no lo experimentan en absoluto. Se diagnostica trastorno de estrés postraumático únicamente si los síntomas duran más de un mes. Las personas que lo padecen generalmente comienzan a presentar los síntomas tres meses después del trauma y el curso de la enfermedad varía. Hay quienes se recuperan dentro de los siguientes 6 meses; a otros, los síntomas les duran mucho más tiempo. En algunos casos, la condición puede ser crónica. Ocasionalmente, la enfermedad no se detecta sino hasta varios años después del suceso traumático.
Los medicamentos antidepresivos y los que se recetan para aminorar la ansiedad, pueden disminuir los síntomas de la depresión y los problemas de sueño; y la psicoterapia, especialmente la terapia cognitivo-conductual, debe formar parte del tratamiento. En ocasiones, y como parte de la terapia, puede ayudar el exponerse a los recuerdos del trauma como parte de la terapia, por ejemplo, regresar a la escena de una violación. Por último, el apoyo de los familiares y amigos es muy importante, puesto que puede agilizar la recuperación.
Cómo recibir ayuda en los casos de trastornos de ansiedad
Si usted o alguna persona que usted conoce presenta síntomas de ansiedad, lo mejor que puede hacer inicialmente es visitar al médico de familia. Un médico puede ayudarle a determinar si los síntomas son debidos a un trastorno de ansiedad, a alguna otra condición médica o a ambos. Generalmente, el siguiente paso para recibir tratamiento en un trastorno de ansiedad es acudir a un profesional de salud mental.
Entre los profesionales que pueden ayudarle están los psiquiatras, los psicólogos, los trabajadores sociales y los consejeros. Sin embargo, lo mejor es buscar un profesional especializado en terapia cognitivo-conductual o en terapia de conductual y que esté dispuesto a usar medicamentos en caso de que sean necesarios.
Condiciones Coexistentes
Muchas personas padecen un sólo tipo de trastorno de ansiedad, pero no es raro que venga acompañado de otra enfermedad como por ejemplo depresión, problemas alimentarios, alcoholismo, abuso de substancias químicas u otro trastorno de ansiedad.
Frecuentemente, quienes padecen un trastorno de pánico o fobia social, por ejemplo, también experimentan la intensa tristeza y el desaliento asociado con la depresión, o se hacen adictos al alcohol. En esos casos, estos problemas también necesitarán atenderse.
A veces, los psicólogos, los trabajadores sociales y los consejeros trabajan unidos con un psiquiatra u otro médico, que será quien recete los medicamentos cuando éstos sean precisos. Para algunas personas la terapia de grupo o los grupos de auto-ayuda son una parte útil del tratamiento. A muchas personas les es más útil una combinación de estas terapias.
Cuando usted busque a un profesional de la salud es importante que pregunte qué tipos de terapia usa generalmente o si tiene medicamentos disponibles. Es importante que usted se sienta cómodo con la terapia. De no ser éste el caso, busque ayuda en otro profesional. Sin embargo, si usted ha estado tomando medicamentos, es importante no cortar abruptamente el uso de algunos de ellos, sino irlos rebajando bajo la supervisión de su médico. Asegúrese de preguntar a su médico cómo dejar de tomar un medicamento.
Recuerde, sin embargo, que cuando usted encuentre a un profesional de la salud con el cual se sienta satisfecho, ustedes dos estarán trabajando en equipo. Entre los dos podrán desarrollar el plan para el tratamiento de su trastorno de ansiedad (que podrá incluir medicamentos, terapia conductual o cognitivo-conductual), que consideren más apropiado. Sin embargo, los tratamientos para trastornos de ansiedad no necesariamente ofrecen un resultado inmediato. Su médico o terapeuta puede pedirle que siga un plan específico de tratamiento durante varias semanas para determinar si está ofreciendo resultados.
El NIMH continúa su búsqueda de nuevos y mejores tratamientos para las personas con trastornos de ansiedad. El Instituto apoya un programa muy amplio y multifacético sobre trastornos de ansiedad; sus causas, diagnóstico, tratamiento y prevención. Esta investigación involucra estudios de trastornos de ansiedad en los humanos así como investigaciones de la base biológica sobre ansiedad y sus fenómenos, en los animales. Es parte de un esfuerzo masivo para vencer a los más grandes trastornos mentales; es un esfuerzo que se está llevando a cabo durante la década de los 90 que el Congreso ha designado como la Década del Cerebro.
Mensaje del "National Institute of Mental Health"
La investigación llevada a cabo y apoyada por el "National Institute of Mental Health" ofrece esperanza a millones de personas que sufren de enfermedades mentales así como a sus familiares y amigos. A través de muchos años de trabajo con animales y con personas, los investigadores nos han permitido comprender mejor las funciones del cerebro y han expandido considerablemente la capacidad de los profesionales de la salud mental para diagnosticar, dar tratamiento y prevenir los trastornos mentales y del cerebro.
El "National Institute of Mental Health" es parte de los "National Institutes of Health" (NIH), la principal agencia del gobierno federal para investigación biomédica y de comportamiento humano. El NIH es parte del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos.
Este folleto fue escrito por Marilyn Dickey, escritora independiente en Washington, DC.
Todo el material en esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso del Instituto; se agradecería que se mencionara como fuente de información.
Para más información respecto a NIMH y sus programas, por favor envíe un e-mail a nimhinfo@nih.gov
Marilyn Dickey
Colaboradora del NIMH
por Marilyn Dickey. Washington, DC
Todas las personas sabemos lo que es sentir ansiedad: los hormigueos en el estómago antes de la primera cita, la tensión que se siente cuando el jefe está enojado, la forma en que el corazón late cuando se está en peligro, ... La ansiedad nos incita a actuar. Nos anima a enfrentarnos a una situación amenazadora. Nos hace estudiar más para un examen y nos mantiene alerta cuando estamos dando un discurso. En general, nos ayuda a enfrentarnos a las situaciones.
Pero si usted sufre de trastorno de ansiedad, esta emoción normalmente útil puede dar precisamente el resultado contrario: evitará que se enfrente a una situación y trastornará su vida diaria. Los trastornos de ansiedad no son sólo un caso de "nervios". Son enfermedades frecuentemente relacionadas con la estructura biológica y las experiencias de la vida de cada individuo y con frecuencia son hereditarias. Existen varios tipos de trastornos de ansiedad, cada uno con sus características propias.
Un trastorno de ansiedad puede hacer que usted se sienta ansioso casi todo el tiempo y sin ninguna causa aparente. O bien que las sensaciones de ansiedad puedan llegar a ser tan incómodas que, para evitarlas, hasta suspenda algunas de sus actividades cotidianas. O bien usted puede sufrir ataques ocasionales de ansiedad tan intensos que le aterroricen e inmovilicen.
Muchas personas confunden estos trastornos y piensan que los individuos deberían sobreponerse a los síntomas usando tan sólo la fuerza de voluntad. El querer que los síntomas desaparezcan no da resultado, pero hay tratamientos que sí pueden ayudarle. Es por ello que éste artículo pretende servirle de ayuda para comprender estas situaciones y, describir los tratamientos a seguir.
Cómo recibir ayuda en los casos de trastornos de ansiedad
Si usted o alguna persona que usted conoce presenta síntomas de ansiedad, lo mejor que puede hacer inicialmente es visitar al médico de familia. Un médico puede ayudarle a determinar si los síntomas son debidos a un trastorno de ansiedad, a alguna otra condición médica o a ambos. Generalmente, el siguiente paso para recibir tratamiento en un trastorno de ansiedad es acudir a un profesional de salud mental.
Entre los profesionales que pueden ayudarle están los psiquiatras, los psicólogos, los trabajadores sociales y los consejeros. Sin embargo, lo mejor es buscar un profesional especializado en terapia cognitivo-conductual o en terapia de conductual y que esté dispuesto a usar medicamentos en caso de que sean necesarios.
Condiciones Coexistentes
Muchas personas padecen un sólo tipo de trastorno de ansiedad, pero no es raro que venga acompañado de otra enfermedad como por ejemplo depresión, problemas alimentarios, alcoholismo, abuso de substancias químicas u otro trastorno de ansiedad.
Frecuentemente, quienes padecen un trastorno de pánico o fobia social, por ejemplo, también experimentan la intensa tristeza y el desaliento asociado con la depresión, o se hacen adictos al alcohol. En esos casos, estos problemas también necesitarán atenderse.
A veces, los psicólogos, los trabajadores sociales y los consejeros trabajan unidos con un psiquiatra u otro médico, que será quien recete los medicamentos cuando éstos sean precisos. Para algunas personas la terapia de grupo o los grupos de auto-ayuda son una parte útil del tratamiento. A muchas personas les es más útil una combinación de estas terapias.
Cuando usted busque a un profesional de la salud es importante que pregunte qué tipos de terapia usa generalmente o si tiene medicamentos disponibles. Es importante que usted se sienta cómodo con la terapia. De no ser éste el caso, busque ayuda en otro profesional. Sin embargo, si usted ha estado tomando medicamentos, es importante no cortar abruptamente el uso de algunos de ellos, sino irlos rebajando bajo la supervisión de su médico. Asegúrese de preguntar a su médico cómo dejar de tomar un medicamento.
Recuerde, sin embargo, que cuando usted encuentre a un profesional de la salud con el cual se sienta satisfecho, ustedes dos estarán trabajando en equipo. Entre los dos podrán desarrollar el plan para el tratamiento de su trastorno de ansiedad (que podrá incluir medicamentos, terapia conductual o cognitivo-conductual), que consideren más apropiado. Sin embargo, los tratamientos para trastornos de ansiedad no necesariamente ofrecen un resultado inmediato. Su médico o terapeuta puede pedirle que siga un plan específico de tratamiento durante varias semanas para determinar si está ofreciendo resultados.
A continuación se ofrece información sobre los distintos trastornos de ansiedad: Trastorno de ansiedad generalizada, Trastorno por pánico (que a veces se presenta acompañado de agorafobia), Fobias específicas, Fobia social, Trastorno obsesivo-compulsivo y Trastorno de estrés postraumático.
Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG)
“Yo siempre pensé que era aprensivo. Me sentía inquieto y no podía descansar. A veces estas sensaciones iban y venían. Otras veces eran constantes. Podían durar días. Me preocupaba por la cena que iba a preparar para la fiesta o por cuál sería un buen regalo para alguien. Simplemente no podía dejar nada de lado”.
“Tenía serios problemas para dormir. Había ocasiones en las que me despertaba ansioso por la mañana o durante la noche. Me costaba trabajo concentrarme incluso mientras leía el periódico o una novela. A veces me sentía un poco mareado. Mi corazón latía apresuradamente o sentía que me golpeaba en el pecho. Esto me preocupaba aún más”.
El Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) es mucho más que lo que una persona normal con ansiedad experimenta en su vida diaria. Sienten una preocupación y tensión crónicas aún cuando nada parezca provocarlas. Sin embargo, a veces, la raíz de la preocupación es difícil de identificar. El simple hecho de pensar en pasar el día ya provoca ansiedad.
Las personas que padecen este trastorno parecen no poder deshacerse de sus inquietudes, aún cuando generalmente comprenden que su ansiedad es más intensa de lo que la situación requiere. Quienes lo padecen también parecen ser incapaces de relajarse. Frecuentemente les cuesta trabajo conciliar el sueño o permanecer dormidos. Sus preocupaciones van acompañadas de síntomas físicos, especialmente temblores, contracciones nerviosas, tensión muscular, dolores de cabeza, irritabilidad, transpiración o accesos de calor. Pueden sentirse mareadas o que les falta el aire. Pueden sentir náuseas o que tienen que ir al baño frecuentemente. O pueden sentir como si tuvieran un nudo en la garganta.
Muchos individuos con TAG se sobresaltan con mayor facilidad que otras personas. Tienden a sentirse cansados, les cuesta trabajo concentrarse y, a veces, también sufren depresión.
La depresión frecuentemente acompaña a los trastornos de ansiedad y, cuando esto sucede, también debe atenderse. Los sentimientos de tristeza, apatía o desesperanza, los cambios en el apetito o en el sueño así como la dificultad en concentrarse, que frecuentemente caracterizan a la depresión, pueden ser tratados con efectividad con medicamentos antidepresivos o, dependiendo de la severidad del mal, con psicoterapia. Algunas personas responden mejor a una combinación de medicamentos y psicoterapia. El tratamiento puede ayudar a la mayoría de las personas que sufren de depresión.
Por lo general, el daño asociado con el Trastorno de Ansiedad generalizada es ligero y las personas que lo padecen no se sienten restringidas dentro del medio social o en el trabajo. A diferencia de muchos otros trastornos de ansiedad, las personas con TAG no evitan necesariamente algunas situaciones como resultado de su trastorno. Sin embargo, si éste trastorno es severo, puede ser muy debilitante, provocando dificultades para llevar a cabo hasta las actividades diarias más simples.
El Trastorno de ansiedad generalizada se presenta gradualmente y afecta con mayor frecuencia a personas en su niñez o adolescencia, pero también puede comenzar en la edad adulta. Es más común en las mujeres que en los hombres y con frecuencia se puede observar en algún otro familiar de la persona afectada. Se diagnostica este trastorno cuando la persona pasa cada día, durante al menos 6 meses, preocupándose excesivamente por varios problemas.
El padecer este trastorno implica anticipar siempre desastres, sentirse frecuentemente preocupado en exceso por la salud, el dinero, la familia o el trabajo. Las preocupaciones frecuentemente se presentan acompañadas de síntomas físicos tales como temblores, tensión muscular y náuseas. En general, los síntomas de TAG tienden a disminuir con la edad.
Un tratamiento acertado para el Trastorno de ansiedad generalizada puede incluir un medicamento llamado buspirone. Se están llevando a cabo investigaciones para confirmar la efectividad de medicamentos como las benzodiazepinas y los antidepresivos. También se han mostrado útiles para este trastorno las técnicas de terapia cognitivo-conductual, las técnicas de relajación y las de biofeedback (retroalimentación) de control de la tensión muscular.
Trastorno de Pánico
“Comenzó hace 10 años. Estaba sentada en la sala de un hotel durante un seminario y esa sensación salió de la nada. Sentí que me estaba muriendo”.
“Para mí, un ataque de pánico es casi una experiencia violenta. Siento que me estoy volviendo loca. Me hace sentir que estoy perdiendo el control en forma extrema. Mi corazón late con fuerza, todo parece irreal y hay una fuerte sensación de desastre inminente”.
“Entre un ataque y otro existe el temor y la ansiedad de que van a regresar. El tratar de escapar de esas sensaciones de pánico puede ser agotador”.
Los síntomas habituales de un ataque de pánico son:
·Palpitaciones
·Dolores en el pecho
·Mareos o vértigos
·Náuseas o problemas estomacales
·Sofocos o escalofríos
·Falta de aire o sensación de asfixia
·Hormigueo o entumecimiento
·Estremecimiento o temblores
·Sensación de irrealidad
·Terror
·Sensación de falta de control o de estar volviéndose loco
·Temor a morir
·Transpiración
Quienes padecen de trastornos de pánico experimentan sensaciones de terror que les llegan repentina y repetidamente sin previo aviso. No pueden anticipar cuando les va a ocurrir un ataque y muchas personas pueden manifestar ansiedad intensa entre ellos al preocuparse por el dónde y cuando pueden sufrir el siguiente. Entre tanto, existe la continua preocupación de que en cualquier momento se va a presentar otro ataque.
Cuando llega un ataque de pánico, lo más probable es que usted sufra palpitaciones y se sienta sudoroso, débil o mareado. Puede sentir cosquilleo en las manos o sentirlas entumecidas y posiblemente se sienta sofocado o con escalofríos. Puede experimentar dolor en el pecho o sensaciones de ahogo, sensaciones de irrealidad, miedo a que ocurra una desgracia o a perder el control. Realmente, usted puede creer que está sufriendo un ataque al corazón o una apoplejía, que está perdiendo la razón o que está al borde de la muerte.
Los ataques pueden ocurrir a cualquier hora, incluso durante la noche al estar dormido y aunque no se esté soñando. Generalmente, los ataques duran dos minutos aproximadamente, aunque en ocasiones pueden llegar a durar hasta 10 minutos. En casos extremos pueden durar una hora o más.
El trastorno de pánico ataca al menos al 1.6 por ciento de la población y es el doble de frecuente en las mujeres que en los hombres. Puede presentarse a cualquier edad, incluso en niños o en ancianos, aunque casi siempre suele comenzar cuando se es un adulto jóven.
No todos los que sufren ataques de pánico terminan teniendo trastornos de pánico; por ejemplo, muchas personas sufren un ataque y nunca más les vuelve a repetir. Sin embargo, es importante que aquellos que padezcan trastornos de pánico obtengan un tratamiento adecuado. Un trastorno así, si no se atiende, puede provocar invalidez.
El trastorno de pánico frecuentemente va acompañado de otros problemas tales como depresión o alcoholismo y puede engendrar fobias relacionadas con lugares o situaciones donde los ataques de pánico han ocurrido. Por ejemplo, si usted experimenta un ataque de pánico mientras usa un ascensor, es posible que llegue a sentir miedo de subir en ellos y, posiblemente, empezará a evitar su uso.
Las vidas de algunas personas han llegado a hacerse muy restringidas porque evitan actividades diarias normales como ir al mercado, conducir un vehículo o, en algunos casos, hasta salir de casa. O bien, pueden llegar a enfrentarse a alguna de estas situaciones que les causan miedo siempre y cuando vayan acompañadas de su cónyuge o de otra persona que les merezca confianza. Básicamente, evitan cualquier situación que temen que pueda hacerles sentir indefensas si les sobreviene un ataque de pánico. Cuando, como resultado de este trastorno, las vidas de las personas llegan a ser tan restringidas como sucede en casi una tercera parte de las personas que lo padecen, se le llama agorafobia. La tendencia a padecer trastornos de pánico y agorafobia suele ser hereditaria. Sin embargo, un tratamiento oportuno del trastorno de pánico puede frecuentemente detener el progreso hacia la agorafobia.
Se han hecho estudios que demuestran que un tratamiento adecuado, a través de un tipo de psicoterapia llamada terapia cognitivo-conductual, de ciertos medicamentos o posiblemente una combinación de ambos, ayuda del 70 al 90 por ciento de las personas con trastornos de pánico. Se puede apreciar una mejoría significativa entre 6 y 8 semanas después de iniciarse el tratamiento.
Uno de los métodos empleados en la terapia cognitivo-conductual consiste en enseñar al paciente a ver las situaciones de pánico de manera diferente y enseñarle varios modos de reducir la ansiedad, por ejemplo haciendo ejercicios de respiración o recurriendo a técnicas de focalización de la atención. Otra técnica que se usa en la terapia cognitivo-conductual es la llamada terapia de exposición y, frecuentemente, puede mitigar las fobias resultantes de un trastorno de pánico. En la terapia de exposición, se expone poco a poco a la persona a la situación temida hasta que llegan a hacerse insensibles a ella.
Algunas personas encuentran un mayor alivio de los síntomas del trastorno de pánico cuando toman ciertos medicamentos recetados por el médico. Esos medicamentos, al igual que la terapia cognitivo-conductual, pueden ayudar a prevenir ataques de pánico o a reducir su frecuencia y severidad. Los dos tipos de medicamentos que se ha comprobado que son seguros y efectivos en el tratamiento del trastorno de pánico son los antidepresivos y las benzodiazepinas.
Las Fobias
Las fobias suceden en distintas formas. Una fobia específica significa un miedo a algún objeto o situación determinada. Una fobia social es el miedo a colocarse en una situación sumamente vergonzosa en un medio social. Por último, la agorafobia, que frecuentemente acompaña al trastorno de pánico es el miedo que siente la persona de encontrarse en cualquier situación que pueda provocar un ataque de pánico o de la cual le sea difícil escapar si éste llegara a ocurrir.
Fobias específicas
“Tengo miedo a viajar en avión y, por lo tanto, ya no lo hago. Es una sensación horrible la que siento cuando se cierra la puerta del avión y me siento metido como en una trampa. Mi corazón late fuertemente y sudo la gota gorda. Si alguien comienza a hablarme me pongo tenso y me preocupo. Cuando el avión comienza a ascender no hace otra cosa que reforzar el miedo de no poder salir de ahí. Me imagino que estoy perdiendo el control, que mi mente danza como loca, que subo por las paredes pero, por supuesto, nunca lo hago. No me da miedo que el avión se estrelle o que nos toque un clima turbulento, es únicamente esa sensación de estar atrapado. Siempre que quiero cambiar de trabajo tengo que pensar ¿va a ser necesario viajar en avión?. Por el momento solamente voy a lugares a los que pueda ir conduciendo o en tren. Mis amigos siempre me dicen que, de todas maneras, no podría bajarme de un tren que va circulando a altas velocidades así que ¿por qué los trenes no me dan miedo?. Yo les contesto que éste no es un miedo racional”.
Muchas personas experimentan fobias específicas, miedos intensos e irracionales a ciertas cosas o situaciones; algunas de las fobias más comunes son las que se presentan hacia: perros, espacios cerrados, alturas, escaleras eléctricas, túneles, conducir por carretera, agua, volar y heridas que produzcan sangre.
Las fobias no son únicamente un miedo extremo, sino un miedo irracional. Usted puede esquiar en las montañas más altas con toda facilidad, pero siente pánico a subir a un 10º piso de un edificio de oficinas. Los adultos que padecen una fobia comprenden que sus miedos son irracionales pero, frecuentemente, el enfrentarse a los objetos o a las situaciones que las ocasionan o siquiera pensar en enfrentarse a ellos, ocasiona un ataque de pánico o una ansiedad severa.
Las fobias específicas atacan a más de una de cada diez personas. Nadie sabe exactamente qué las ocasiona aunque parece ser que son hereditarias y que son más comunes en las mujeres. Generalmente, las fobias aparecen por primera vez en la adolescencia o en la edad adulta. Comienzan repentinamente y tienden a ser más persistentes que las que se inician en la niñez; de las fobias de los adultos únicamente más o menos el 20 por ciento desaparecen solas. Cuando los niños presentan fobias específicas, por ejemplo, miedo a los animales, esos miedos por lo general desaparecen con el tiempo, aunque pueden extenderse a la edad adulta. Nadie sabe por qué persisten en algunas personas y desaparecen en otras.
Las personas con fobias no sienten la necesidad de recibir tratamiento, si les es fácil evitar lo que les causa miedo. Sin embargo, en ocasiones tendrán que tomar decisiones importantes en su carrera o en lo personal para evitar una situación que les produzca fobia.
Cuando las fobias interfieren con la vida de una persona, el tratamiento puede servir de ayuda. Un tratamiento efectivo generalmente implica un tipo de terapia de conocimiento cognoscitivo llamada desensibilización o terapia de exposición, en la cual los pacientes se han de exponer gradualmente a aquello que les asusta hasta que el miedo comienza a desaparecer. Tres cuartas partes de pacientes se benefician enormemente con este tratamiento. Los ejercicios de relajación y de respiración también contribuyen a reducir los síntomas de ansiedad.
Para las fobias específicas no existe hasta el momento un tratamiento comprobado a base de medicamentos, aunque en algunas ocasiones se puede recetar algún fármaco para ayudar a reducir los síntomas de ansiedad antes de que la persona se enfrente a una situación de fobia.
Fobia Social
“Yo no podía aceptar invitaciones ni ir a fiestas. Hubo una época en que ni siquiera podía ir a mis clases. En mi segundo año de facultad tuve que quedarme en casa durante todo un semestre.”
“Mi miedo podía presentarse en cualquier situación social. Sentía ansiedad aún antes de salir de casa e iba aumentando conforme me iba aproximando a mi clase, a la fiesta o adonde quisiera que fuera. Sentía el estómago descompuesto y casi creía tener gripe. Mi corazón latía fuertemente, las palmas de las manos se me llenaban de sudor y tenía la sensación de estar separada de mí misma y de todos los demás.”
“Cuando entraba a una sala llena de gente me ruborizaba y sentía que todos los ojos estaban puestos en mí. Me daba vergüenza quedarme en un rincón yo sola, pero no podía pensar en lo qué podría decirle a alguien. Me sentía tan torpe que me quería ir inmediatamente.”
La fobia social es un miedo intenso de llegar a sentirse humillado en situaciones sociales, especialmente de actuar de tal modo que se coloque uno en una situación vergonzosa frente a las demás personas. Frecuentemente es hereditaria y puede estar acompañada de depresión o de alcoholismo. La fobia social frecuentemente comienza alrededor del principio de la adolescencia o incluso antes.
Si usted sufre de fobia social seguramente tiene la idea de que las otras personas son muy competentes en público y que usted no lo es. Pequeños errores que usted cometa pueden parecerle mucho más exagerados de lo que en realidad son. Puede parecerle muy vergonzoso ruborizarse y siente que todas las personas le están mirando. Puede tener miedo de estar con personas que no sean las más allegadas a usted. O su miedo puede ser más específico, como el sentir ansiedad si tiene que dar un discurso, hablar con un jefe o alguna otra persona con autoridad, o bien aceptar una invitación. La fobia social más común es el miedo a hablar en público. En ocasiones, la fobia social implica un miedo general a situaciones sociales tales como fiestas. Menos frecuente es el miedo de usar un baño público, comer fuera de casa, hablar por teléfono o escribir en presencia de otras personas.
Tratamiento para Trastornos de Ansiedad
Muchas personas con trastornos de ansiedad pueden ayudarse con un tratamiento. La terapia para trastornos de ansiedad frecuentemente incluye medicamentos o formas específicas de psicoterapia.
Los medicamentos, aunque no los curan, pueden ser muy efectivos para mitigar los síntomas de ansiedad. En la actualidad, gracias a las investigaciones, existen más medicamentos disponibles que antes para el tratamiento de los trastornos de ansiedad. De tal manera que si un medicamento no da el resultado buscado, generalmente hay otros que se pueden probar. Además, se están descubriendo nuevos medicamentos para el tratamiento de los síntomas de ansiedad.
En casi todos los medicamentos que se recetan para el tratamiento de ansiedad, el médico generalmente inicia al paciente con una dosis baja y gradualmente se la aumenta hasta llegar a la dosis adecuada. Cada medicamento tiene unos efectos secundarios, pero éstos por lo general se llegan a tolerar o disminuirán con el tiempo. Si los efectos secundarios llegan a ser un problema, el doctor puede aconsejar al paciente que deje de tomar el medicamento y que espere una semana, o más tiempo en el caso de ciertas drogas, antes de probar uno nuevo. Cuando el tratamiento está próximo a finalizar, el doctor puede ir disminuyendo las dosis gradualmente.
Las investigaciones también han demostrado que la terapia conductual y la terapia cognitivo-conductual pueden ser efectivas para el tratamiento de varios trastornos de ansiedad.
La terapia conductual se centra en el cambio de acciones específicas y usa varias técnicas para disminuir o detener un comportamiento indeseable. Por ejemplo, una de las técnicas consiste en entrenar al paciente en respiración diafragmática, un ejercicio especial de respiración que consiste en efectuar respiraciones lentas y profundas con la finalidad de reducir la ansiedad. Esto es necesario porque las personas que padecen ansiedad frecuentemente sufren de hiperventilación, es decir, respiran muy rápidamente cortas cantidades de aire, lo cual puede provocar latidos rápidos del corazón, mareos y otros síntomas desagradables. Otra de las técnicas es la terapia de exposición, la cual consiste en la exposición gradual del paciente a aquello que le asusta, lo cual le ayudará a vencer sus miedos.
Al igual que la terapia conductual, la terapia cognitivo-conductual enseña a los pacientes a reaccionar de forma diferente ante las situaciones y las sensaciones corporales que desatan los ataques de pánico y otros síntomas de ansiedad. Además, los pacientes también aprenden a comprender la forma en que su manera de pensar contribuye a sus síntomas y cómo cambiar sus pensamientos para disminuir la posibilidad de que los síntomas ocurran. Este entendimiento de los patrones de pensamiento se combina con la técnica de exposición y con otras terapias de comportamiento para ayudar a las personas a enfrentarse a las situaciones que les causan miedo. Por ejemplo, alguien que se siente mareado durante un ataque de pánico y teme que se va a morir puede recibir ayuda con la siguiente técnica que se usa en la terapia cognitivo-conductual: el terapeuta le pide al paciente que dé vueltas en un mismo lugar hasta que se maree. Cuando el paciente se alarme y comience a pensar: "me voy a morir", aprenderá a reemplazar ese pensamiento por otro más apropiado como "no es más que un pequeño mareo; yo puedo controlarlo".
Aunque este trastorno se confunde frecuentemente con la timidez, no es lo mismo. Las personas tímidas pueden sentirse muy incómodas cuando están con otras personas, pero no experimentan una extrema ansiedad al anticipar una situación social y no necesariamente evitan circunstancias que las haga sentirse cohibidas. En cambio, las personas con una fobia social no necesariamente son tímidas. Pueden sentirse totalmente cómodas con otras personas la mayor parte del tiempo pero en situaciones especiales, como caminar por un pasillo con personas a los lados o al dar un discurso, pueden sentir una ansiedad muy intensa.
La fobia social trastorna la vida normal, interfiriendo con los estudios, el trabajo o con una relación social. Por ejemplo: un trabajador puede dejar de aceptar un ascenso en su trabajo por no poder hacer presentaciones en público.
Los fóbicos sociales comprenden que sus sensaciones son irracionales. Sin embargo, experimentan una gran aprensión antes de enfrentarse a la situación que temen y harán todo lo posible para evitarla. Aún cuando puedan enfrentarse a lo que temen, generalmente sienten una gran ansiedad anticipatoria y se muestran muy incómodas durante ese tiempo. El miedo a un evento social puede comenzar semanas antes y los síntomas pueden ser muy agotadores. Posteriormente, las sensaciones desagradables pueden continuar con la preocupación de haber sido juzgados o con lo que los demás hayan pensado u observado respecto a ellos.
Aproximadamente el 80 por ciento de las personas que sufren de fobia social encuentran alivio en sus síntomas cuando reciben un tratamiento de terapia cognitivo-conductual, un tratamiento farmacológico, o una combinación de ambos. Esta terapia puede hacer que el sujeto aprenda a ver los eventos sociales de forma diferente; esto se logra haciendo que se exponga a una situación social aparentemente amenazadora de tal manera que le sea más fácil enfrentarse a ella; además, se le enseñan habilidades sociales, así como técnicas para reducir la ansiedad y técnicas de relajación.
Entre los medicamentos que se han mostrado efectivos están los antidepresivos llamados IMAO. De forma más específica, para las personas que padecen de una forma específica de fobia social llamada fobia de actuación les resulta muy útil la ayuda de unos fármacos denominados beta-bloqueantes, los cuales serán de utilidad para momentos puntuales. Por ejemplo, se le pueden recetar a músicos y artistas con éste tipo de ansiedad para que los tomen el día de la actuación.
Trastorno obsesivo-compulsivo
“No podía hacer nada sin un ritual. Estos rituales trascendían a todos los aspectos de mi vida. Para mí, era muy importante contar. Por la noche, cuando me ponía el despertador, tenía que hacerlo en un número que no sumara un "mal" número. Si mi hermana tenía 33 años y yo 24, no podía dejar la televisión en el canal 33 o en el 24. Me echaba champú tres veces en lugar de una porque tres era un número de suerte y uno no lo era. Me demoraba mucho al leer porque contaba las líneas de cada párrafo. Si estaba escribiendo una tarea para mi examen en la escuela no podía tener cierto número de palabras en una línea si sumaban un mal número. Siempre estaba preocupada pensando que si no hacía cierta cosa mis padres iban a morir. O me afligía hacer algo que causara daño a mis padres lo cual era totalmente irracional. No podía usar nada que dijera Boston porque mis padres eran de ahí. No podía escribir la palabra "muerte" porque me preocupaba que algo malo sucediera”.
“Vestirme por las mañanas era muy complicado, porque yo tenía una rutina y si me desviaba de ella, tenía que comenzar de nuevo a vestirme. Yo sabía que esos rituales no tenían sentido pero no parecía que pudiera superarlos hasta que me sometí a terapia”.
El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es un trastorno caracterizado por la presencia de pensamientos o rituales de ansiedad que la persona siente que no puede controlar. Si usted padece de TOC puede estar plagado de pensamientos o imágenes persistentes indeseables o por la necesidad urgente de efectuar ciertos rituales.
Usted puede estar obsesionado con los gérmenes o la suciedad y en ese caso se lava las manos una y otra vez. Puede estar lleno de dudas y sentir la necesidad de reconfirmar las cosas repetidamente. Puede estar preocupado por pensamientos de violencia y teme hacer daño a las personas que están cerca de usted. Puede pasar largos períodos de tiempo tocando las cosas o contando; puede estar preocupado por el orden y la simetría; puede tener pensamientos persistentes de llevar a cabo actos sexuales que le son repugnantes; o puede afligirle tener pensamientos que van contra su religión.
Los pensamientos o las imágenes preocupantes se llaman obsesiones y los rituales que se celebran para tratar de prevenirlas o disiparlas se llaman compulsiones. No es agradable efectuar estos ritos que se siente obligado a hacer; únicamente siente un descanso temporal de la incomodidad causada por la obsesión.
Muchas personas pueden admitir que tienen algunos de estos síntomas de TOC, tales como revisar la estufa varias veces antes de salir de la casa. Sin embargo, se diagnostica el trastorno únicamente cuando dichas actividades consumen cuando menos una hora al día, son muy angustiosas o interfieren con la vida diaria.
Muchos adultos con este problema de salud reconocen que lo que están haciendo no tiene sentido pero no pueden evitarlo. Sin embargo, muchas personas, especialmente niños con TOC, pueden no comprender que su comportamiento esté fuera de lo normal.
El trastorno obsesivo-compulsivo afecta a hombres y a mujeres aproximadamente en igual número y lo padecen más o menos 1 de cada 50 personas. Puede aparecer en la niñez, en la adolescencia o en la edad madura pero como promedio se detecta en los jóvenes o en los adultos jóvenes. Un tercio de los adultos con TOC experimentaron sus primeros síntomas en la niñez. El curso que sigue la enfermedad es variable; los síntomas pueden ir y venir, mitigarse por un tiempo o empeorar progresivamente. La evidencia de que se dispone sugiere que el TOC puede ser hereditario.
La depresión u otros trastornos de ansiedad pueden acompañar al TOC. Además, algunas personas con TOC sufren también trastornos alimentarios. También pueden evitar las situaciones en las cuales tengan que enfrentarse a sus obsesiones. O pueden tratar, sin éxito, de usar alcohol o drogas para calmarse. Si el TOC se agrava seriamente puede interponerse entre una persona y su empleo o evitar que esa persona asuma responsabilidades normales en su casa, pero por lo general no llega a esos extremos.
La investigación de los científicos ha dado como resultado la obtención de medicamentos y tratamientos conductuales que pueden beneficiar a las personas con TOC. Una combinación de los dos tratamientos casi siempre ayuda a la mayoría de los pacientes. Dos medicamentos que han probado ser efectivos en el tratamiento del TOC son la clomipramina y el fluoxetin. Además, hay algunos otros en proceso de pruebas que parecen ser prometedores y que podrán obtenerse en un futuro cercano.
La terapia conductual y, específicamente una de sus técnicas llamada exposición con prevención de respuesta, ha demostrado buenos resultados en el tratamiento del TOC. Esta técnica consiste en exponer a la persona a lo que le causa el problema y luego ayudarle a dejar a un lado el ritual acostumbrado; por ejemplo, hacer que el paciente toque algo sucio y después no se lave las manos. Esta terapia frecuentemente tiene éxito en pacientes que completan un programa de terapia conductual, aunque los resultados han sido menos favorables en algunas personas que padecen TOC y depresión al mismo tiempo.
Trastorno de estrés postraumático (TPT)
“Fui violada cuando tenía 25 años. Durante mucho tiempo hablé de esa violación a un nivel intelectual, como si fuera algo que le hubiera pasado a otra persona. Yo sabía muy bien que me había pasado a mí, pero sencillamente no me producía ninguna sensación. Por un tiempo me quité el bulto de encima”.
“Empecé a tener recuerdos retrospectivos. Me llegaban como un golpe de agua. Estaba aterrorizada. Repentinamente comencé a revivir la violación. Cada momento era sobrecogedor. Sentía que mi cabeza se movía un poco, sacudiéndose, pero no era verdad. Me sofocaba o se me secaba la boca y mi respiración cambiaba. Me notaba como flotando. No sentía el cojín sobre el cual estaba sentada ni mi mano sobre el brazo del sillón. Parecía estar dentro de una burbuja, como si flotara. Sentía mucho miedo. Tener esos recuerdos retrospectivos me causaba opresión. Me dejaban agotada.
“La violación tuvo lugar una semana antes de Navidad. Cuando se acercan esas fechas siento me siento como un hombre lobo. Se produce en mí un cambio hacia la ansiedad y el miedo que siento es increíble“.
El trastorno de estrés postraumático (TPT) es un estado debilitante que sucede tras un suceso traumático, de terror. Frecuentemente, las personas que lo padecen tienen persistentemente recuerdos y pensamientos espantosos de esa experiencia y se sienten emocionalmente paralizadas, especialmente hacia aquellas personas que hasta entonces habían estado cerca de ella. El TPT, conocido antes como sobresalto por proyectil o fatiga de batalla, puesto que fue observada y estudiada por primera vez en los veteranos de guerra, aunque puede ser el resultado de otros muchos incidentes traumáticos. Entre ellos se incluyen el rapto, los accidentes graves como choques de automóviles o de trenes, desastres naturales como inundaciones o temblores, ataques violentos tales como asaltos, violaciones o tortura, o ser plagiado. El evento que desata este trastorno puede ser algo que amenace la vida de esa persona o la de alguien cercano a ella. Incluso puede ser algo que vio, como por ejemplo la destrucción provocada tras la caída de un avión.
Cualquiera que sea la razón del problema, algunas personas con TPT repetidamente vuelven a vivir el trauma en forma de pesadillas y recuerdos inquietantes durante el día. Pueden también experimentar problemas de sueño, depresión, sensación de indiferencia o de entumecimiento o se sobresaltan fácilmente. Pueden perder el interés en cosas que antes les causaban alegría y les cuesta trabajo sentir afecto. Es posible que se sientan irritables, más agresivas que antes o incluso violentas.
El ver cosas que les recuerden el incidente puede ser muy molesto para ellos, lo cual lo que podría hacerles evitar ciertos lugares o situaciones que les traigan a la mente esos recuerdos. Los aniversarios del hecho traumático suelen ser días muy difíciles de superar.
El TPT puede presentarse a cualquier edad, incluyendo la niñez. El trastorno puede venir acompañado de depresión, de abuso de substancias químicas o de ansiedad. Los síntomas pueden ser ligeros o graves; las personas pueden irritarse fácilmente o tener violentos arranques de cólera o de mal humor. En casos severos, los afectados pueden tener dificultad para trabajar o para llevar una vida social. En general, los síntomas pueden ser peores si el evento que los ocasionó fue obra de una persona (p. ej.: una violación), en lugar de ser un desastre natural (p. ej.: una inundación.).
Los eventos ordinarios pueden traer el trauma a la mente e iniciar recuerdos retrospectivos o imágenes intrusas. Un recuerdo retrospectivo puede hacer que la persona pierda contacto con la realidad y vuelva a vivir el evento durante un período de unos segundos, unas horas o, muy raramente, unos días. Los recuerdos retrospectivos se pueden presentar en forma de imágenes, sonidos, olores o sensaciones y esto hará que, generalmente, la persona crea que el evento traumático está volviendo a repetirse.
No todas las personas traumatizadas sufren un verdadero caso de TPT y otras no lo experimentan en absoluto. Se diagnostica trastorno de estrés postraumático únicamente si los síntomas duran más de un mes. Las personas que lo padecen generalmente comienzan a presentar los síntomas tres meses después del trauma y el curso de la enfermedad varía. Hay quienes se recuperan dentro de los siguientes 6 meses; a otros, los síntomas les duran mucho más tiempo. En algunos casos, la condición puede ser crónica. Ocasionalmente, la enfermedad no se detecta sino hasta varios años después del suceso traumático.
Los medicamentos antidepresivos y los que se recetan para aminorar la ansiedad, pueden disminuir los síntomas de la depresión y los problemas de sueño; y la psicoterapia, especialmente la terapia cognitivo-conductual, debe formar parte del tratamiento. En ocasiones, y como parte de la terapia, puede ayudar el exponerse a los recuerdos del trauma como parte de la terapia, por ejemplo, regresar a la escena de una violación. Por último, el apoyo de los familiares y amigos es muy importante, puesto que puede agilizar la recuperación.
Cómo recibir ayuda en los casos de trastornos de ansiedad
Si usted o alguna persona que usted conoce presenta síntomas de ansiedad, lo mejor que puede hacer inicialmente es visitar al médico de familia. Un médico puede ayudarle a determinar si los síntomas son debidos a un trastorno de ansiedad, a alguna otra condición médica o a ambos. Generalmente, el siguiente paso para recibir tratamiento en un trastorno de ansiedad es acudir a un profesional de salud mental.
Entre los profesionales que pueden ayudarle están los psiquiatras, los psicólogos, los trabajadores sociales y los consejeros. Sin embargo, lo mejor es buscar un profesional especializado en terapia cognitivo-conductual o en terapia de conductual y que esté dispuesto a usar medicamentos en caso de que sean necesarios.
Condiciones Coexistentes
Muchas personas padecen un sólo tipo de trastorno de ansiedad, pero no es raro que venga acompañado de otra enfermedad como por ejemplo depresión, problemas alimentarios, alcoholismo, abuso de substancias químicas u otro trastorno de ansiedad.
Frecuentemente, quienes padecen un trastorno de pánico o fobia social, por ejemplo, también experimentan la intensa tristeza y el desaliento asociado con la depresión, o se hacen adictos al alcohol. En esos casos, estos problemas también necesitarán atenderse.
A veces, los psicólogos, los trabajadores sociales y los consejeros trabajan unidos con un psiquiatra u otro médico, que será quien recete los medicamentos cuando éstos sean precisos. Para algunas personas la terapia de grupo o los grupos de auto-ayuda son una parte útil del tratamiento. A muchas personas les es más útil una combinación de estas terapias.
Cuando usted busque a un profesional de la salud es importante que pregunte qué tipos de terapia usa generalmente o si tiene medicamentos disponibles. Es importante que usted se sienta cómodo con la terapia. De no ser éste el caso, busque ayuda en otro profesional. Sin embargo, si usted ha estado tomando medicamentos, es importante no cortar abruptamente el uso de algunos de ellos, sino irlos rebajando bajo la supervisión de su médico. Asegúrese de preguntar a su médico cómo dejar de tomar un medicamento.
Recuerde, sin embargo, que cuando usted encuentre a un profesional de la salud con el cual se sienta satisfecho, ustedes dos estarán trabajando en equipo. Entre los dos podrán desarrollar el plan para el tratamiento de su trastorno de ansiedad (que podrá incluir medicamentos, terapia conductual o cognitivo-conductual), que consideren más apropiado. Sin embargo, los tratamientos para trastornos de ansiedad no necesariamente ofrecen un resultado inmediato. Su médico o terapeuta puede pedirle que siga un plan específico de tratamiento durante varias semanas para determinar si está ofreciendo resultados.
El NIMH continúa su búsqueda de nuevos y mejores tratamientos para las personas con trastornos de ansiedad. El Instituto apoya un programa muy amplio y multifacético sobre trastornos de ansiedad; sus causas, diagnóstico, tratamiento y prevención. Esta investigación involucra estudios de trastornos de ansiedad en los humanos así como investigaciones de la base biológica sobre ansiedad y sus fenómenos, en los animales. Es parte de un esfuerzo masivo para vencer a los más grandes trastornos mentales; es un esfuerzo que se está llevando a cabo durante la década de los 90 que el Congreso ha designado como la Década del Cerebro.
Mensaje del "National Institute of Mental Health"
La investigación llevada a cabo y apoyada por el "National Institute of Mental Health" ofrece esperanza a millones de personas que sufren de enfermedades mentales así como a sus familiares y amigos. A través de muchos años de trabajo con animales y con personas, los investigadores nos han permitido comprender mejor las funciones del cerebro y han expandido considerablemente la capacidad de los profesionales de la salud mental para diagnosticar, dar tratamiento y prevenir los trastornos mentales y del cerebro.
El "National Institute of Mental Health" es parte de los "National Institutes of Health" (NIH), la principal agencia del gobierno federal para investigación biomédica y de comportamiento humano. El NIH es parte del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos.
Este folleto fue escrito por Marilyn Dickey, escritora independiente en Washington, DC.
Todo el material en esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso del Instituto; se agradecería que se mencionara como fuente de información.
Para más información respecto a NIMH y sus programas, por favor envíe un e-mail a nimhinfo@nih.gov
Marilyn Dickey
Colaboradora del NIMH
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