Para ayudar a los niños en el aprendizaje de los valores y, en especial, a la formación de una autodisciplina, los padres deben aprender a satisfacer sus necesidades, pero también a defender sus propios límites con sensibilidad y seguridad, a determinar sus diversas responsabilidades y obligaciones, al tiempo que definan claramente qué y cuándo pueden dar.
Hay que establecer límites para nuestros hijos y nosotros mismos; enseñar al niño que cuando se le dice que no puede hacer una cosa, no la debe hacer. Si dejamos que las cosas ocurran o hacemos caso omiso de ellas, actuaremos como maestros que imparten lecciones de indiferencia, inatención, apatía y les daremos a nuestros hijos ejemplos que contribuirán a su confusión.
Los niños catalogados de "malcriados" empiezan por ser traviesos pero lo son no porque lo hayan decidido así; en ocasiones lo son por ignorancia, porque no les han dado las señales adecuadas de actuar de otra forma, o porque son seres humanos aunque sólo tengan meses o años. Son personas que tienen curiosidad de provocar una reacción, que desean intentar una u otra actividad y ver qué pasa. No es que sean difíciles o que tengan un problema psicológico, simplemente hacen notar que son personas, que no son fáciles y que están dispuestos, incluso, a una confrontación; que necesitan que se les enseñe a desarrollar la autodisciplina.
Debemos ser conscientes de que a los niños desde muy pequeños, aún cuando no han adquirido el habla, hay que enseñarles a distinguir entre “el bien y el mal”, de una manera eficaz y no dañina. Lo importante es que aprendan a comportarse bien, pero no a la fuerza, sino por la persuasión para que adopten principios sociales y de comportamiento.
De aquí que se haya aprendido que siempre es oportuno darle al niño una alternativa, sugerirle que puede hacer otra cosa para que no se quede con las manos vacías.
En esta guía, hay que tener muy claro que como humanos, los niños y adultos estamos predispuestos para ser seres sociales. Nos necesitamos los unos a los otros; nos necesitamos para satisfacer nuestras necesidades económicas y sociales, experimentar amor y compañerismo y enfrentarnos a la vida cotidiana. Todo el mundo precisa de atención, contacto humano, relaciones efectivas y atención positiva. Éstos son motivadores primordiales de conducta, en especial para los niños. Pero, la atención crea dependencia. Un niño rara vez dirá: "¿sabes, mamá? Ya me has prestado bastante atención por hoy. Voy a jugar tranquilamente y dejar que tú trabajes un poco".
La atención crea un hábito en los niños quienes están diseñados para desearla y apreciarla hasta el punto que nunca les parece suficiente. En la mayoría de los casos la atención que los adultos prestan a los niños, es negativa y cuanta más atención negativa reciban, más inseguros se tornarán, lo que a su vez los llevará a querer atraer aún más atención. Este ciclo puede convertirse en un problema porque la atención negativa no es ni mucho menos tan satisfactoria como la positiva. Es posible que parezca que a los niños no les importa qué clase de atención reciben, positiva o negativa. Con frecuencia los padres preguntan al niño: "¿por qué haces que te grite?" La respuesta es que tal vez el niño quiere que le presten atención pero lamentablemente no sabe qué hacer para que le den atención positiva.
Lo ideal es prestar atención a los niños pero de manera positiva a la conducta apropiada, y retirarla en caso de conducta inapropiada aunque inofensiva. Es común que cuando los niños se portan mal, los padres retiren la atención positiva y presten atención negativa a esa conducta inapropiada, ya sea reprendiendo, sermoneando o gritando.
Para modificar la atención que los padres dan a sus hijos y para que sea positiva, pueden recurrir al elogio (refuerzo positivo). Pero deben hacerlo no como una técnica de control, sino como una reacción natural y sincera cuando se percaten de que sus hijos hicieron algo positivo o que esperaban de ellos.
Para que el elogio resulte efectivo, es necesario señalarle al niño las conductas específicas que puede identificar como formas de obtener la atención positiva de los mayores. Hay que seleccionar y concentrarse en esas conductas específicas y buscar las oportunidades para elogiar al niño cuando se comporte según ellas. Conviene elogiar también las conductas incompatibles con las que se quiera evitar.
El elogio explícito le aclara al niño por que ha merecido el reconocimiento, de modo que en el futuro pueda repetir la conducta. Con ello, también se le transmite qué es lo que consideramos relevante, es decir, sus valores. Es común que los padres pasen por alto una conducta apropiada, que la elogien con poco entusiasmo o que utilicen los elogios globales porque están cansados de pelear con conductas inapropiadas y no creen que el elogio cambie algo. Para que éste resulte y tenga éxito, es necesario que los padres cambien de actitud, pero aún así les llevará por lo menos un par de semanas tomar el paso.
Otra técnica útil y necesaria que se utiliza en la guía de los niños hacia la autodisciplina y la moderación, es ignorar (extinción). Un modo eficaz para eliminar las conductas que nos irritan, es simplemente ignorarlas. Muchos padres o maestros pensarán que con esta técnica no se hace nada para cambiar las cosas pero, finalmente, comprobarán que al ignorar sistemáticamente ciertos comportamientos y actuar como si no existieran, conseguirán resultados sorprendentes.
Cuando se lo proponen, los niños hacen cualquier cosa para conseguir la atención total e inmediata de sus padres; saben con exactitud lo que más les puede alterar o irritar especialmente en los momentos más delicados, en el recibidor de la casa cuando justo llegan los invitados, por ejemplo, o cuando se habla por teléfono o en la caja del supermercado. Si se ignora la conducta irritante cada vez que se produce, el niño dejará de hacerlo.
Hay que recordar que la extinción (ignorar y no reforzar su conducta) es el arte de no reaccionar ante los conductas que desagradan y prestar, al mismo tiempo, atención positiva a las que agradan. Nunca se debe hacer una cosa sin la otra. Sin embargo, antes de intentar esta estrategia, los padres tienen que valorar el comportamiento y decidir si pueden ignorar sin causar más conflictos. Es evidente que no debemos pasar por alto conductas peligrosas, como correr por la calle o subirse al refrigerador ni ignorar actos intolerables como pegar y morder.
Otro punto por considerar: la extinción es una técnica que sólo algunos padres utilizan eficazmente. En otros, sólo aumenta la tensión porque su capacidad para ignorar-extinguir es demasiado baja.
Es común que los niños se "hagan los sordos" cuando se les pide algo, pero no es porque en verdad sean sordos; se trata más bien de una tendencia suya a desconectarse hasta que el volumen de la voz paterna llega a un punto crítico determinado en que sabe que la cosa se pone seria.
Para acabar con este problema se requieren dos componentes esenciales: los padres tienen que decir lo que piensan y pensar lo que dicen, es decir, deben elegir sus palabras con cuidado y, después, apoyarlas con acciones justas, consecuentes y con sentido. El niño aprenderá rápidamente a escuchar la primera vez que se le pida algo.
Ya que los niños se distraen con tanta facilidad, los padres deben asegurarse de que el pequeño los mira cuando le hablan. Éste podría ser el factor más importante para conseguir que el niño siga las instrucciones de sus padres o, simplemente, para que escuche. Hay que enseñar lo que significa el contacto visual.
Hay veces en que es necesario el contacto físico para conseguir la atención de un niño. En este caso, es conveniente tocarle ligeramente el hombro y girarlo suavemente.
Cuando el pequeño mira a sus padres al hablarle, es bueno elogiarlo y agradecérselo. Más adelante, se le puede elogiar por escuchar y por hacer sin demora lo que se le pide.
Tenemos la costumbre de hablarle a los hijos con voz severa o levantamos la voz al pedirle algo. Con esto sólo conseguimos que aprenda a desconectarse hasta que la voz de sus padres alcance el volumen máximo. Si éstos se dan cuenta de que cada vez levantan más la voz, deben detenerse, respirar profundamente, restablecer el contacto visual, hablar lentamente y con mucha claridad. Decir: "Andrea (con largas pausas entre palabra y palabra y con contacto visual), quiero... que... recojas... tu... ropa... y... que... la... pongas... en... el... cesto... ahora".
Si se le pregunta al niño: "¿Qué tal si recoges la ropa?", no sería de extrañar que contestara: "¡Ahora no!". En cambio, si se le dice: "Ahora podemos lavar los platos", no se le da lugar a decir "No, ahora no". Cuando no hay ninguna duda de lo que se quiere que haga el niño, debemos formular afirmaciones definitivas que le indiquen exactamente lo que tiene que hacer, cuándo, dónde y cómo.
No deben usarse palabras que el niño no comprenda. Hable clara y sencillamente. No hable demasiado. Las instrucciones o explicaciones largas pueden hacer que el niño pierda interés o se olvide de lo que se le dijo al principio. Los niños tienen una capacidad limitada para recordar retahílas de información verbal. La comunicación corta y simple con su consecuencia lógica se entiende y recuerda infinitamente mejor que un largo discurso. Es mejor ofrecer al niño una elección clara: "o guardas la bicicleta ahora o no la verás durante el fin de semana".
Los padres deben explicarle al niño los sentimientos que les producen sus acciones o actitudes en lugar de criticarlo directamente.
Los progenitores deben estar conscientes de que inculcar autodisciplina y moderación mediante la modificación de la conducta de un niño, requiere de tiempo y de motivación adecuada. Al principio, hay que recompensar cualquier progreso, usando premios para modelar la nueva conducta. Posteriormente, se requerirán menos esfuerzos para mantenerla. Los padres tienen que definir con exactitud las normas que desean transmitir a sus hijos y, por supuesto, lo que quieren que el niño haga más a menudo. Con la máxima precisión que sea posible, hay que definir qué debe hacer para obtener la recompensa. No hay que decir: "debes ser más responsable", sino: "por favor, haz bien la cama por las mañanas". En este proceso de transmitir autodisciplina a los hijos, los padres deben recompensar los progresos iniciales con premios inmediatos y diarios. Su capacidad de recibirlos debe ser el doble al inicio del plan. La primera vez que guarde correctamente sus juguetes, puede adquirir un pequeño regalo. Incremente gradualmente las obligaciones a medida que progrese. Por ejemplo, si la meta es que ordene los juguetes en su sitio cuando haya terminado de jugar, al principio se le da una recompensa inmediata cuando guarde un juguete. Cuando ya haya obtenido varios premios, habrá que cambiar el criterio, para que ordene otros dos juguetes y reciba la misma recompensa. Con el tiempo, habrá que aumentar lo que se espera de él todavía más para modelar su conducta, pero no hay que hacer cambios demasiado rápidos.
Eso sí, habrá que eliminar gradualmente los refuerzos. Así, hay que entregar los premios diarios en días alternos, después cada tercer día, hasta llegar a recompensar excepcionalmente. En este proceso, los padres deben tener presente que no amenazarán al niño con castigarlo y luego no cumplir. No hay que darle una segunda, tercera, décima oportunidad antes de entrar en acción. Se debe decir lo que se va a hacer y hacer lo que se ha dicho en todas las ocasiones. La falta de consistencia y las amenazas vanas conducen a que la mala conducta se afiance más y sea más resistente al cambio.
Características de la modificación de conducta:
• Relación con la psicología del aprendizaje.
• Metodología experimental
• Adaptado a las características del paciente.
• Centrado en el aquí y ahora (centrarse en el problema que actualmente tiene el paciente, pero
sin olvidar el pasado del mismo).
• Recurre a la evaluación conductual (recoger y estudiar aquella información relevante de cara a
la terapia: qué le ocurrió al paciente, qué factores han hecho que aparezca y cuáles hacen que se
mantenga el problema).
• Criterio de cambio: conductas manifiestas.(Mejora a nivel conductual o motor).
Este paradigma del Condicionamiento Operante (CO) se incluye dentro de las escuelas psicológicas conductuales, que a modo de resumen tienen en común como principios básicos:
• Todas las conductas, tanto normales como anormales, son producto de un proceso de aprendizaje.
• La adquisición, elicitación, mantenimiento y extinción de las conductas se rigen por las leyes del
aprendizaje
• Los síntomas psicopatológicos son propiamente la enfermedad, es decir el tratamiento ha de ser
sintomático.
Desde el CO se establece que las leyes que rigen el condicionamiento están en función de las consecuencias contingentes a la emisión de las conductas, es decir que su emisión o no dependen de los cambios que produzcan en el ambiente (operacionalmente definidos como reforzadores. positivos o negativos), en todo caso modulado por la existencia de estímulos discriminativos que aumentan la probabilidad de contingencia del reforzamiento o no de la conducta. Así en función del efecto que produzca la contingencia sobre la conducta obtendremos un proceso de reforzamiento si lo que se consigue es el aumento de la tasa conductual o uno de disminución de tasa de emisión de la conducta en casos de castigo o extinción. Lo que queda recogido para mayor claridad en la tabla I.
Tabla I. Resumen de las contingencias posibles tras la emisión de una conducta y sus implicaciones en el aprendizaje según el CO
Aparece resultado en medio (contingencia +) Desaparece resultado en medio (contingencia -)
Resultado operacional apetitivo (Reforzador positivo) Reforzamiento positivo Extinción
Resultado operacional aversivo (Reforzador negativo) Castigo Reforzamiento negativo
El reforzamiento positivo busca el incremento de la probabilidad de aparición de una respuesta deseable presentando consecuencias positivas para el sujeto cuando realiza dicha respuesta.
Características de un reforzador útil:
1.- Los reforzadores deben ser resistentes a la saciación. Para ello:
- Hemos de utilizar diversos premios.
- Utilizar reforzadores condicionados generalizados y señales de logros de rendimiento.
2.- Los reforzadores deben ser administrados en unidades pequeñas.
- Es más eficaz un reforzador frecuente y en dosis pequeñas que otro más esporádico y en dosis mayores.
3.- Los reforzadores deben ser administrados inmediatamente después de la realización de la conducta deseada.
- Esta estrategia es fundamental al principio.
- Para incrementar la tolerancia del niño a la demora en el reforzamiento.
a) Podemos utilizar reforzadores simbólicos (ej: fichas) y verbales.
b) Mantener informado al niño de por qué conducta se le refuerza.
4.- La administración del reforzador debe hacerse exclusivamente bajo el control de los padres o tutores:
- Si el niño tiene acceso a reforzadores suministrados por otras personas, tiene el control sobre
ellos,son más potentes, o se le otorgan de forma no contingente, el efecto del tratamiento se
anula.
5.- Los reforzadores deben ser compatibles con el programa global de tratamiento.
- Evitar las incongruencias entre el objetivo del programa y los reforzadores utilizados
(ej. No utilizar golosinas para reforzar a un niño obeso, o armas de plástico como recompensa
cuando tratamos al matón de la clase).
6.- Los reforzadores deben ser prácticos.
- Deberían ser imaginativos, baratos, sin efectos indeseables, poder administrarse con facilidad y
disponer de ellos en cantidad suficiente.
El reforzamiento negativo consiste en retirar un estímulo aversivo contingentemente a la realización de una determinada conducta. Para incrementar la tasa de emisión de una conducta se hace desaparecer algo desagradable para el niño cada vez que emita la respuesta operante que queremos incrementar.
Para aprovechar esta técnica hay que aplicarle antes algo desagradable para que desaparezca tras su conducta. Así, se mantiene la estimulación aversiva hasta que el niño emita la conducta que se desea incrementar.
Es imprescindible para el funcionamiento de la técnica que expliquemos al niño las condiciones bajo las cuales vamos a eliminar la situación desagradable con el fin de que entienda lo que hacemos y asocie el fin de la estimulación aversiva con la emisión de la conducta deseada que queremos incrementar.
Por otra parte la terminación del estímulo aversivo debe ser contingente, inmediata y consistente, es decir, debe aplicarse todas las veces que ocurra la conducta en el menor lapso de tiempo posible. De igual modo el tiempo en el que debe retirarse la estimulación aversiva debe ser suficiente para permitir disfrutar del alivio.
Es una técnica poco usada porque obliga previamente a someter al niño a una situación aversiva. Además es precisamente esto lo fundamental de la técnica ya que hemos de asegurarnos que el estímulo o situación sea suficientemente aversivo para el niño o de lo contrario su desaparición no le provocará alivio y por tanto no habrá servido de nada.
En terapia se utiliza muy pocas veces ya que puede ocasionar huidas y conductas agresivas (no conviene olvidar que sometemos al niño a una estimulación aversiva durante bastante tiempo). Por lo tanto, siempre que podamos optar por otra técnica lo haremos.
Aunque las técnicas de castigo tienen una eficacia evidente para reducir conductas excesivas, hemos de tener presente los inconvenientes que conllevan. Produce reacciones emocionales como la ansiedad que dificultan el aprendizaje de nuevas conductas alternativas y pueden provocar conductas de escape y evitación no deseadas pudiendo además generalizarlas. El niño sometido a castigo aprende del modelo a castigar y éste tiende a perpetuar este tipo de comportamiento ya que la conducta de castigar queda reforzada al conseguir que cese algún comportamiento aversivo.
Conviene también recordar que aunque la conducta castigada disminuye inicialmente, no se mantiene estable sino que se recupera rápidamente cuando deja de ser sometida a castigo. Por otra parte los efectos que conseguimos son muy específicos y la conducta disminuye sólo en situaciones específicas que suelen estar acompañadas del agente castigador.
Extinción
- Hay que especificar las condiciones bajo las cuales se va a aplicar la extinción.
- Usarlo a la vez que el reforzamiento positivo de conductas adecuadas alternativas
incompatibles.
- Se identifican todos los reforzadores positivos que mantienen la conducta y que deben
ser retirados.
- Advertir y preparar para el posible incremento de la conducta a corto plazo.
- Hay que mantener el procedimiento durante el tiempo suficiente para comenzar a mostrar
efecto.
- Es normal que aparezcan reacciones emocionales como la agresividad.
- No es adecuado cuando la conducta debe eliminarse de golpe porque resulta físicamente
dañina para el individuo u otras personas.
- Se producen recuperaciones espontáneas, si ocurre esto proceder otra vez a la extinción.
Estos cambios ambientales, así como las conductas pueden tener tres niveles de análisis (cognitivo, motor y psicofisiológico). Así el ejemplo que se describe permite ser conceptualizado como se recoge en la tabla II.
Tabla II. Conducta problema: Mutismo selectivo
Estímulo discriminativo
Conducta
Consecuencias
Presencia de extraños
No emisión motora de habla
Evitar contacto visual
Cogniciones específicas
Respuesta psicofisiol.
(RPF)
Aumento del nivel de atención de figuras relevantes
Disminución de ansiedad
Mientras que la remisión del caso mediante una conducta adaptada, es decir el objetivo terapéutico, se podría, análogamente conceptualizar como se recoge en la tabla III.
Tabla III. Conducta adaptada: Relación social mediante el habla
Estímulo discriminativo
Conducta
Consecuencias
Presencia de cualquier situación social donde se requiera interacción por habla
Emisión motora del habla
Cogniciones específicas
No activación RPF
Reforzamiento social
El mecanismo de adquisición y establecimiento de la conducta adaptada, o de cualquier conducta, pasa por un procedimiento de aprendizaje en tres fases:
1- Inclusión de la conducta adaptada dentro del repertorio conductual del niño
2- Extinción diferencial de conductas incompatibles con la conducta adaptada
3- Generalización de la conducta adaptada fuera de las situaciones controladas
En el caso que se describe existe evidencia de que el niño tiene la conducta adaptada en su repertorio conductual (habla con los padres y abuelos maternos). Sin embargo se elicita la conducta incompatible al haber presente cualquier cambio situacional (cualquier otro adulto o niño de mayor tamaño). El plan terapéutico que se establece es incluir una técnica de refuerzo sobre la conducta adaptada en detrimento de las inadaptadas. Es decir aumentar la tasa de conductas adaptadas y extinguir la conducta incompatible.