AGRESIVIDAD Y CULPA
Agresividad y culpa son emociones relacionadas y con componentes comunes. Veamos sus semejanzas y diferencias.
Agresividad: es la emoción que surge cuando se percibe una situación nociva y se cree que se puede cambiar o eliminar.
Culpa: Es la agresividad hacia uno mismo. La culpa es una mezcla emocional, es una emoción híbrida compuesta por agresividad, ansiedad y tristeza. La ansiedad y la tristeza por las posibles consecuencias del comportamiento y agresividad motivada por el deseo de cambiarlo, de haberlo hecho de otro modo.
Según la terapia cognitiva las situaciones en principio son neutras, nosotros somos los que las convertimos en elementos capaces de crearnos tal o cual emoción. En contra de lo que solemos pensar, las emociones o los sentimientos son creados por nuestro pensamiento. Ningún acontecimiento tiene capacidad para crearnos una emoción determinada. Es lo que nos decimos sobre esa situación lo que nos provoca el sentimiento.
SITUACIÓN (A) - PENSAMIENTO (B) -EMOCIÓN (C)
A x B =
Ante una situación como que un amigo me pida un favor y yo me niegue, dependiendo de cuál sea mi pensamiento viviré diferentes emociones, si pienso “Desde luego qué egoísta soy, tampoco me costaba tanto hacerlo” me sentiré culpable. En cambio si pienso “Me hubiera gustado hacerlo, pero me venía mal” tendré un emoción neutra; pero si pienso “¡Pero qué se ha creído que soy, una ONG!” seguramente sentiré agresividad.
Estos ejemplos dejan claro que las emociones, y la culpa y la agresividad son algunas de ellas, están causadas por lo que pensamos de las situaciones y no por la situación en sí misma. Nos sentiremos culpables si a la hora de hablarnos sobre situaciones vividas nos decimos que no hemos cumplido tal o cual norma o que deberíamos haber hecho tal o cual cosa. Nos sentiremos agresivos si pensamos que son otros los que deberían haberlo hecho. Las normas pues, son en muchos casos, el origen tanto de la culpa, como de la agresividad.
Una norma es un esquema, lo habitual es que nos sean inculcados de modo que aprendemos que si los seguimos obtendremos el máximo beneficio para nosotros y para el grupo, en este sentido las normas son útiles. Pero tienen un gran inconveniente: su rigidez, están para cumplirlas, ese es su objetivo y es evidente que cuantas más se tiene más difícil es seguirlas todas porque, entre otras cosas, muchas de ellas son incompatibles entre sí. Si para cada uno de nosotros resulta complicado atenernos a nuestras normas, qué decir de la expectativa de que otros las cumplan que tanta agresividad nos genera a veces. Vamos a profundizar un poco más en esta emoción que tanto desgaste ocasiona a veces.
La agresividad se dispara de forma automática ante determinadas situaciones, en general frente a las que interfieren con nuestros objetivos. Como toda emoción tiene una función, en este caso preparar al cuerpo para el esfuerzo necesario para vencer el obstáculo que se ha presentado.
El problema con esta emoción puede surgir de diferentes formas:
La conducta violenta puede ser un medio para conseguir determinados objetivos cuando no somos capaces de lograrlos por otros métodos. En este caso nuestra conducta responde a un déficit de habilidades y puede mejorar adquiriéndolas.
Cuando hemos aguantado demasiado y saltamos por algo sin importancia. En realidad reaccionamos a todo lo que nos ha ocurrido previamente. Como nuestra reacción se considera desmesurada, tenderemos a reprimirnos y aguantar más, en consecuencia nuestra siguiente reacción violenta será mayor y seguiremos en ese círculo vicioso. Para salir de ese círculo vicioso el camino no es aguantar más, sino poder reaccionar de forma inmediata a los problemas y frustraciones. En ese caso la reacción es más adecuada y comedida porque las razones que nos llevan a reaccionar serán muchas menos.
Otro problema puede surgir cuando nosotros interpretamos que existe un ataque y una dificultad que no es vista de la misma forma por los demás. Este problema suele ocurrir cuando reaccionamos ante las intenciones de los demás en lugar de reaccionar ante los hechos explícitos. El juicio de intenciones es la causa más frecuente que nos puede llevar a tener reacciones violentas desmesuradas y desproporcionadas.
El trabajo psicológico con la culpa y la agresividad se encamina hacia una reevaluación cognitiva de la situación, valorando si los pensamientos que están generando la emoción se ajustan a la realidad o son producto de una excesiva rigidez a la hora de aplicar las normas. Se trabajan también otro tipo de habilidades, si fuera necesario en cada caso; como fomentar habilidades que nos ayuden a defender nuestros derechos, aprender a comunicar nuestras emociones de manera más útil, aprender a responsabilizarnos y no culpabilizarnos de los hechos y aceptar las situaciones cotidianas que no podemos modificar sin llenarnos de ira por ellas.
Agresividad y culpa son emociones relacionadas y con componentes comunes. Veamos sus semejanzas y diferencias.
Agresividad: es la emoción que surge cuando se percibe una situación nociva y se cree que se puede cambiar o eliminar.
Culpa: Es la agresividad hacia uno mismo. La culpa es una mezcla emocional, es una emoción híbrida compuesta por agresividad, ansiedad y tristeza. La ansiedad y la tristeza por las posibles consecuencias del comportamiento y agresividad motivada por el deseo de cambiarlo, de haberlo hecho de otro modo.
Según la terapia cognitiva las situaciones en principio son neutras, nosotros somos los que las convertimos en elementos capaces de crearnos tal o cual emoción. En contra de lo que solemos pensar, las emociones o los sentimientos son creados por nuestro pensamiento. Ningún acontecimiento tiene capacidad para crearnos una emoción determinada. Es lo que nos decimos sobre esa situación lo que nos provoca el sentimiento.
SITUACIÓN (A) - PENSAMIENTO (B) -EMOCIÓN (C)
A x B =
Ante una situación como que un amigo me pida un favor y yo me niegue, dependiendo de cuál sea mi pensamiento viviré diferentes emociones, si pienso “Desde luego qué egoísta soy, tampoco me costaba tanto hacerlo” me sentiré culpable. En cambio si pienso “Me hubiera gustado hacerlo, pero me venía mal” tendré un emoción neutra; pero si pienso “¡Pero qué se ha creído que soy, una ONG!” seguramente sentiré agresividad.
Estos ejemplos dejan claro que las emociones, y la culpa y la agresividad son algunas de ellas, están causadas por lo que pensamos de las situaciones y no por la situación en sí misma. Nos sentiremos culpables si a la hora de hablarnos sobre situaciones vividas nos decimos que no hemos cumplido tal o cual norma o que deberíamos haber hecho tal o cual cosa. Nos sentiremos agresivos si pensamos que son otros los que deberían haberlo hecho. Las normas pues, son en muchos casos, el origen tanto de la culpa, como de la agresividad.
Una norma es un esquema, lo habitual es que nos sean inculcados de modo que aprendemos que si los seguimos obtendremos el máximo beneficio para nosotros y para el grupo, en este sentido las normas son útiles. Pero tienen un gran inconveniente: su rigidez, están para cumplirlas, ese es su objetivo y es evidente que cuantas más se tiene más difícil es seguirlas todas porque, entre otras cosas, muchas de ellas son incompatibles entre sí. Si para cada uno de nosotros resulta complicado atenernos a nuestras normas, qué decir de la expectativa de que otros las cumplan que tanta agresividad nos genera a veces. Vamos a profundizar un poco más en esta emoción que tanto desgaste ocasiona a veces.
La agresividad se dispara de forma automática ante determinadas situaciones, en general frente a las que interfieren con nuestros objetivos. Como toda emoción tiene una función, en este caso preparar al cuerpo para el esfuerzo necesario para vencer el obstáculo que se ha presentado.
El problema con esta emoción puede surgir de diferentes formas:
La conducta violenta puede ser un medio para conseguir determinados objetivos cuando no somos capaces de lograrlos por otros métodos. En este caso nuestra conducta responde a un déficit de habilidades y puede mejorar adquiriéndolas.
Cuando hemos aguantado demasiado y saltamos por algo sin importancia. En realidad reaccionamos a todo lo que nos ha ocurrido previamente. Como nuestra reacción se considera desmesurada, tenderemos a reprimirnos y aguantar más, en consecuencia nuestra siguiente reacción violenta será mayor y seguiremos en ese círculo vicioso. Para salir de ese círculo vicioso el camino no es aguantar más, sino poder reaccionar de forma inmediata a los problemas y frustraciones. En ese caso la reacción es más adecuada y comedida porque las razones que nos llevan a reaccionar serán muchas menos.
Otro problema puede surgir cuando nosotros interpretamos que existe un ataque y una dificultad que no es vista de la misma forma por los demás. Este problema suele ocurrir cuando reaccionamos ante las intenciones de los demás en lugar de reaccionar ante los hechos explícitos. El juicio de intenciones es la causa más frecuente que nos puede llevar a tener reacciones violentas desmesuradas y desproporcionadas.
El trabajo psicológico con la culpa y la agresividad se encamina hacia una reevaluación cognitiva de la situación, valorando si los pensamientos que están generando la emoción se ajustan a la realidad o son producto de una excesiva rigidez a la hora de aplicar las normas. Se trabajan también otro tipo de habilidades, si fuera necesario en cada caso; como fomentar habilidades que nos ayuden a defender nuestros derechos, aprender a comunicar nuestras emociones de manera más útil, aprender a responsabilizarnos y no culpabilizarnos de los hechos y aceptar las situaciones cotidianas que no podemos modificar sin llenarnos de ira por ellas.
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