lunes, 1 de septiembre de 2008

LA DEPRESIÓN INFANTIL (TRISTEZA)

LA DEPRESIÓN INFANTIL (TRISTEZA)




Posibles Factores Desencadenantes

Tratamiento


Los niños y los adolescentes pueden sufrir depresión al igual que los adultos. Se habla en estos casos de depresión infantil. Pese a que hace unos años, no se admitía la existencia de la depresión infantil, se ha comprobado lo contrario. La depresión infantil tiene síntomas comunes con la de los adultos, pero además tiene otras peculiaridades debidas principalmente a la dependencia que el niño tiene con los adultos y su proceso de cambio continuo.



Esta alteración se presenta de muchas formas con grados y duración variados. Se define como un trastorno cuando la sintomatología depresiva persiste e interfiere con las capacidades y actividad de la persona. Normalmente todo ser humano presenta una depresión en situaciones de maltrato específicas. Lo que es muy importante de considerar tanto para su tratamiento como para su prevención.



La depresión infantil puede definirse como una situación afectiva de tristeza mayor en intensidad y duración que ocurre en un niño. Se habla de depresión mayor, cuando los síntomas son mayores de 2 semanas, y de trastorno distímico, cuando estos síntomas pasan de un mes.



Los expertos en el tema de depresión infantil, a través de numerosas investigaciones han llegado a la aceptación de los siguientes síntomas característicos y criterios de la depresión infantil (Del Barrio 1997): tristeza, irritabilidad, anhedonia (pérdida del placer), llanto fácil, falta del sentido del humor, sentimiento de no ser querido, baja autoestima, aislamiento social, cambios en el sueño, cambios de apetito y peso, hiperactividad, disforia e ideación suicida. Esta definición operativa puede ser utilizada como guía diagnóstica y tiene la ventaja de representar un núcleo de coincidencia de un amplio espectro de la comunidad científica.



Los niños que viven con mucha tensión, que han experimentado una pérdida importante o que tienen desórdenes de la atención, del aprendizaje o de la conducta corren mayor riesgo de sufrir una depresión. Dos son los factores de riesgo más destacados en esta patología. En primer término está el que tiende a presentarse en determinadas familias. Y en segundo término, la existencia de situaciones de maltrato, que fundamentalmente afectan a la seguridad del niño y del adolescente.



Algunos de los problemas un niño puede tener son:

• Sentirse triste la mayoría del tiempo, llorando con más facilidad
• Desesperanza
• Sentirse amargado y molesto la mayoría del tiempo
• Querer estar a solas la mayoría del tiempo, se aleja de sus amigos y de la familia
• No querer las comidas preferidas o comer demasiado para sentirse mejor
• Perder o ganar peso
• Quejarse de dolores de barriga y de cabeza
• Perder el interés por jugar con sus juguetes o amigos favoritos
• Deterioro en los estudios y ausencias frecuentes de la escuela
• Querer morir o desaparecer para siempre, habla de escaparse de casa
• Tener problemas en dormir por la noche o el no querer levantarse por la mañana
• Preocuparse mucho o tener miedo de que algo malo le vaya a pasar
• Presenta una comunicación pobre
• Se aburre y se cansa con facilidad
• Presenta menos energía o concentración
• Está más irritable o demasiado sensible frente a pequeñas frustraciones, montando rabietas
o berrinches con más facilidad.
• Se le nota extremamente sensible hacia el rechazo y el fracaso
• Expresa baja autoestima, depreciándose a ellos mismos y sentimientos de culpabilidad
• Elige “finales tristes” para sus cuentos y representaciones
• Se comporta de una manera agresiva
• Sufre una regresión, hablando como un bebé u orinándose en la cama


Es así como niños y adolescentes deprimidos pueden mostrar cambios en su modo de ser habitual. Aquel que era muy sociable pasa a estar solo la mayor parte del tiempo. O pierde interés por todo. Y las cosas de que gustaba dejan de agradarlo. Igualmente, en ocasiones los niños y adolescentes deprimidos se refieren a que quisieran estar muertos o pueden hablar del suicidio. También, tratando de sentirse mejor pueden recurrir al alcohol u otras drogas



Por otra parte y paradójicamente, sucede con cierta frecuencia que se portan mal en la casa y en la escuela sin que nadie se dé cuenta de que están sufriendo una depresión porque eventualmente no parecen estar tristes. Entonces, para los padres y los maestros se trata simplemente de mala conducta. Aunque, algunas veces ellos admiten que están tristes o que son infelices (evidentemente en confidencias con quienes tienen confianza).



Es entonces, importante el que los padres y los adultos relacionados con el niño conozcan esta sintomatología, lo que indudablemente da la posibilidad de una intervención precoz, con todas las ventajas que ésta conlleva.



Crecer hace inevitable el tener cierto grado de inseguridad, y los niños no están demasiado preparados para enfrentarse a esa inseguridad y aún menos para ver el lado positivo de esos primeros traumas, conflictos, malentendidos o pérdidas. Cuando los niños sienten que han perdido el control y que son débiles, acuden a cualquier estrategia que les permita obtener un alivio de esa dicha situación (rabietas, llantinas, agresiones, etc.) Estos son las estrategias más primitivas utilizadas para reducir la vulnerabilidad y recuperar parte del control que han perdido.



Con el tiempo, esas técnicas de autocontrol que utiliza el niño se convierten en hábitos y el niño se acostumbra a usarlas en momentos de tensión o cambios “amenazantes” en su entorno. Esos hábitos son los que conforman su sistema cognitivo actual y, cuando hay problemas que no saben resolver o se ven amenazados, aparecen los pensamientos irracionales de indefensión, desesperanza, ansiedad, culpa, etc.



Cuando la inseguridad hace que el niño de sienta vulnerable e inútil, la ansiedad y la depresión no son más que intentos erróneos que pretenden recuperar el control. La ansiedad lo hace por medio de un derroche de energía (preocupación, berrinches, rabietas, evitación de personas y actividades preocupantes, etc.), mientras que la depresión lo hace por medio de un ahorro de energía (aislamiento, fatiga, dejar de preocuparse, desatención, etc.). Desgraciadamente, más que ayudar la ansiedad o la depresión se convierten en parte del problema, en un aparte importante.



La ansiedad moviliza todos los recursos de anticipación que posee intentando prepararse (lograr el control) para la amenaza; y la depresión controla mediante la desvinculación de lo que se percibe como una amenaza.



La inseguridad crea un sentimiento de vulnerabilidad; cuando se siente débil, querer estar en lugares seguros, buscando la seguridad y el control de la situación, parece un deseo natural y constructivo. Pero una vida controlada siempre nos lleva a mayor ansiedad y desesperación: a más control se tenga, más control se busca, nunca es suficiente porque parece lo suficientemente seguro.



La verdad es que la vida no se puede controlar y lo que confunde al niño es que ese control temporal ofrece un alivio temporal. La respuesta es incentivar el sentido de confianza en uno mismo que en vez de controlar la vida consiga que el niño se enfrente a los problemas y le ayudemos a buscar soluciones viables.

Principales y más frecuentes situaciones de maltrato que se encuentran en la base de las depresiones infantiles:
1) Las situaciones de pérdida específicas:
- de personas (duelos y separación)
- de animales
- de cosas (juguetes, refuerzos, etc.)
2) Pérdida directa de la seguridad por respaldo social:
- en relación a personas individuales
- rechazo y expulsión de grupos
3) Deterioro de la autoestima:
- En ambientes académicos
- En círculo de amistades
- En el seno de la familia (el niño “malo”, peleador, flojo...)

Posibles Factores Desencadenantes

• Acontecimiento o evento estresante: La aparición de un acontecimiento o evento estresante puede favorecer la existencia de pensamientos depresores, sobre todo en estas edades en las que el niño es mucho más vulnerable. Por lo general, la reiteración del fracaso (culpabilizar al niño de ciertos fracasos) y la ansiedad que suele acompañar a estos acontecimientos puede hundir al niño en un estado de indefensión, haciendo que se inhiba más, si cabe.

• La familia: Constituye un ambiente especialmente importante, tanto por las influencias que tiene en el comportamiento infantil, como por el conjunto de relaciones que en ella se configura. Por lo que cualquier conflicto que se de en la familia puede afectar directamente al niño, por ejemplo, disputas familiares o inestabilidad de la convivencia familiar.

• El carácter permisivo de los padres: Éste es un factor que quizás sea más determinante en chavales algo más mayores, pero a estas edades influye el que los padres riñan constantemente al niño por jugar con algo o que no le dejen experimentar como es propio en estas edades, es decir, que no le dejen tocar, moverse...

• La escolarización: El rendimiento escolar o las relaciones que se dan en la escuela, pueden propiciar la aparición de pensamientos depresivos. Este factor junto con los otros no suelen ser los únicos motivos de la depresión infantil, generalmente se dan combinados y con otros trastornos, como hiperactividad, agresividad, lo que hace difícil la detección de la depresión.

Tratamiento



Los padres o adultos a cargo de los niños afectados pueden intentar distintas acciones que indicaremos más adelante, las que dan posibilidades de modificar esta problemática de forma satisfactoria. De no lograrse éxito en su aplicación en un tiempo prudencial es necesario consultar a un especialista, debido a los riesgos que conlleva el que este cuadro se prolongue.



Un alto riesgo de sufrir depresión se encuentra en los niños que han experimentado una pérdida importante, tanto de seres queridos como de cosas o situaciones esenciales para ellos. O que presentan desórdenes de la atención, del aprendizaje o de la conducta. O, sometidos a otras problemáticas o situaciones de maltrato graves.



Es igualmente necesario tener en cuenta que constituye un factor de riesgo importante el ser miembro de familias con disposición a la depresión. Sin embargo, en nuestra experiencia el factor de mayor influencia, aparte de las pérdidas significativas mencionadas, es la pérdida de la seguridad social o su deterioro derivada de una baja autoestima.



Es decir, se trata de buscar la forma de modificar las situaciones negativas o, en última instancia, de abandonarlas. Se trata de trabajar sobre las situaciones que inciden en la depresión que viva el niño o adolescente. Esto, según nuestra experiencia, da posibilidades de superar esta problemática en una cantidad de casos y en corto tiempo, de contar con la cooperación de al menos parte de los implicados en los respectivos sistemas de interacción. Sin duda que los agentes de elección para intervenir allí son principalmente los adultos, aunque se debe estar abierto para obtener la cooperación de niños o de los adolescentes si ello es posible.



Las personas adultas que son importantes para el niño son las que tienen una mayor influencia sobre el proceso cognitivo del niño y por consiguiente intervendrán en él de manera más eficiente. Al mismo tiempo hay que dotar al niño de recursos propios que le permitan hacer frente a esas situaciones y le ofrezcan garantía de éxito para futuros problemas. Así como ayudarle a aumentar su autoestima proponiéndole actividades donde tengan cierto éxito y así promocionar el refuerzo.

• Que se puede hacer:

- No ignore los síntomas de depresión. Dé mas atención de lo normal a su hijo. Juegue con él y así le será más fácil hablar sobre sus problemas. Lea libros infantiles con temas relacionados, dibuje, pinte, construya un puzzle con su hijo. Debe dedicarle un momento especial y único y así, crear un ambiente más cercano y de confianza.

- Hágale preguntas y esté atento a las “pistas”. Un niño en edad de escolarización primaria puede llegar a decir “soy tonto”. No se trata simplemente de apoyarlos diciéndoles que no lo son, pregúnteles sobre el porqué piensa que es así, si pasó algo en la escuela, etc. El niño podrá contestar diciendo que todo es una porquería. Y entonces pregúntele qué es lo que le parece malo. Lo importante es indagar sobre lo que piensa el niño. El niño necesita de atención, del interés por su parte.

- Establezca y mantenga las rutinas. El niño necesita sentirse arropado por una disciplina. Se sienten colaboradores y partícipes cuando se establece un horario para cada actividad. Los “limites” los pide él. Por ejemplo: no existe nada más cálido y lleno de afecto como leer un cuento antes de dormir, y ser bien arropado en su camita. De esta forma estarás diciendo al niño que los problemas no son culpa de ellos. Que todo continúa como antes y que él es importante para ti.

- Esté atento por si el niño tiene estrés. Es necesario reevaluar el calendario diario de actividades del niño. Pregúntese si tu hijo no está haciendo demasiadas cosas. Si no le estás sobrecargando de actividades. Puede que el niño se siente cansado y estresado.

- Tranquilice al niño. Nada mejor que mimarlos y a la vez averiguar sobre su rutina. Estar pendiente sobre el tipo de comida que más le gusta, si duerme toda la noche, si necesita de nuevas actividades y rutinas.

- Busque tratamiento psicológico en el caso de que su hijo empiece a aislarse, comportarse mal, o a hacer comentarios negativos sobre él mismo. Tendrás que confiar en su instinto. Si ves que el niño ha sobrepasado el límite de la normalidad, busque ayuda y apoyo psicológico. El diagnóstico y tratamiento temprano de la depresión son esenciales para los niños deprimidos. Comente el caso con el pediatra.

1 comentario:

Unknown dijo...

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