domingo, 24 de mayo de 2009

LA RELACIÓN DE OBJETO

LA RELACIÓN DE OBJETO

La relación de objeto, explica la forma en que la persona se relaciona con el mundo que lo rodea, que es el resultado complejo de una determinada organización de la personalidad. Desde esta perspectiva, el primer “objeto” para un niño sería la madre o el adulto significativo y la manera cómo se establece el vínculo entre madre e hijo es fundamental para el desarrollo de la personalidad. Spitz, ha hecho un importante aporte, pues investigó a fondo sobre el primer año de vida, estudiando sobre cómo se establece la relación de objeto, a través de observar directamente a lactantes, investigó cómo se desarrolla la díada madre - hijo, cómo evoluciona este vínculo, cuáles son las etapas y las alteraciones originadas en el trastorno de la relación.

Para él, estos cuadros son una respuesta somática del niño a un fallo del medio, a la privación materna. Son las manifestaciones más tempranas de la enfermedad psicosomática, precursora de las enfermedades psicosomáticas posteriores. Que viene a ser la respuesta directa del bebé - quien como sabemos posee un “Yo” muy poco estructurado - a traumas que no puede dominar.

Posteriormente en el proceso de desarrollo infantil que va de la dependencia absoluta a la autonomía relativa. Hay momentos claves o etapas críticas a las que los padres tienen que estar muy atentos con lo que le sucede al niño y especialmente por lo que les sucede internamente a ellos, en especial a la mamá, si ella ha sido el adulto significativo durante los primeros 2 años para el niño.

Pues a los 2 años aproximadamente, con la adquisición de la marcha, se produce un impacto psicológico muy profundo en el niño, ya que ahora es él quien determina dónde ir manejando, según sus deseos y necesidades, su cuerpo en el espacio. Lo que le genera al niño sentimientos de fortaleza.

De acuerdo con cómo viva el niño esta independencia o dependencia y a cómo esta situación sea tomada por la madre, para la Dra. Bekei se producen distintos tipos de relación del niño con la mamá, que pueden determinar, en el caso que no sean vividos en forma adecuada, efectos patológicos diversos.

En su experiencia, en esta etapa la mamá puede fallar reforzando la dependencia excesiva o patológica, lo que lleva a la formación de enfermedades psicosomáticas.

La autora considera que conductas maternas diametralmente opuestas, pueden provocar trastornos idénticos, en esta fase en la que el niño manifiesta conductas de independencia (ya no siguen a los padres a todos lados, empiezan a decir “no”, no aceptan que los dirijan, quieren hacer las cosas solos, etc.) Si la mamá alienta la independencia del niño y no lo acoge cuando el niño se acerca a ella buscando ser reasegurado, puesto que inconscientemente rechaza que se aleje, el miedo del niño por perder definitivamente a la mamá, si se anima a alejarse, paralizará los intentos de éste de independizarse. Y de esta manera, la dependencia excesiva o simbiótica se perpetúa.

Por otra parte, si la mamá pone obstáculos a los intentos de independencia del niño, negando su amor al niño cuando éste se afirma, el niño paraliza su proceso de independización. Frases como “Si sales a la calle, ya no te quiero”; “Si no te portas bien, me voy y te dejo solo”, confunden y angustian gravemente al niño en esta etapa.

Finalmente, se logra un compromiso: para poder conservar el amor de mamá manteniendo la dependencia, y seguir construyendo su proceso de independencia y personalización simultáneamente, el niño tiene que enfermarse, instalándose la enfermedad psicosomática.

Este es un aporte para reflexionar sobre los vínculos y la importancia de los padres y en especial la madre en los primeros años y de cómo podemos apoyar a nuestros hijos y ayudarlos a que crezcan sanos y fuertes en todo sentido.

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