¿Adicción a Internet?
Desde hace tiempo van apareciendo noticias relacionadas con la adicción a Internet en numerosos medios de comunicación. En no pocas ocasiones tales noticias tienen un carácter sensacionalista que está muy alejado de la realidad. Sin embargo, desde ámbitos clínicos profesionales también se han publicado diferentes trabajos acerca del componente adictivo-compulsivo de Internet. Muy poco se ha dicho en torno a la metodología de estos trabajos, de modo que han sido aceptados sin grandes objeciones e incluso han dado lugar a centros virtuales y presenciales de tratamiento.
Goldberg y Young han sido los primeros y mayores defensores del reconocimiento de un hipotético trastorno por adicción a Internet como categoría diagnóstica con validez clínica, definiéndolo a partir de los criterios diagnósticos del DSM IV para el juego patológico. Se describe como un trastorno de características adictivas-compulsivas caracterizado por la existencia de tolerancia, dependencia y síndrome de abstinencia. Sin embargo, la validez de esa caracterización es cuestionable, por cuanto la utilización de Internet persigue reforzadores de carácter eminentemente social, en los que la comunicación tiene un papel fundamental y que son muy diferentes de los que rigen la conducta del jugador patológico.
Las críticas más destacadas sobre esa nueva categoría diagnóstica están basadas en deficiencias metodológicas importantes de los trabajos realizados hasta la fecha al respecto. Parte de ellas tienen que ver con el sistema de muestreo seguido y el sesgo que ello supone. El muestreo mediante grupos autoseleccionados, que ha sido prácticamente el único utilizado hasta el momento, puede aceptarse para trabajos de naturaleza exploratoria, pero supone un serio riesgo establecer juicios clínicos aceptando como representativas de la población de internautas aquellas muestras que llegan hasta los cuestionarios alojados en páginas web. Este procedimiento da más relevancia a la presencia de aquellos internautas que pasan más tiempo conectados. En gran medida quedan fuera de estos estudios los navegantes de tipo ocasional, y se obvia también a aquellos que utilizan de modo monográfico un recurso en especial, como es el caso de los chats o de los juegos en red. A todo ello, como observa Juan Alberto Estallo, se añaden tamaños muestrales francamente cortos.
En los estudios que constatan la existencia de un grupo de sujetos que permanecen conectados durante períodos prolongados de tiempo, no se dice nada acerca de si estos sujetos presentan algún problema previo. En los cuestionarios utilizados resulta habitual la ausencia de ítems relacionados con la existencia de antecedentes psiquiátricos personales, problemas médicos, discapacidades, déficits de relación, situaciones de soledad, dificultades de relación interpersonal, problemas de pareja, que podrían ser una alternativa razonable a los diagnósticos de abuso aparente de Internet.
Un modelo más plausible que el de la adicción, para explicar la elevada utilización de Internet, puede ser el siguiente. Cuando se es un nuevo usuario o se descubre un nuevo recurso en Internet, se produce una fase de encanto, que se caracteriza por elevados tiempos de consumo. Un tiempo después aparece una caída del uso que corresponde a una percepción mas objetiva de lo que es Internet en sí o el recurso recientemente descubierto. Finalmente aparece una fase de estabilidad donde el recurso o el uso de Internet en sí mismo halla su espacio natural en las actividades del sujeto. De este modo es esperable que, una vez alcanzado el tercer nivel, se vuelva ocasionalmente al primero, con lo que se da al uso de Internet un carácter fásico semejante al de cualquier otra actividad humana. Los estudios realizados mediante cuestionarios colocados en páginas web, en consecuencia, serán rellenados con mayor probabilidad por aquellas personas que se encuentran en la primera fase (de encanto), por lo que se obtienen datos sesgados. No es suficiente conseguir este tipo de datos, que no revelan nada respecto a la evolución de la utilización de Internet en cada persona, sino que ofrecen una instantánea sesgada. Para trabajar con datos representativos sería necesario realizar un seguimiento del uso de Internet. Datos longitudinales serían más fiables y permitirían contrastar la hipótesis de utilización fásica.
Una vía alternativa reside en considerar la existencia de un uso abusivo de la tecnología en general. Este uso podría evolucionar de modo adaptativo o bien desviarse hacia situaciones desadaptativas, ya sea en modo generalizado o en algún aspecto específico.
Desde hace tiempo van apareciendo noticias relacionadas con la adicción a Internet en numerosos medios de comunicación. En no pocas ocasiones tales noticias tienen un carácter sensacionalista que está muy alejado de la realidad. Sin embargo, desde ámbitos clínicos profesionales también se han publicado diferentes trabajos acerca del componente adictivo-compulsivo de Internet. Muy poco se ha dicho en torno a la metodología de estos trabajos, de modo que han sido aceptados sin grandes objeciones e incluso han dado lugar a centros virtuales y presenciales de tratamiento.
Goldberg y Young han sido los primeros y mayores defensores del reconocimiento de un hipotético trastorno por adicción a Internet como categoría diagnóstica con validez clínica, definiéndolo a partir de los criterios diagnósticos del DSM IV para el juego patológico. Se describe como un trastorno de características adictivas-compulsivas caracterizado por la existencia de tolerancia, dependencia y síndrome de abstinencia. Sin embargo, la validez de esa caracterización es cuestionable, por cuanto la utilización de Internet persigue reforzadores de carácter eminentemente social, en los que la comunicación tiene un papel fundamental y que son muy diferentes de los que rigen la conducta del jugador patológico.
Las críticas más destacadas sobre esa nueva categoría diagnóstica están basadas en deficiencias metodológicas importantes de los trabajos realizados hasta la fecha al respecto. Parte de ellas tienen que ver con el sistema de muestreo seguido y el sesgo que ello supone. El muestreo mediante grupos autoseleccionados, que ha sido prácticamente el único utilizado hasta el momento, puede aceptarse para trabajos de naturaleza exploratoria, pero supone un serio riesgo establecer juicios clínicos aceptando como representativas de la población de internautas aquellas muestras que llegan hasta los cuestionarios alojados en páginas web. Este procedimiento da más relevancia a la presencia de aquellos internautas que pasan más tiempo conectados. En gran medida quedan fuera de estos estudios los navegantes de tipo ocasional, y se obvia también a aquellos que utilizan de modo monográfico un recurso en especial, como es el caso de los chats o de los juegos en red. A todo ello, como observa Juan Alberto Estallo, se añaden tamaños muestrales francamente cortos.
En los estudios que constatan la existencia de un grupo de sujetos que permanecen conectados durante períodos prolongados de tiempo, no se dice nada acerca de si estos sujetos presentan algún problema previo. En los cuestionarios utilizados resulta habitual la ausencia de ítems relacionados con la existencia de antecedentes psiquiátricos personales, problemas médicos, discapacidades, déficits de relación, situaciones de soledad, dificultades de relación interpersonal, problemas de pareja, que podrían ser una alternativa razonable a los diagnósticos de abuso aparente de Internet.
Un modelo más plausible que el de la adicción, para explicar la elevada utilización de Internet, puede ser el siguiente. Cuando se es un nuevo usuario o se descubre un nuevo recurso en Internet, se produce una fase de encanto, que se caracteriza por elevados tiempos de consumo. Un tiempo después aparece una caída del uso que corresponde a una percepción mas objetiva de lo que es Internet en sí o el recurso recientemente descubierto. Finalmente aparece una fase de estabilidad donde el recurso o el uso de Internet en sí mismo halla su espacio natural en las actividades del sujeto. De este modo es esperable que, una vez alcanzado el tercer nivel, se vuelva ocasionalmente al primero, con lo que se da al uso de Internet un carácter fásico semejante al de cualquier otra actividad humana. Los estudios realizados mediante cuestionarios colocados en páginas web, en consecuencia, serán rellenados con mayor probabilidad por aquellas personas que se encuentran en la primera fase (de encanto), por lo que se obtienen datos sesgados. No es suficiente conseguir este tipo de datos, que no revelan nada respecto a la evolución de la utilización de Internet en cada persona, sino que ofrecen una instantánea sesgada. Para trabajar con datos representativos sería necesario realizar un seguimiento del uso de Internet. Datos longitudinales serían más fiables y permitirían contrastar la hipótesis de utilización fásica.
Una vía alternativa reside en considerar la existencia de un uso abusivo de la tecnología en general. Este uso podría evolucionar de modo adaptativo o bien desviarse hacia situaciones desadaptativas, ya sea en modo generalizado o en algún aspecto específico.
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