miércoles, 3 de junio de 2009

Redes

Redes

Es difícil decidir qué sucesos o personas hay que incluir entre los antecedentes del estado actual de cualquier tema. Internet es el resultado de la confluencia de cambios y desarrollos tecnológicos y sociales muy diversos. Una de las líneas de evolución que ha dado lugar a la aparición de Internet es la tecnología de telecomunicaciones. Las señales de humo y los avisos visuales que se transmitían de torre a torre en las cadenas de puestos de vigilancia de la Gran Muralla china eran ya una forma de telecomunicación. Las torres de este tipo de fortificaciones de la antigüedad estaban dispuestas de modo que siempre había contacto visual entre una de ellas y la siguiente. Si desde una de las torres se observaba la aproximación de enemigos, se hacía una señal visual a la torre siguiente y esta, a su vez, la transmitía a otra. De esa forma la información llegaba con rapidez a distancias que podían ser considerables, lo que permitía decidir qué debía hacerse y, además, disponer de tiempo suficiente para reaccionar. Las vías de conexión entre los puestos de vigilancia de la Gran Muralla permitían también enviar soldados con celeridad a aquellos lugares donde fueran necesarios. En definitiva, la Gran Muralla era una estructura que hacía posible la transmisión de señales y la reasignación eficiente de recursos.



Desde entonces hasta 1884, año en el que Morse estableció el primer enlace telegráfico, pasaron milenios; desde la época de Morse hasta nuestros días han transcurrido poco más de 100 años. En esos cien años parece haberse progresado a un ritmo cualitativamente distinto al que se avanzó en el pasado. Tenemos la suerte de vivir una época de expansión inflacionaria de los avances tecnológicos, y pocos dirían que los riesgos que esa situación conlleva no se ven compensados por los beneficios que proporciona.

Parece razonable mantener una actitud optimista ante el progreso. De todos modos, a veces se cae en el error de pensar, con cierto etnocentrismo, que la nuestra es una época de cambios revolucionarios, sin parangón con lo que ocurría en el pasado. En realidad el fenómeno de Internet se ha repetido varias veces a lo largo de la historia de la humanidad. Lo que en la actualidad nos parece algo completamente nuevo y revolucionario lo es sólo en apariencia.

El desarrollo de redes es un fenómeno muy frecuente. Según lo registrado en algunos libros de historia, la Gran Muralla se empezó a construir en el siglo VII antes de nuestra era. En el año 657 a.n.e., se levantó una primera fortificación de más de 500 kilómetros. Durante el período de los Reinos Combatientes (475-221 a.n.e.) hubo otros reinos que edificaron sus murallas. Qin Shi Huangdi, primer emperador de la dinastía Qin (221-206 a.n.e.), ordenó reparar y unir las fortificaciones aisladas del norte, de modo que se formó una sola de más de cinco mil kilómetros, de oeste a este. Más tarde, en muchas dinastías se construyeron murallas en las zonas fronterizas contiguas a las habitadas por nómadas del norte. La dinastía Ming (1368-1644) continuó enlazando tramos dispersos y amplió en dieciocho ocasiones la Gran Muralla, con lo que esta llegó a alcanzar una longitud de 6.350 kilómetros.

Como este podrían exponerse infinidad de ejemplos de construcción y desarrollo de redes, cuya dinámica es siempre muy semejante en algunos aspectos generales.

Internet, la red de redes, de forma similar, creció a base de conectar redes menores que trabajaban por separado. El sistema resultante tiene hoy propiedades que van más allá de la suma de sus partes, como ocurre con cualquier sistema. Las construcciones defensivas dispersas iniciales tenían un carácter defensivo que se vio trascendido con su interconexión para dar lugar a la Gran Muralla. De forma parecida, el significado actual de Internet va más allá de lo que se podía imaginar a partir de las propiedades de las redes antes de su interconexión.

La primera utilización remota de un ordenador tuvo lugar en los laboratorios Bell, en 1940. La primera red de ordenadores fue desarrollada como mecanismo de defensa aérea en los Estados Unidos y data de principios de los años sesenta. Hasta 1994 los dominios educativos fueron mayoritarios en Internet, pero desde 1995 la hegemonía ha sido para los dominios comerciales.

Ese cambio de hegemonía de dominios es el reflejo de otro cambio, consistente en la sustitución del paradigma de la investigación exploratoria por el de la producción eficiente.

Inicialmente Internet era una comunidad regulada por estructuras informales de reconocimiento de los méritos personales. Méritos que se basaban en la capacidad para hallar soluciones a los problemas que iban apareciendo y en la disposición a compartirlas. Aquellos que encontraban las mejores soluciones recibían como recompensa únicamente el reconocimiento de los otros miembros de la comunidad. Los que destacaban especialmente recibían la consideración de "gurú". La comunidad de Internet era en esos momentos un auténtico pandemónium. Su funcionamiento se parecía bastante al del programa que Oliver Selfridge bautizó con ese nombre en los albores de la inteligencia artificial. Consistía en una muchedumbre de demonios independientes; cuando surgiese un problema, todos ellos se pondrían a intentar resolverlo, y si uno no tenía éxito lo intentaría otro. A primera vista parece un derroche que un montón de gente intente resolver los mismos problemas, pero, al buscar la solución por caminos diferentes, exploran mejor el espacio de las posibilidades que un solo equipo trabajando de manera secuencial. La naturaleza trabaja de ese modo: más que con sistemas jerárquicos, asignación de tareas y sin despilfarros, se comporta como un niño que explora desordenada y lúdicamente diferentes posibilidades.

La actitud comunitaria basada en compartir información ha sido sustituida posteriormente, en gran parte, por una visión comercial, con lo que se han trasladado a la Red las prácticas económicas habituales de la sociedad. No obstante, sigue siendo fácil convertirse en proveedor de información a través de Internet, lo que lleva a que, junto al movimiento colonizador de la Red por parte de las instituciones oficiales y de los grupos económicos de mayor tamaño, coexista esa otra tendencia caótica que se mantiene todavía en la actualidad, heredera de los primeros tiempos. Coexisten flujos de información verticales y horizontales, y hay una cierta impresión de desorden.

Internet se asemeja a un sistema caótico en proceso de autoorganización, o a lo que Murray Gell-Mann (1995) llama un sistema complejo adaptativo. La comprensión de Internet desde ese marco conceptual no se ha ensayado todavía. Es posible que modelos de ese tipo permitan explicar fenómenos todavía oscuros de su dinámica e incrementar nuestra capacidad de previsión.

El momento a partir del cual comenzó la inflación de Internet fue cuando Tim Bertens Lee diseñó la primera World Wide Web en el CERN, en 1989. En 1992 Mark Andreassen y otros colaboradores desarrollaron en el NCSA la primera versión de Mosaic, una interfaz gráfica, predecesora de los actuales navegadores, que incrementaría notablemente la facilidad de uso de la WWW. Mosaic fue para Internet lo que Windows para la informática personal (o antes los ordenadores Macintosh). Ambos fueron avances hacia una interfaz ergonómica que facilitara la interacción con el ordenador y con la Red. Probablemente el siguiente paso sea la interfaz de realidad virtual. De hecho, las interfaces actuales son propiamente ya de realidad virtual, ya que simulan escritorios, oficinas, etc. A medida que el vínculo entre la interfaz y el usuario sea más íntimo, se ganará ergonomía. En el futuro será difícil ver dónde acaban las capacidades humanas y empiezan las de las máquinas. Muy probablemente aparecerán pronto interfaces que faciliten el acceso al ordenador y a la Red sin necesidad de inmovilizar físicamente al usuario, así como interfaces de realidad virtual mediante las cuales será difícil distinguir la ilusión de la realidad. Avanzando hacia el ciborg, ese organismo cibernético resultado de la hibridación hombre-máquina, los visionarios de la realidad virtual anticipan el momento en que las personas podrán olvidarse del cuerpo físico. Algunos de los visionarios más atrevidos aseguran que llegará el día en que se podrá copiar la información contenida en un cerebro, lo que implica también la conciencia y la identidad; y ese nuevo "yo" podrá seguir a partir de entonces un curso vital diferenciado.

Desde la aparición de la World Wide Web, Internet se ha caracterizado por la interconexión mediante hipertexto. Vannebar Bush en los años cuarenta y Ted Nelson en los sesenta ya anticiparon con claridad el futuro. Bush definía un "memex" como un dispositivo en el que una persona puede almacenar todos sus libros, discos, archivos y cartas, y que permite recuperar la información siempre que sea necesario con suficiente velocidad y flexibilidad. Constaba de una pantalla para proyectar la información, y un teclado y una serie de botones para introducir órdenes. Ted Nelson, con su siempre inacabado proyecto Xanadú intentó materializar en la práctica la visión de Bush. Nelson acuñó el concepto y la expresión hipertexto por primera vez en 1965.

Las consecuencias de la máquina "memex", imaginada por Bush, y del hipertexto sobre la construcción del conocimiento tienen gran interés para los psicólogos. Algunos de los rasgos distintivos del libro se ven alterados. Las obras ya no son dadas por el autor, sino construidas por el lector. El mismo concepto de autor se transforma, desaparece como persona y es sustituido por una autoría distribuida. El hipertexto posibilita una lectura reticular, más parecida, dicen algunos, a la propia estructura del conocimiento. Es posible que la lectura secuencial tradicional posibilite seguir cadenas de razonamiento con mayor rapidez que una navegación libre por hipertexto, en la que el lector no se limita a dejarse llevar sino que debe descubrir activamente el conocimiento. En cualquier caso, es una cuestión de gran interés para la investigación empírica: delimitar aquellos propósitos para los que resulta más adecuada cada alternativa de estructuración del texto, secuencial o reticular.

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