El futuro ya está aquí
Las metáforas a que se ha recurrido para hablar de Internet son numerosas. "La autopista de la información" ha sido una de ellas. La carretera hace a la persona más independiente de su entorno inmediato. Puede elegir un trabajo cerca de su casa o bien otro más alejado al que va por la mañana y del que regresa por la tarde. Puede hacer la compra en una tienda próxima o en un centro comercial no tan cercano. La carretera libera a la persona de las ataduras de su entorno inmediato y le abre más posibilidades de elección. Con Internet se va un paso más allá. Uno puede elegir relacionarse con su entorno inmediato o buscar otras opciones en lugares distintos, ya sea personal o profesionalmente. Ya no se depende del entorno inmediato en el que es posible moverse caminando, ni del entorno comprendido por la distancia razonable a que se puede llegar en unos minutos u horas por la carretera; virtualmente puede accederse a cualquier parte del mundo casi al instante.
En lugares como las aldeas de las zonas rurales de hace no muchos años la gente vive en un entorno en el que se confunden las actividades. Se come, se duerme, se trabaja, se establecen vínculos de amistad prácticamente en el mismo sitio. Las relaciones sociales resultan evidentes, se puede ver a las personas formando parte de una comunidad espacial y temporalmente bien definida, los vínculos resultan visibles. La carretera y otros medios de comunicación hacen que comiencen a diferenciarse las actividades y los espacios. El entorno familiar se distingue del laboral, y estos de otros en los que se establecen relaciones de amistad. Las relaciones sociales son menos evidentes, comienzan a ocultarse. El espacio en que antes de la carretera se compartía la vida familiar, laboral y personal se limita ahora a un tipo de relación. Se organizan mundos diferenciados y casi independientes, escasamente relacionados.
Es posible que Internet sea algo más que una ampliación cuantitativa de esos grados de libertad. Internet hace posible el concepto de aldea global. De igual forma que las actividades sociales se confundían en la aldea antes de la llegada de la carretera, parece que van a confundirse de nuevo en el futuro gracias a Internet. Desaparecerá la diferenciación de actividades en espacios porque habrá un único espacio. Podrá romperse la separación de actividades que conlleva la necesidad de desplazarse del lugar donde se desarrolla una función al lugar donde se realiza otra. Colaboradores, familiares y amigos, todos estarán al alcance en cualquier momento y en cualquier lugar. No será necesario estar en un sitio concreto para trabajar porque se podrá conectar con el ordenador del puesto de trabajo desde cualquier lugar. Tampoco será necesario esperar a que empiece la jornada laboral para comenzar a trabajar, o dejar de hacerlo cuando esta acabe. Se estará siempre trabajando y desde cualquier lugar. El estudiante ya no dependerá de lo que le ofrezca la universidad de su ciudad, podrá ser alumno de cualquier universidad del mundo. No será necesario abandonar el trabajo y llegar a casa para estar con la familia, porque la comunicación con ellos será permanente. Lo mismo ocurrirá con los vínculos de amistad.
No debe pensarse que todo esto son futuribles, porque en cierta medida ese futuro ya ha llegado. La oferta de programas educativos a través de Internet ya es considerable y crece a paso acelerado. Aunque algunos profesores universitarios siguen enseñando lo que aprendieron hace 20 o 30 años, las universidades como institución intentan adaptarse a los tiempos y ya no piensan en un área de influencia geográfica limitada, sino global. Lo mismo ocurre con algunas empresas: no sólo se plantean un mercado global, sino que han cambiado la cultura de las relaciones laborales. Se busca que el trabajador viva su trabajo personalmente, que se involucre. Se abandonan prácticas de control coercitivo y se ofrece al trabajador la posibilidad de diseñar su propia actividad. Lo laboral se mezcla con lo lúdico y con lo personal, alejándose de la alienación. Estas nuevas organizaciones se parecen más a corporaciones, a conjuntos de proyectos, que a unidades físicas permanentes.
Esa transición en la cultura de las relaciones laborales no está exenta de cierta tensión, no obstante. Algunos directivos pueden sufrir el temor a perder el control de su organización si ponen en marcha sistemas de correo electrónico o de acceso a Internet, con los que cualquier información subversiva o rumor se extienda fácil y rápidamente.
Otro temor frecuente es que los trabajadores utilicen parte de su tiempo de trabajo en actividades ajenas al mismo.
Una encuesta del instituto Vault (Menezes, 2001) sobre 451 empleados y 670 empresarios muestra que el 72% utilizan Internet casi a diario para leer la prensa y otras tareas no relacionadas con el trabajo. El 37% de los entrevistados admite que buscan otros empleos mejores a través de Internet en horario de trabajo. El 45% hacen planes para sus vacaciones o días de fiesta buscando información por Internet, el 13% graban música y el 11% entra en juegos en red, todo ello en horario de trabajo. Algunas empresas han tomado medidas contra empleados por el uso privado que hacen estos de los medios de comunicación que ponen a su disposición, pero su legalidad es cuestionable. En cualquier caso, este es un fenómeno que revela la mezcla del ámbito personal y laboral inducida por las tecnologías de la comunicación.
Internet sustenta relaciones de todos los tipos. Las listas de correo y los foros de discusión pueden dar soporte a grupos densos y delimitados en los que la comunicación se produce de manera abierta y pública. El correo electrónico y otros procedimientos de comunicación personal dan sustento a redes privadas, menos delimitadas, grupos de trabajo no limitados geográficamente, etc. Pero otras características de la comunicación que se establece a través de Internet sí que son peculiares. La primera de ellas es una cuestión de escala. Internet facilita que el número de intercambios crezca en una medida inalcanzable por ningún otro medio; proporciona contactos con personas de características sociales más diversas, atravesando barreras de estatus; da más control sobre el ritmo y el contenido de la divulgación de información sobre uno mismo. Estas características diferenciales hacen que Internet contribuya a la transición desde las comunidades y grupos de trabajo densos y delimitados, organizados a partir de la vecindad y del puesto de trabajo, hacia las comunidades y los grupos de trabajo dispersos y no delimitados, basados en intereses mutuos.
Las metáforas a que se ha recurrido para hablar de Internet son numerosas. "La autopista de la información" ha sido una de ellas. La carretera hace a la persona más independiente de su entorno inmediato. Puede elegir un trabajo cerca de su casa o bien otro más alejado al que va por la mañana y del que regresa por la tarde. Puede hacer la compra en una tienda próxima o en un centro comercial no tan cercano. La carretera libera a la persona de las ataduras de su entorno inmediato y le abre más posibilidades de elección. Con Internet se va un paso más allá. Uno puede elegir relacionarse con su entorno inmediato o buscar otras opciones en lugares distintos, ya sea personal o profesionalmente. Ya no se depende del entorno inmediato en el que es posible moverse caminando, ni del entorno comprendido por la distancia razonable a que se puede llegar en unos minutos u horas por la carretera; virtualmente puede accederse a cualquier parte del mundo casi al instante.
En lugares como las aldeas de las zonas rurales de hace no muchos años la gente vive en un entorno en el que se confunden las actividades. Se come, se duerme, se trabaja, se establecen vínculos de amistad prácticamente en el mismo sitio. Las relaciones sociales resultan evidentes, se puede ver a las personas formando parte de una comunidad espacial y temporalmente bien definida, los vínculos resultan visibles. La carretera y otros medios de comunicación hacen que comiencen a diferenciarse las actividades y los espacios. El entorno familiar se distingue del laboral, y estos de otros en los que se establecen relaciones de amistad. Las relaciones sociales son menos evidentes, comienzan a ocultarse. El espacio en que antes de la carretera se compartía la vida familiar, laboral y personal se limita ahora a un tipo de relación. Se organizan mundos diferenciados y casi independientes, escasamente relacionados.
Es posible que Internet sea algo más que una ampliación cuantitativa de esos grados de libertad. Internet hace posible el concepto de aldea global. De igual forma que las actividades sociales se confundían en la aldea antes de la llegada de la carretera, parece que van a confundirse de nuevo en el futuro gracias a Internet. Desaparecerá la diferenciación de actividades en espacios porque habrá un único espacio. Podrá romperse la separación de actividades que conlleva la necesidad de desplazarse del lugar donde se desarrolla una función al lugar donde se realiza otra. Colaboradores, familiares y amigos, todos estarán al alcance en cualquier momento y en cualquier lugar. No será necesario estar en un sitio concreto para trabajar porque se podrá conectar con el ordenador del puesto de trabajo desde cualquier lugar. Tampoco será necesario esperar a que empiece la jornada laboral para comenzar a trabajar, o dejar de hacerlo cuando esta acabe. Se estará siempre trabajando y desde cualquier lugar. El estudiante ya no dependerá de lo que le ofrezca la universidad de su ciudad, podrá ser alumno de cualquier universidad del mundo. No será necesario abandonar el trabajo y llegar a casa para estar con la familia, porque la comunicación con ellos será permanente. Lo mismo ocurrirá con los vínculos de amistad.
No debe pensarse que todo esto son futuribles, porque en cierta medida ese futuro ya ha llegado. La oferta de programas educativos a través de Internet ya es considerable y crece a paso acelerado. Aunque algunos profesores universitarios siguen enseñando lo que aprendieron hace 20 o 30 años, las universidades como institución intentan adaptarse a los tiempos y ya no piensan en un área de influencia geográfica limitada, sino global. Lo mismo ocurre con algunas empresas: no sólo se plantean un mercado global, sino que han cambiado la cultura de las relaciones laborales. Se busca que el trabajador viva su trabajo personalmente, que se involucre. Se abandonan prácticas de control coercitivo y se ofrece al trabajador la posibilidad de diseñar su propia actividad. Lo laboral se mezcla con lo lúdico y con lo personal, alejándose de la alienación. Estas nuevas organizaciones se parecen más a corporaciones, a conjuntos de proyectos, que a unidades físicas permanentes.
Esa transición en la cultura de las relaciones laborales no está exenta de cierta tensión, no obstante. Algunos directivos pueden sufrir el temor a perder el control de su organización si ponen en marcha sistemas de correo electrónico o de acceso a Internet, con los que cualquier información subversiva o rumor se extienda fácil y rápidamente.
Otro temor frecuente es que los trabajadores utilicen parte de su tiempo de trabajo en actividades ajenas al mismo.
Una encuesta del instituto Vault (Menezes, 2001) sobre 451 empleados y 670 empresarios muestra que el 72% utilizan Internet casi a diario para leer la prensa y otras tareas no relacionadas con el trabajo. El 37% de los entrevistados admite que buscan otros empleos mejores a través de Internet en horario de trabajo. El 45% hacen planes para sus vacaciones o días de fiesta buscando información por Internet, el 13% graban música y el 11% entra en juegos en red, todo ello en horario de trabajo. Algunas empresas han tomado medidas contra empleados por el uso privado que hacen estos de los medios de comunicación que ponen a su disposición, pero su legalidad es cuestionable. En cualquier caso, este es un fenómeno que revela la mezcla del ámbito personal y laboral inducida por las tecnologías de la comunicación.
Internet sustenta relaciones de todos los tipos. Las listas de correo y los foros de discusión pueden dar soporte a grupos densos y delimitados en los que la comunicación se produce de manera abierta y pública. El correo electrónico y otros procedimientos de comunicación personal dan sustento a redes privadas, menos delimitadas, grupos de trabajo no limitados geográficamente, etc. Pero otras características de la comunicación que se establece a través de Internet sí que son peculiares. La primera de ellas es una cuestión de escala. Internet facilita que el número de intercambios crezca en una medida inalcanzable por ningún otro medio; proporciona contactos con personas de características sociales más diversas, atravesando barreras de estatus; da más control sobre el ritmo y el contenido de la divulgación de información sobre uno mismo. Estas características diferenciales hacen que Internet contribuya a la transición desde las comunidades y grupos de trabajo densos y delimitados, organizados a partir de la vecindad y del puesto de trabajo, hacia las comunidades y los grupos de trabajo dispersos y no delimitados, basados en intereses mutuos.
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