La familia psicosomática: Un modelo orientado desde la terapia sistémica
La profunda preocupación que se genera en las ocasiones en las que el psicólogo se enfrenta al tema de las enfermedades psicosomáticas, ha guiado sus pasos hacia la búsqueda de un modelo efectivo de tratamiento. Tarea que resulta en gran medida difícil, por encontrase el estudio de los desórdenes psicosomáticos matizado por problemas substanciales tanto en el plano metodológico interpretativo como operativo.
Si llevamos a cabo un recorrido por la historia de las diversas investigaciones que sobre dichos síndromes se han realizado encontraremos que los modelos médico, psicodinámico y conductual han representado las principales líneas de estudio.
Dentro de las explicaciones de estos modelos se especifican tres componentes fundamentales: el biológico, el psicoemotivo y el socioambiental, en donde, dependiendo de la atención que depositen sobre uno de estos componentes (descuidando frecuentemente los otros o en ocasiones, se trata de relacionarlos); Se plantea un criterio de concatenación lineal, es decir, se establece una causalidad al modo de eslabones sucesivos de una cadena, de tal manera que uno es puntuado como la "causa" del que le sigue en el tiempo, esta acción es lo que se ha denominado causalidad lineal de la enfermedad.
Para cualquiera de estos modelos resulta claro que elegir alguno de estos tres componentes como punto de partida, en una cadena lineal permitirá explicar y operacionalizar a su vez la estrategia o estrategias terapéuticas utilizadas, recurriendo a hipótesis "somatogéneticas", "psicogéneticas" o "sociogéneticas" de la enfermedad psicosomática (Onnis, 1990).
Por tal razón, estas posturas han impuesto, inevitablemente, interpretaciones reductivas de la enfermedad psicosomática al proponer concepciones mecanicistas, en donde se recurre a operaciones analíticas por fragmentación y división, incurriendo en un error de simplificación, confundiendo la parte con el todo (cuando el todo no es la mera suma de las partes). Lo que lleva a una limitación en la maniobra terapéutica.
En consecuencia, la búsqueda de una visión que refleje la complejidad de los fenómenos observados, la coparticipación simultánea de los múltiples componentes que entran en juego y específicamente la correlación entre los mismos componentes, que en vez de encontrarse lineal y temporalmente ordenados, interactúan recíproca y circularmente entre sí se convierte en una tarea importante.
El pensar en tal vez sustituir los modelos lineales por otros modelos en donde se pudiera pensar en términos de causalidad circular donde se pueda enfatizar la importancia de las correlaciones recíprocas entre los diferentes componentes: biológicos, psicológicos y sociales, resultaría muy útil.
Es en especial el modelo sistémico el que en los últimos años ha suscitado un interés y aplicación importante en el sector de las ciencias humanas y más específicamente, el campo de la psicosomática (Minuchin, 1978; Pardo, 1984 y Onnis, 1990).
A partir del cambio gestado en los años 50's, donde se inicia una ruptura en el como era posible pensar lo psicológico, y cambiar este pensamiento ahora ya no sólo como un proceso meramente intrapsíquico sino como una construcción que tiene que ver con el contexto natural del individuo y sus interrelaciones con los sistemas con los que entra en contacto.
El modelo sistémico pone énfasis ya no en el estudio de las partes aisladas y fuera de contexto de un fenómeno, sino en la búsqueda de las "conexiones" entre ellas, con la plena convicción de que se puede percibir el fenómeno sólo en el seno de las interacciones recíprocas.
En contraste con las aproximaciones individualmente orientadas, la perspectiva sistémica incluye los componentes extraindividuales del proceso psicosomático los cuales siempre habían sido considerados periféricos a los marcos conceptuales individuales. Explorando la influencia pasada de los miembros de la familia en el desarrollo de los síntomas, así como también explorado la influencia de los miembros de la familia en el mantenimiento de esos síntomas en el presente.
Del estudio que se ha realizado con familias que tienen un miembro que padece un problema psicosomático, principalmente en niños (Familias Psicosomáticas), se postula que se presentan determinados tipos de organización familiar están estrechamente relacionados en el desarrollo y mantenimiento de síndromes psicosomáticos, en donde los síntomas (de dichos niños) juegan un papel importante en el mantenimiento de la homeostasis familiar (Minuchin, 1978). Por lo que el síntoma no puede ser definido solamente como la conducta de un miembro de la familia sino como producto de la interacción de todos los miembros, en otras palabras ahora la acción de una parte, es simultáneamente, la interrelación de otras partes del sistema.
Desde esta óptica se establece la existencia de tres factores que en conjugación facilitan el desarrollo de enfermedades psicosomáticas en niños (Minuchin, 1978; Pardo, 1984):
1) El niño se encuentra fisiológicamente vulnerable, es decir, se encuentra presente una disfunción orgánica específica, esta vulnerabilidad se encuentra relacionado a factores hereditarios en la familia.
2) La familia de estos niños presenta 4 características transaccionales que proveen el contexto para utilizar la enfermedad como un modo de comunicación y protección de la homeostasis.
Dichas pautas transaccionales son conocidas como:
A. Amalgamamiento que se refiere a una forma extrema de proximidad e intensidad en las interacciones familiares, los miembros de la familia se encuentran sobreinvolucrados recíprocamente.
B. Sobre protección que alude al alto grado de preocupación de los miembros de la familia por el bienestar de todos, los cuales se encuentran hipersensibles a las señales de tensión que denotan la aproximación de niveles peligrosos de conflicto.
C. Rigidez, aspecto que caracteriza más constantemente a los sistemas patológicos, la familia es particularmente resistente al cambio, sus relaciones con el exterior son particularmente escasas y se busca la conservación de la propia homeostasis.
D. Falta de resolución del conflicto a través de una serie de mecanismos para evitar y no agravar el desacuerdo que se presente, ocultándolo para que no estalle nunca abiertamente.
Ninguna de estas características sola parece suficiente para despertar y fortalecer los síntomas psicosomáticos. Sin embargo, este grupo de patrones es considerado como característico de un proceso familiar que estimula la somatización.
3) El niño enfermo juega un papel muy importante en los patrones de evitación de conflicto de la familia, dicha función es una fuente importante de reforzamiento para sus síntomas.
Visto desde este punto de vista el síntoma del paciente adquiere un nuevo significado dentro del sistema, convirtiéndose en un regulador del sistema familiar. La efectividad del síntoma en la regulación de esta estabilidad interna refuerza tanto la continuación del síntoma como de los aspectos particulares de la organización familiar en el cual emergió.
Por tal motivo el proponer este modelo como otra alternativa que podamos utilizar para ayudar a mitigar el dolor de las familias que tienen este problema podría ser un tema de reflexión dentro de nuestra práctica como profesionales de la salud mental.
Acontecimientos vitales y trastornos psiquiátricos
Los niños con trastornos psiquiátricos presentan una mayor frecuencia de AV y sufren una cantidad de estrés mayor que los niños de la población general en el año previo a la aparición de la sintomatología, no detectándose diferencias significativas en función de la edad y el sexo. De hecho, se calcula que el riesgo de padecer una enfermedad psiquiátrica aumenta entre dos y siete veces cuando el sujeto está sometido a altos niveles de estrés, y si se utiliza el concepto de riesgo atribuible puede deducirse que las circunstancias biográficas estresantes están implicadas en la génesis de la cuarta parte de los trastornos psiquiátricos.
La cantidad de estrés que sufre el individuo a lo largo de la vida varía en función de la edad, de tal forma que los adolescentes viven situaciones más estresantes que los niños y que requieren un mayor esfuerzo de adaptación.
La depresión es la enfermedad psiquiátrica que con más frecuencia se acompaña o va precedida de acontecimientos de pérdida o separación. La pérdida de uno de los padres durante la infancia es un AV frecuente en los antecedentes personales de los adultos que tienen trastornos depresivos, trastornos de ansiedad, intentos de suicidio y suicidio consumado. Los estilos educativos de los padres y el modo de interacción padres- hijo ha sido estudiado como un posible factor etiopatogénico de la depresión. En los niños con depresión suele darse una relación poco satisfactoria desde el punto de vista emocional con los padres, hermanos y otros familiares. A esto hay que añadir que muchos niños deprimidos tienen un padre o una madre que también padece un trastorno afectivo, con claras repercusiones en la interacción de la familia y en la interacción del padre o madre enfermo con el niño. Los hijos de padres afectados de depresión presentan tasas elevadas de complicaciones perinatales, retrasos cognitivos y emocionales y ansiedad a la separación de los padres. Cuando estos niños llegan a la edad escolar tienen dificultades de socialización y con frecuencia sufren hiperactividad, deficiente rendimiento escolar, enuresis y depresión. En la adolescencia los conflictos de rebeldía, conductas oposicionistas y problemas de socialización.
La profunda preocupación que se genera en las ocasiones en las que el psicólogo se enfrenta al tema de las enfermedades psicosomáticas, ha guiado sus pasos hacia la búsqueda de un modelo efectivo de tratamiento. Tarea que resulta en gran medida difícil, por encontrase el estudio de los desórdenes psicosomáticos matizado por problemas substanciales tanto en el plano metodológico interpretativo como operativo.
Si llevamos a cabo un recorrido por la historia de las diversas investigaciones que sobre dichos síndromes se han realizado encontraremos que los modelos médico, psicodinámico y conductual han representado las principales líneas de estudio.
Dentro de las explicaciones de estos modelos se especifican tres componentes fundamentales: el biológico, el psicoemotivo y el socioambiental, en donde, dependiendo de la atención que depositen sobre uno de estos componentes (descuidando frecuentemente los otros o en ocasiones, se trata de relacionarlos); Se plantea un criterio de concatenación lineal, es decir, se establece una causalidad al modo de eslabones sucesivos de una cadena, de tal manera que uno es puntuado como la "causa" del que le sigue en el tiempo, esta acción es lo que se ha denominado causalidad lineal de la enfermedad.
Para cualquiera de estos modelos resulta claro que elegir alguno de estos tres componentes como punto de partida, en una cadena lineal permitirá explicar y operacionalizar a su vez la estrategia o estrategias terapéuticas utilizadas, recurriendo a hipótesis "somatogéneticas", "psicogéneticas" o "sociogéneticas" de la enfermedad psicosomática (Onnis, 1990).
Por tal razón, estas posturas han impuesto, inevitablemente, interpretaciones reductivas de la enfermedad psicosomática al proponer concepciones mecanicistas, en donde se recurre a operaciones analíticas por fragmentación y división, incurriendo en un error de simplificación, confundiendo la parte con el todo (cuando el todo no es la mera suma de las partes). Lo que lleva a una limitación en la maniobra terapéutica.
En consecuencia, la búsqueda de una visión que refleje la complejidad de los fenómenos observados, la coparticipación simultánea de los múltiples componentes que entran en juego y específicamente la correlación entre los mismos componentes, que en vez de encontrarse lineal y temporalmente ordenados, interactúan recíproca y circularmente entre sí se convierte en una tarea importante.
El pensar en tal vez sustituir los modelos lineales por otros modelos en donde se pudiera pensar en términos de causalidad circular donde se pueda enfatizar la importancia de las correlaciones recíprocas entre los diferentes componentes: biológicos, psicológicos y sociales, resultaría muy útil.
Es en especial el modelo sistémico el que en los últimos años ha suscitado un interés y aplicación importante en el sector de las ciencias humanas y más específicamente, el campo de la psicosomática (Minuchin, 1978; Pardo, 1984 y Onnis, 1990).
A partir del cambio gestado en los años 50's, donde se inicia una ruptura en el como era posible pensar lo psicológico, y cambiar este pensamiento ahora ya no sólo como un proceso meramente intrapsíquico sino como una construcción que tiene que ver con el contexto natural del individuo y sus interrelaciones con los sistemas con los que entra en contacto.
El modelo sistémico pone énfasis ya no en el estudio de las partes aisladas y fuera de contexto de un fenómeno, sino en la búsqueda de las "conexiones" entre ellas, con la plena convicción de que se puede percibir el fenómeno sólo en el seno de las interacciones recíprocas.
En contraste con las aproximaciones individualmente orientadas, la perspectiva sistémica incluye los componentes extraindividuales del proceso psicosomático los cuales siempre habían sido considerados periféricos a los marcos conceptuales individuales. Explorando la influencia pasada de los miembros de la familia en el desarrollo de los síntomas, así como también explorado la influencia de los miembros de la familia en el mantenimiento de esos síntomas en el presente.
Del estudio que se ha realizado con familias que tienen un miembro que padece un problema psicosomático, principalmente en niños (Familias Psicosomáticas), se postula que se presentan determinados tipos de organización familiar están estrechamente relacionados en el desarrollo y mantenimiento de síndromes psicosomáticos, en donde los síntomas (de dichos niños) juegan un papel importante en el mantenimiento de la homeostasis familiar (Minuchin, 1978). Por lo que el síntoma no puede ser definido solamente como la conducta de un miembro de la familia sino como producto de la interacción de todos los miembros, en otras palabras ahora la acción de una parte, es simultáneamente, la interrelación de otras partes del sistema.
Desde esta óptica se establece la existencia de tres factores que en conjugación facilitan el desarrollo de enfermedades psicosomáticas en niños (Minuchin, 1978; Pardo, 1984):
1) El niño se encuentra fisiológicamente vulnerable, es decir, se encuentra presente una disfunción orgánica específica, esta vulnerabilidad se encuentra relacionado a factores hereditarios en la familia.
2) La familia de estos niños presenta 4 características transaccionales que proveen el contexto para utilizar la enfermedad como un modo de comunicación y protección de la homeostasis.
Dichas pautas transaccionales son conocidas como:
A. Amalgamamiento que se refiere a una forma extrema de proximidad e intensidad en las interacciones familiares, los miembros de la familia se encuentran sobreinvolucrados recíprocamente.
B. Sobre protección que alude al alto grado de preocupación de los miembros de la familia por el bienestar de todos, los cuales se encuentran hipersensibles a las señales de tensión que denotan la aproximación de niveles peligrosos de conflicto.
C. Rigidez, aspecto que caracteriza más constantemente a los sistemas patológicos, la familia es particularmente resistente al cambio, sus relaciones con el exterior son particularmente escasas y se busca la conservación de la propia homeostasis.
D. Falta de resolución del conflicto a través de una serie de mecanismos para evitar y no agravar el desacuerdo que se presente, ocultándolo para que no estalle nunca abiertamente.
Ninguna de estas características sola parece suficiente para despertar y fortalecer los síntomas psicosomáticos. Sin embargo, este grupo de patrones es considerado como característico de un proceso familiar que estimula la somatización.
3) El niño enfermo juega un papel muy importante en los patrones de evitación de conflicto de la familia, dicha función es una fuente importante de reforzamiento para sus síntomas.
Visto desde este punto de vista el síntoma del paciente adquiere un nuevo significado dentro del sistema, convirtiéndose en un regulador del sistema familiar. La efectividad del síntoma en la regulación de esta estabilidad interna refuerza tanto la continuación del síntoma como de los aspectos particulares de la organización familiar en el cual emergió.
Por tal motivo el proponer este modelo como otra alternativa que podamos utilizar para ayudar a mitigar el dolor de las familias que tienen este problema podría ser un tema de reflexión dentro de nuestra práctica como profesionales de la salud mental.
Acontecimientos vitales y trastornos psiquiátricos
Los niños con trastornos psiquiátricos presentan una mayor frecuencia de AV y sufren una cantidad de estrés mayor que los niños de la población general en el año previo a la aparición de la sintomatología, no detectándose diferencias significativas en función de la edad y el sexo. De hecho, se calcula que el riesgo de padecer una enfermedad psiquiátrica aumenta entre dos y siete veces cuando el sujeto está sometido a altos niveles de estrés, y si se utiliza el concepto de riesgo atribuible puede deducirse que las circunstancias biográficas estresantes están implicadas en la génesis de la cuarta parte de los trastornos psiquiátricos.
La cantidad de estrés que sufre el individuo a lo largo de la vida varía en función de la edad, de tal forma que los adolescentes viven situaciones más estresantes que los niños y que requieren un mayor esfuerzo de adaptación.
La depresión es la enfermedad psiquiátrica que con más frecuencia se acompaña o va precedida de acontecimientos de pérdida o separación. La pérdida de uno de los padres durante la infancia es un AV frecuente en los antecedentes personales de los adultos que tienen trastornos depresivos, trastornos de ansiedad, intentos de suicidio y suicidio consumado. Los estilos educativos de los padres y el modo de interacción padres- hijo ha sido estudiado como un posible factor etiopatogénico de la depresión. En los niños con depresión suele darse una relación poco satisfactoria desde el punto de vista emocional con los padres, hermanos y otros familiares. A esto hay que añadir que muchos niños deprimidos tienen un padre o una madre que también padece un trastorno afectivo, con claras repercusiones en la interacción de la familia y en la interacción del padre o madre enfermo con el niño. Los hijos de padres afectados de depresión presentan tasas elevadas de complicaciones perinatales, retrasos cognitivos y emocionales y ansiedad a la separación de los padres. Cuando estos niños llegan a la edad escolar tienen dificultades de socialización y con frecuencia sufren hiperactividad, deficiente rendimiento escolar, enuresis y depresión. En la adolescencia los conflictos de rebeldía, conductas oposicionistas y problemas de socialización.
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