miércoles, 8 de octubre de 2008

Cómo prevenir los 'ataques al hígado'

Cómo prevenir los 'ataques al hígado'

Quien ha sufrido alguna vez un cólico hepático - erróneamente conocido como ataque al hígado - no querrá volver a vivir la experiencia. Seguramente le interesará formar parte del grupo de quienes saben medirse en las comidas sin necesidad de renunciar al placer de la buena mesa. Es sólo una cuestión de elegir entre los alimentos que hacen bien y los que no. Mientras tanto sigue existiendo un vasto grupo de personas que se enorgullecen de poseer un hígado de acero y lo hacen objeto, sin ningún remordimiento, de sistemáticos y silenciosos ataques. ¿Las armas? Bombas de crema, explosivos cócteles, salsas incendiarias y otras más sofisticadas. ¡Pero cuidado!, si no se decide pronto a declarar el cese de fuego, las consecuencias tarde o temprano se harán notar.

El hígado no patea

El hígado es un órgano muy noble y discreto, capaz de soportar y metabolizar cualquier tipo de alimento por muy pesado que sea. Es que justamente en ello consiste su función principal. Hacer una prolija y minuciosa tarea de filtrado de las sustancias que entran al organismo, convertirlas en nutrientes y de allí distribuirlas al lugar correspondiente para ser procesadas. Pero él no trabaja solo: lo hace en combinación con una vecina: la vesícula biliar.

Como veremos, ésta es la responsable de denunciar los temidos ataques que solemos llamar 'patada al hígado'. En cierto sentido, entonces, todos podemos considerarnos los afortunados poseedores de un hígado de acero. Lo que muchas personas interpretan como patada al hígado, sobre todo si aparece después de una comida copiosa es, en términos médicos precisos, una disfunción de la vía biliar, sobre todo de la vesícula biliar. Ese dolor agudo, localizado en el lado derecho, que los obliga a doblarse en dos, es la manifestación de un cólico hepático. Pero, aclarémoslo una vez más, este término se refiere a un problema en el sistema biliar, que incluye la vesícula biliar y no al hígado en sí. De manera tal que lo que habitualmente
interpretamos como ataque al hígado es en realidad una agresión a su delicada compañera de trabajo: la vesícula.

Ahora bien, ya sabemos que el hígado, el responsable de que nos detengamos a pensarlo dos veces antes de sucumbir a la tentación de abalanzarnos sobre un plato de papas fritas con huevo frito, no es el verdadero culpable. Pero esta verdad no alcanza para que el que haya sido objeto de uno de estos infortunados incidentes tenga que creer ingenuamente que esa sensación de ser atravesado por una lanza caliente durante el último ataque haya sido una ilusión. Es que se llame como se llame y sea quien fuese el responsable, lo cierto es que el dolor existió y puede volver a producirse en cualquier momento. Entonces lo más acertado al parecer será estar preparado, ¿verdad? Para hacerlo, necesitaremos saber un poco más:

La onda expansiva

Aunque lo clásico es que el dolor biliar esté localizado en el lado derecho, en diferentes circunstancias puede tener distinta propagación o irradiarse a otros lugares cercanos.

- Estómago: A veces puede iniciarse en el epigastrio, es decir, la zona que normalmente se conoce como la boca del estómago.

- Páncreas: Si se siente del lado izquierdo da lugar a pensar que se está en presencia de una pancreatitits.

- Intestino: Cuando por algún motivo alimentario se ha acumulado mucho gas en el intestino - la parte derecha del intestino grueso pasa cerca de la vesícula - puede en ciertas ocasiones simular un dolor vesicular.

- Riñón: El dolor a veces puede irradiarse hacia abajo y hacia atrás, a la espalda,
confundiéndose con un problema renal.

- Dolor mixto: Cuando hay cálculos en la vesícula biliar y además, efectivamente se acompaña de problemas digestivos.

Imprescindible ubicar la zona amenazada

Para distinguir claramente cuál es el origen del dolor, el médico necesita establecer el
diagnóstico diferencial entre el dolor de riñón, si esto es un dolor de páncreas, un dolor de estómago, de intestino o de la vesícula propiamente dicha. Para ello, cuenta con las siguientes herramientas:

- Las preguntas:

¿El dolor apareció después de comer abundamentemente o de comidas muy grasas?
Contestar afirmativamente hará sospechar al médico que se trata de un dolor de origen vesicular y que el paciente probablemente tenga cálculos vesiculares como causa de su afección. Aunque todavía no queda descartada la posibilidad de un problema en el páncreas, un órgano que tampoco resiste bien las comidas muy cargadas.

¿Ha aumentado de peso recientemente, o por el contrario ha adelgazado mucho?
Tanto la obesidad como el adelgazamiento brusco facilitan la formación de cálculos.

¿Ha tenido muchos embarazos?
En las mujeres que ya tienen tendencia, el embarazo favorece la formación de cálculos.

¿Tuvo antes o durante el ataque acidez o ardor de estómago?
Este síntoma llevará a pensar que se trata de una patología estomacal y no vesicular.

¿El dolor se alivió después de eliminar gases?
Si hubo gases, que al ser eliminados cortaron el dolor, probablemente haya una patología de colon, es decir, de intestino grueso.

- La palpación:

El hecho de que el dolor se propague hacia otras zonas vecinas puede confundir el diagnóstico. Pero al palpar el abdomen - presiones con la palma de la mano en diferentes puntos - el profesional puede distinguir si el dolor corresponde a la vesícula o si realmente está en otro sector del abdomen.

- Los exámenes complementarios:

Se suele pedir un análisis de sangre completo y una ecografía. Este estudio va a mostrar el hígado y la vesícula. Se verá si ésta contiene cálculos, si tiene las paredes engrosadas, signo inequívoco de inflamación. Si incluso no hubiese cálculos pero sí se observase un líquido de densidad aumentada que se llama barro biliar, no quedarán dudas de que la enfermedad está localizada a nivel de la vesícula biliar.

A veces se pide también un hepatograma, un análisis de sangre más específico que sirve para orientar el diagnóstico. Si bien no es necesario para la enfermedad vesicular en sí, sirve de mucho cuando se sospecha que el cálculo ha migrado o ha pasado al colédoco, el conducto que lleva la bilis al intestino. Si lo obstruye, los análisis que componen el hepatograma van a mostrar un aumento de diferentes componentes de la bilis en sangre que no se pueden eliminar. Va a evidenciar además el aumento de algunas enzimas, como la fosfatasa alcalina, que denuncia la migración del cálculo.

El tratado de paz

Según la importancia del caso, el especialista le recomendará una medicación adecuada a fin de controlar el proceso y evitar o detener la formación de cálculos. Pero aun así la vesícula y, a largo plazo el hígado, no dejarán de estar amenazados hasta que el afectado no tome la estratégica decisión de firmar el armisticio. Esto significa que en los días subsiguientes deberá tomar la prudente actitud de evitar ciertos alimentos inconvenientes, a cambio de lograr la paz. Estos son los puntos fundamentales del acuerdo de paz, es decir de la dieta desintoxicante:

1. En primer lugar hay que mantener un día de ayuno.

2. Después hay que comenzar con comidas livianas:

- Lácteos, siempre con la leche diluida, no con leche pura,
- Pollo hervido sin piel,
- Verduras hervidas (no las de hoja),
- Puré de papas
- Puré de zapallo
- Arroz hervido

3. Es fundamental suprimir el alcohol. Sobre todo en el caso específico de hepatitis tóxica o de otro origen. Un litro a un litro y cuarto de vino por día tomado durante un tiempo prolongado, es la cantidad que podría causar enfermedad hepática, aunque varía de persona a persona. Recordemos que la mujer es mucho más sensible al alcohol que el hombre, es decir que con ingerir prácticamente la mitad de esa cantidad ya tiene probabilidades de desencadenar una enfermedad hepática.

4. Deben evitarse los picantes y las comidas con sansa muy elaboradas.

5. Olvidarse por un buen tiempo de las grasas animales y las frituras. Estas podrían provocar la contracción de la vesícula, aumentando el cólico - dolor - y, si hay cálculos, empujarlos hacia el colédoco.

6. En dos días se recuperará, pero lo más aconsejable es extender los cuidados durante una semana. Si a pesar de todos estos cuidados la inflamación de la vesícula no se reduce será necesario hacer una intervención quirúrgica para extirparla.

Las amenazas

Como dijimos, las comidas pesadas no son un arma letal sólo para el hígado. Su mira está enfocada en otros objetivos: en el aparato digestivo - pudiendo causar dispepsia, es decir digestión lenta y pesada - o bien en la vesícula, llegando a provocar espasmos dolorosos o las temidas concreciones llamadas cálculos.

Pero su amenaza no se agota ahí: también pueden, a largo plazo, llegar a causarnos otros problemas. Si el cálculo llegase a migrar al conducto biliar llamado colédoco, por donde sale la bilis al intestino, podría bloquear la salida de la bilis. Cuando sucede esto, el colédoco deja de ser permeable y la bilis en sangre aumenta causando la ictericia, que se reconoce por el color amarillo de la piel y las mucosas. La ictericia también plantea al profesional la necesidad de establecer toda una serie de diagnósticos diferenciales para estar seguro del tratamiento a seguir.

Los verdaderos enemigos del hígado

El hígado propiamente dicho puede sufrir:

- Afecciones de tipo viral - ocasionadas por virus -, como el de las hepatitis A - la más
común -, B - de transmisión sexual y sanguínea - y C - de transmisión sanguínea -. Estos dos últimos suelen ser causas importantes de hepatitis agudas, que si se hacen crónicas pueden llevar a la cirrosis. Por eso si se tuvo este tipo de enfermedad es necesario controlarse periódicamente.

- Las consecuencias de algunos trastornos del metabolismo como por ejemplo hipertiroidismo, hipotiroidismo, diabetes. A este grupo pertenecen dos afecciones muy específicas:

. La enfermedad de Wilson, que es una dificultad para metabolizar el cobre comprometiendo al hígado y al sistema nervioso.

. La Hemacromatosis, un problema del metabolismo del hierro que ocasiona un depósito exagerado de este mineral en el hígado y el páncreas.

- Enfermedades causadas por tóxicos como el alcohol o ciertos medicamentos. Hay algunas diferencias:

. El alcoholismo crónico - es decir una ingesta diaria muy importante de alcohol en cualquiera de sus formas, vino, cerveza, etcétera - es un enemigo arrasador del hígado, porque conduce a la cirrosis hepática.

. El hígado también puede resentirse por el uso de medicamentos y drogas. En muchos casos las dosis exageradas llevan a la lesión del hígado. Pero también hay casos contados de personas que pueden llegar a tener una especie de alergia a ciertos medicamentos. Esta alergia a determinadas sustancias puede provocar hepatitis por hipersensibilidad. Es lo que alertan los prospectos cuando, en el rubro contraindicaciones dice: hipersensibilidad a cualquiera de sus componentes.

. También pueden provocar una reacción hepática los anticonceptivos orales y las medicaciones hormonales en general, femeninas o masculinas.

Un hígado a prueba de ataques

El hígado es un órgano vital porque todos los procesos metabólicos, como la formación de colesterol, la síntesis de una serie de sustancias vitales, la formación de la glucosa indispensable para la vida, ocurren allí. Para cuidarlo también es necesario controlar los hábitos que regulan el proceso digestivo.

- Conviene hacer comidas regularmente y de poco volumen cada vez. De este modo se regulariza el funcionamiento de todo el aparato digestivo y se facilita la digeribilidad de los alimentos.

- El desayuno debe ser una de las comidas más fuertes del día.

- Por el contrario debe mantenerse una comida liviana por la noche: la cena debe ser la comida más frugal de la jornada.

- La cantidad de comida también es importante: un alimento puede ser fácil de digerir en una cantidad prudente, pero cuando este límite es superado se convierte en una bomba de tiempo.

- Comer lentamente: cuando los alimentos se tragan sin masticarlos, se pierden muchos de los nutrientes que se absorben en las mucosas de la boca y además, el bolo no fue correctamente preparado para ingresar al resto del tracto digestivo. Esto inevitablemente causará pesadez.

- Hacer una alimentación variada. Algunas personas tienden a reemplazar las comidas
fundamentales por un café y galletas dulces. Este no es un buen hábito para que el aparato digestivo funcione adecuadamente.

- Comer de buen ánimo: los disgustos durante las comidas, las preocupaciones y las ansiedades hacen que se cierre el estómago. Y esto provocará una mala digestión.

- Hay un factor, llamado tolerancia individual, a ciertas frutas o verduras consideradas
alimentos sanos. Esto quiere decir que existen ciertos alimentos que a la mayoría de las personas les caen bien pero por razones individuales algunas personas no los toleran. En ese caso deben aprender a reconocerlos y abstenerse de comerlos para evitar problemas digestivos.

- Para facilitar la digestión pueden digerirse algunos digestivos hepatoprotectores.

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