Previniendo ataques de apoplejía
Estos ataques ocurren cuando se interrumpe el flujo de sangre a una sección del cerebro. Las células de la zona afectada pierden entonces su suministro de energía, y en cuestión de minutos empiezan a morir.
Esto puede ocurrir por varias causas, pero en la mayoría de los casos lo que pasa es que las arterias que irrigan el cerebro se estrechan porque se les forman depósitos de colesterol y otras grasas. Luego, se desprende de estos depósitos un coágulo sanguíneo, o un émbolo viaja desde cualquier parte del cuerpo y obstruye un punto estrecho, o logra pasar y va a taponar otro vaso del cerebro. Por otra parte, los depósitos en las paredes de los vasos sanguíneos pueden adquirir tan grosor que obstruyen totalmente el flujo de sangre. Aproximadamente en el 15% de los casos de apoplejía la debilitada pared de un vaso sanguíneo craneal se revienta, y ello causa una hemorragia cerebral.
¿Se pueden prevenir los ataques de apoplejía? Sí. La primera medida preventiva que se debe tomar es controlar la presión sanguínea. Una hipertensión persistente puede desembocar en arteriosclerosis, es decir, en el engrosamiento de las paredes de las arterias. Fumar, el exceso de peso y los regímenes alimentarios ricos en colesterol aceleran este peligroso proceso. Por lo tanto, haga que le midan la presión arterial por lo menos una vez al año, y si está por encima de lo normal, siga las instrucciones de su médico. Esto puede significar sólo un cambio en la dieta - generalmente una disminución de sal y grasas -, bajar de peso si es necesario, y más ejercicio; en algunos casos se requieren píldoras antihipertensoras.
¿Qué se puede hacer si las condiciones que dan como resultado ataques apopléticos ya han dado comienzo? Aunque algunos ataques apopléticos sobrevienen sin previo aviso, un gran porcentaje de ellos va precedido de ataques isquémicos transitorios. Dichas señales anticipadas de advertencia incluyen:
1. Aturdimiento, sensación de hormigueo o debilidad. Cuando se presentan estos síntomas en un brazo, en una pierna o en un lado de la cara, ello a menudo indica que se ha reducido el flujo de sangre a alguna zona del cerebro. Un examen médico puede revelar que las arterias se han estrechado. Mediante una operación quirúrgica se puede en muchas ocasiones extraer el revestimiento adiposo, y eliminar así este síntoma peligroso.
2. Ceguera temporal. Puede durar sólo unos cuantos segundos, o unos minutos, pero no se debe pasar por alto. Este síntoma a menudo indica un grave estrechamiento de los vasos sanguíneos que van al cerebro.
3. Dificultad temporal para hablar. Se trata de un ataque isquémico transitorio. En tal caso, un neurógolo podría prescribir fármacos anticoagulantes o aconsejar intervenir quirúrgicamente el vaso sanguíneo obstruido.
4. Mareos, falta de equilibrio o caídas repentinas. Estos síntomas pueden ir acompañados de doble visión. Se trata de un síntoma que avisa que algo está mal, y debe prestarse atención yendo a un médico para evitar problemas mayores en adelante.
Aunque estos cuatro síntomas constituyen las señales más comunes de una posible apoplejía, también hay otros: dolores de cabeza muy fuertes, somnolencia persistente, náuseas, vómitos, cambios repentinos de personalidad, alteraciones de la capacidad de raciocinio y olvidos anormales. Cuando se presenta cualquiera de estos ataques isquémicos transitorios, lo mejor será consultar cuanto antes al doctor.
Informar al médico sobre posibles ataques isquémicos transitorios, seguir un régimen de control de la presión arterial y una dieta prudente, hacer ejercicio, no fumar y tomar alcohol moderadamente, son medidas que contribuyen a disminuir el riesgo de sufrir un ataque apoplético grave.
Estos ataques ocurren cuando se interrumpe el flujo de sangre a una sección del cerebro. Las células de la zona afectada pierden entonces su suministro de energía, y en cuestión de minutos empiezan a morir.
Esto puede ocurrir por varias causas, pero en la mayoría de los casos lo que pasa es que las arterias que irrigan el cerebro se estrechan porque se les forman depósitos de colesterol y otras grasas. Luego, se desprende de estos depósitos un coágulo sanguíneo, o un émbolo viaja desde cualquier parte del cuerpo y obstruye un punto estrecho, o logra pasar y va a taponar otro vaso del cerebro. Por otra parte, los depósitos en las paredes de los vasos sanguíneos pueden adquirir tan grosor que obstruyen totalmente el flujo de sangre. Aproximadamente en el 15% de los casos de apoplejía la debilitada pared de un vaso sanguíneo craneal se revienta, y ello causa una hemorragia cerebral.
¿Se pueden prevenir los ataques de apoplejía? Sí. La primera medida preventiva que se debe tomar es controlar la presión sanguínea. Una hipertensión persistente puede desembocar en arteriosclerosis, es decir, en el engrosamiento de las paredes de las arterias. Fumar, el exceso de peso y los regímenes alimentarios ricos en colesterol aceleran este peligroso proceso. Por lo tanto, haga que le midan la presión arterial por lo menos una vez al año, y si está por encima de lo normal, siga las instrucciones de su médico. Esto puede significar sólo un cambio en la dieta - generalmente una disminución de sal y grasas -, bajar de peso si es necesario, y más ejercicio; en algunos casos se requieren píldoras antihipertensoras.
¿Qué se puede hacer si las condiciones que dan como resultado ataques apopléticos ya han dado comienzo? Aunque algunos ataques apopléticos sobrevienen sin previo aviso, un gran porcentaje de ellos va precedido de ataques isquémicos transitorios. Dichas señales anticipadas de advertencia incluyen:
1. Aturdimiento, sensación de hormigueo o debilidad. Cuando se presentan estos síntomas en un brazo, en una pierna o en un lado de la cara, ello a menudo indica que se ha reducido el flujo de sangre a alguna zona del cerebro. Un examen médico puede revelar que las arterias se han estrechado. Mediante una operación quirúrgica se puede en muchas ocasiones extraer el revestimiento adiposo, y eliminar así este síntoma peligroso.
2. Ceguera temporal. Puede durar sólo unos cuantos segundos, o unos minutos, pero no se debe pasar por alto. Este síntoma a menudo indica un grave estrechamiento de los vasos sanguíneos que van al cerebro.
3. Dificultad temporal para hablar. Se trata de un ataque isquémico transitorio. En tal caso, un neurógolo podría prescribir fármacos anticoagulantes o aconsejar intervenir quirúrgicamente el vaso sanguíneo obstruido.
4. Mareos, falta de equilibrio o caídas repentinas. Estos síntomas pueden ir acompañados de doble visión. Se trata de un síntoma que avisa que algo está mal, y debe prestarse atención yendo a un médico para evitar problemas mayores en adelante.
Aunque estos cuatro síntomas constituyen las señales más comunes de una posible apoplejía, también hay otros: dolores de cabeza muy fuertes, somnolencia persistente, náuseas, vómitos, cambios repentinos de personalidad, alteraciones de la capacidad de raciocinio y olvidos anormales. Cuando se presenta cualquiera de estos ataques isquémicos transitorios, lo mejor será consultar cuanto antes al doctor.
Informar al médico sobre posibles ataques isquémicos transitorios, seguir un régimen de control de la presión arterial y una dieta prudente, hacer ejercicio, no fumar y tomar alcohol moderadamente, son medidas que contribuyen a disminuir el riesgo de sufrir un ataque apoplético grave.
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